lunes, 13 de diciembre de 2021

¿Y DESPUÉS DEL FUEGO?

Dos años después del incendio en la ladera de la solana, aún se nota el efecto del fuego (izquierda); los puntos oscuros son las coscojas y alguna carracas que han rebrotado, no así los pequeños matorrales y las planta anuales.

         Hace poco más de cinco años (pero menos de seis) estaba yo con la idea de ir a una zona en la que hubiera habido un incendio forestal, sobre todo para ver que ocurría después, si la vegetación se recuperaba sola, cómo, que especies, etcétera. Tengo que reconocer que cada vez soy más perezoso y me cuesta ir a lugares que desconozco, es como empezar una relación de nuevo: cuando, donde, cómo, … Así que….conocéis el dicho: “ten cuidado con lo que deseas no sea que se convierta en realidad” pues un incendio vino a las puertas de casa.

         Y el incendio de una pajera, gracias al viento, se convirtió en un incendio en él ardió monte bajo, algunos árboles y casi el pueblo.

En el aprendí varias cosas: no te puedes fiar de ningún fuego, todo arde más de lo que te maginas, puede desplazarse mucho más rápido y con trayectorias no esperadas.  También hay que explicar que las condiciones eran ideales 30/30/30, más de 30º C. de temperatura, viento de más de 30 Km. hora y humedad menos de 30%. 

Una de las carrascas que sobrevivió al fuego pues este no afecto a la copa, aunque si al tronco, después de cinco años. Izquierda las flechas muestran el borde de la cicatrización, entre ellas no hay circulación de savia ni crecimiento. Derecha, el mismo ejemplar  mostrando el estado actual de la copa, la flecha señala la localización de la herida por fuego, que daña el 50% del perímetro del tronco.

         Pasado el peligro y el susto, me pude dedicar a recorrer las zonas del incendio. No todo arde igual, así pasábamos de árboles sin hojas y suelo de ceniza, a otros con las hojas empezándose a secar y algo de materia orgánica en el suelo, a otros en los que parecía que el fuego los había evitado. 

         En seguida a los pocos días, y eso que no había llovido, comenzaron algunas plantas a rebrotar, impresionaba alguna mata de alfalfa de los rastrojos y las esparragueras que daban el aspecto de que no habían ardido a pesar de estar en mitad de una zona quemada. Con el tiempo fueron apareciendo algunas plantas que antes eran muy raras (como Aristolochia pistolochia);  algunos caminos se cubrieron de herbáceas y pasar por ellos era como adentrarse en la selva. También vi quemados como los que se producen bajo las carrascas por las trufas, aún no se si estaban antes del incendio pero se que continúan. 

         Respecto a los árboles quemados, los vecinos aprovecharon para hacer acopio de leña cortando las carrascas quemadas  de lindes y algún camino, así decían que favorecía el rebrote. Yo por de pronto marque algunos para ver si se recuperaban y como lo hacían. Cinco años después, solo muy pocos árboles  se han recuperado en la copa, eso quiere decir que ha muerto la parte de tronco y ramas (alguna carrasca ha rebrotado desde las ramas principales pero con poca intensidad),  y han rebrotado desde el suelo. Ahora los troncos muertos que aún estaban en pie  están cayendo cerrando caminos, por lo que cortarlos en determinadas lugares no parece que fue mala idea, sobre todo viendo los pocos que han rebrotado desde las copas. 

         Los olivos son caso aparte, casi todos eran árboles viejos, de porte no muy grande pero con el tronco hueco, y ardieron por el interior del tronco a veces antes que por las hojas y por la noche cuando el tronco aún ardía en ascuas ellas se mantenía verdes, pero acabaron muriendo; no solo ardió el interior del tronco sino  también la cepa dejando unos cráteres en el suelo que aún continúan; pero han rebrotado de las raíces y este otoño han dado fruto. 

         Las carrascas, almeces y hasta un chopo que crecía en una cuneta han rebrotado así como los enebros desde su lignotuberculos aunque les costó arrancar, no así las sabinas negrales que como es habitual no rebrotan después del fuego.

         En carrascas y almeces que había en las lindes de los campos, el fuego fue de superficie, es decir se quemo el rastrojo, llego el fuego a sus troncos pero no a las copas que solo se chamuscaron, algunos almeces tenían la toza dañada por golpes con la maquinaria y el fuego minó su base por lo que han ido cayendo, pero las carrascas, algunas ahora se les esta levantado la corteza y mostrando incluso el 50% de su perímetro muerto, a pesar de eso mantienen la copa no tan frondosa, pero ahí están.

         De manera que la cubierta vegetal se va recuperado, menos en las zonas de pendiente de la solana donde ya había problemas de erosión, de hecho realizaron un estudio sobre la misma que arrojo la cifra de 20,81 Mg ha-1 año -1, (o lo que es lo mismo casi 21 toneladas de sedimentos en una superficie de 100 x 100 metros, el equivalente a un campo de futbol) más del doble de lo esperado (GRACIA BENITO, A., 2017, Erosión laminar post-incendio en Fornillos de Apiés (Huesca), Escuela Politécnica Superior de Huesca. 

         

        Enebros de la miera recuperandose del incendio. Izquierda un año después, derecha cinco años después 

        Mientras en las zonas de Las Honduras donde hay humedad, el camino que las cruza parece que lo hace por la selva, con continuos problemas de árboles caídos y la vegetación (especialmente gramíneas, las zarzas y clemátide) que lo cubre; la altura de los árboles ha descendido, los afectados rebrotan desde el suelo y la vida volvió a la normalidad. Ahora sabemos que aunque es muy bonito el vivir rodeados de bosques, en un clima donde los incendios son frecuentes es mejor rodear las viviendas de un terreno más despejado donde se pueda hacer frente al fuego, solo por si vuelve, que con una vez basta para aprender.

 Texto y fotografias: Miguel Ortega