miércoles, 13 de enero de 2021

LA NIEVE Y EL SEÑOR RAUNKIAER


Efecto de una intensa nevada en un árbol no acostumbrado a ella, en este caso un olivo con una rama ya rota en el suelo por el peso de la nieve.

            Pudo haber sido en Norteamérica o en Siberia, o en cualquier otro lugar donde la nieve sea mucho más abundante pero fue en Centroeuropa concretamente en Dinamarca donde un asistente del jardín y del museo botánico de la Universidad de Copenhague que luego pasaría a ser profesor, llamado Christen Christiansen Raunkiaer, se fijo en la relación entre la morfología de la plantas, la posición de sus yemas en invierno y la nieve. Con sus observaciones ordeno y clasifico las plantas, la naturaleza no necesita que nosotros la organicemos, sino que lo hizo para que nosotros pudiéramos entender como las plantas aprovechan el recurso de la nieve para superar el invierno.

         El agua es imprescindible para la vida en nuestro planeta y además tiene unas propiedades físicas que la hacen casi mágica, digo lo de mágica pues se comporta de una forma totalmente diferente al resto de componentes del planeta. Así cuando se congela forma cristales hexagonales llenos de aristas y que tiene la virtud de retener mucho aire, lo que no solo los hace más ligeros, sino que al retener aire una capa de nieve es un buen aislante térmico, debajo de la cual la temperatura no bajara mucho más de los 0º centígrados; por otro lado el reflejar todo el espectro luminoso, de ahí su color blanco, hace que no se caliente mucho con los rayos solares y por lo tanto la nieve pueda conservarse más tiempo. La nieve no solo es un buen aislante térmico, sino que impide el efecto del viento (bajar la temperatura, desecar, daños mecánicos) y que el suelo a lo largo del día se congele y descongele lo cual ocasiona un movimiento del mismo (crioturbación) que es perjudicial para las raíces de las plantas.            

Rama de un enebro rastreo cubierto por la nieve

           
De manera que C. C. Raunkiaer elaboró el sistema de clasificación de las plantas, que lleva su nombre, perdón su apellido, dependiendo de la situación de sus yemas con respecto al manto de nieve. 

         Básicamente divide las plantas entre las que quedan dentro del manto de nieve y por lo tanto protegidas, en forma de semillas, bulbos, raíces, rizomas, yemas a ras de suelo, o formas enanas, rastreras, de ramas reptantes que se elevan muy poco sobre este. Este último es el caso de árboles de zonas muy frías como la tundra o la alta montaña, como ocurre en el Pirineo con algunas especies de sauces.


         De las que quedan por encima de la nieve, tiene que hacer frente al frío, protegiendo mejor las yemas y las hojas en el caso de las perennes, o desprendiéndose de la hojas y de los problemas que les puede causar el frío en ellas, esta última es la estrategia de los caducifolios.            

Nevada en Fornillos de Montearagón, Huesca, el 10 01 2021. Como puede observarse los efectos son muy diferentes. Izquierda, picea en el jardín la copa se va plegando y sola se van descargando por el propio peso de la nieve. Centro, ciprés la copa se va abriendo si las ramas no se han roto aún es debido sus flexibilidad. Derecha, carrasca las ramas pasan como en el caso anterior de erguidas a colgar y de ahí a partirse. De las tres especies la primera es la única adaptada a las nevada intensas.

      Pero para las especies sometidas a un clima mediterráneo con sequia estival, quedarse sin hojas no es una opción pues deben compensar los días de parada de la fotosíntesis por sequia estival con los días cálidos de invierno cuando hay luz y el agua esta líquida; sus hojas están preparadas para aguantar hasta cierto punto las heladas (la carrasca hasta los -25º centígrados), pero la nieve ya es otro cantar, especialmente en las especies y ejemplares poco acostumbrados grandes nevadas. En los troncos poco espacio hay para acumularse en su superficie curvada, pero no es así en las hojas; de manera  que el extremo de la rama, el follaje junto con la nieve, va pesando cada vez más, van inclinándola con su peso cada vez mayor, y de erguidas van tomando un aspecto colgante, hasta que tensionadas por el peso pierde toda flexibilidad y una vez que supera su capacidad de carga, un crujido y la rama se rompe.

         Curiosamente los árboles que más aguantan el frío son coníferas. Las coníferas son especies menos eficientes pero más resistentes que las frondosas. Las ramas de las especies de zonas frías se desarrollan en horizontal y se van curvando con el peso de la nieve, tal vez por eso los abetos de Siberia sean de copa tan estrecha, cuanto más corta la rama menos palanca hará el peso de la nieve; en el caso del abeto sus pequeñas hojas dispuestas en planos crean superficies donde con el peso de la nieve la rama se va inclinado progresivamente hacia el suelo, hasta que se descarga de ella volviendo a su posición inicial; la otra especie que soporta grandes nevadas en el Pirineo, el pino negro, según van avanzando en edad sus ramas toman una posición cada vez más inclinadas al suelo casi perpendiculares a este, con lo que dificulta la acumulación de nieve.  

         El que los árboles de estas zonas frías y con grandes nevadas sean de hoja perenne se explica por lo corto del verano y el escaso tiempo para poder desarrollar completamente el follaje como le ocurriría a una especie caducifolia; en los veranos fríos, cuando se acorta la época vegetativa aunque no de tiempo a renovar follaje siempre tendrán el de años anteriores.

Texto y fotografias. Miguel Ortega