martes, 18 de diciembre de 2018

UN MUNDO BAJO LA HOJARASCA

       
Hongos creciendo en una ramilla unos 3 mm de diámetro escondida bajo capas de hojarasca.
       Lo tengo que reconocer esta es una de esas cosas en las que debía de  haberme dado cuenta, pero como tantas me había pasado desapercibida.
         Fue hace pocos días en una charla de Pablo Pérez Daniëls en la feria micológica de Ayerbe, el ponente hablaba sobre la ecología de los hongos (mas allá de las setas y la gastronomía)  y menciono la importancia de los hongos para reciclar la hojarasca y liberar sus nutrientes. Pensémoslo, lo qué ocurriría con todas las hojas que caen de un árbol en otoño, sino hubiera un mecanismo que las eliminara; se acumularían en especial donde las lleva la gravedad, el viento y el agua, en esas zonas habría metros y metros de hojas muertas impidiendo la llegada de la luz al suelo y con ello imposibilitando que crecieran plantas, incluso los animales tendrían que “nadar” en ellas, y las masas de agua seguramente estarían taponadas por las hojas. 

Hifas de un hongo cubriendo una hoja muerta de haya
      Recordemos, un animal herbívoro se alimenta de las hojas de las plantas, y las prefiere recién formadas porque son ricas en agua, vitaminas y proteínas, y de la parte indigerible, la celulosa y algo de lignina, se encarga la flora microbiana de su sistema digestivo, ¿pero alguien ha visto a algún animal herbívoro comerse la hojarasca? La repuesta es no.  Los árboles cuando van a desprenderse de las hojas extraen todas la sustancias que pueden aprovechar y usan la hoja para depositar sustancias de desecho de su metabolismo, por lo que la hojarasca es celulosa y poco más. Por lo tanto no es una fuente de alimento para los animales, pero si para otros organismos como las bacterias y los hongos, su acción es lo que solemos llamar pudrición y ahí nos quedamos, estos organismos son los que no solo eliminan la hojarasca sino que además liberan los nutrientes que el árbol ha usado y los vuelven a poner a disposición, especialmente de las plantas. 
         
El hongo se encuentra en el interior de la hoja de haya, y para reproducirse emite fuera los carpóforos (las setas) de donde saldrán las espora que caerán en el interior de la hojarasca del haya. 
      Si tenemos la oportunidad, y si no la buscamos, de agacharnos en el suelo de un hayedo, vamos retirando las hojas recién caídas, están secas y reconocibles, a poco que profundicemos las hojas están cada vez más deterioradas y húmedas, y podemos distinguir un buen numero de invertebrados de muy pequeño tamaño que deambulan por ellas, en esta zona podemos ya encontrar las hifas de los hongos, un entramado de filamentos blancos muy finos algunos dispuestos en forma de abanico o radialmente; un poco más abajo las hojas están saturadas de humedad y mas abajo lo que queda de ellas una masa negruzca ya el producto final. De camino si hemos tenido suerte encontraremos algunos hongos de la hojarasca que se están reproduciendo con sus órganos fructíferos (setas), algunos ni siquiera se molestaran en llegar a la superficie, no lo necesitan están rodeados, inmersos, en su alimento; formando delicadas de setas blancas y traslucidas, algunas de dimensiones de alfileres entomológicos del 000, que son más finos (como un cabello) y más estilizados que los de costura. El encontrar alguna de estas colonias de setas  nos permite hacernos una idea de las dimensiones, pues algunas hifas de hongos se desarrollan en el interior de una de las hojas de haya y solo emerge una parte para reproducirse.
         Estamos como tantas veces ante un mundo que permanece oculto por su tamaño, aunque cuanto más nos acercamos más se expande, pero sin embargo de su presencia no solo nos beneficiamos sino que sin él la vida seria de otra manera de como la conocemos.


martes, 4 de diciembre de 2018

ARRIBA, MÁS ARRIBA, EN EL "QUINTO PINO".

        
 Por encima de los 2500 metros de altitud los asteriscos marca la situación de los últimos árboles, en el "quinto pino"
       Cada vez que levantaba la mirada ella seguía ahí, impasible, pétrea, la ladera de la montaña parecía inacabable; la línea del falso collado al que me había propuesto llegar no aumentaba de tamaño, y lo peor, a cada paso parecía que se alejaba. Jadeaba, me dolía el cuello y los hombros por lo que caminaba encorvado y con la cabeza agachada que era como más alivio sentía, lo que hacia mi aspecto más penoso aún, menos mal que estaba solo en la montaña, y más en un lugar por el que algunos suben corriendo al pico (el problema esta claro no era la montaña, era mi cuerpo). Mi objetivo era un diminuto pino negro que había visto desde abajo con los prismáticos, sentía curiosidad por conocer como era el lugar en el que prosperaba ese árbol, pues el emplazamiento parecía un yermo que asustaba a la vida.
         La curiosidad es una dulce condena que te hace ir a los lugares más increíbles  (y a veces aparentemente absurdos), y el esfuerzo es el pago por satisfacerla. Por eso para mi esa ladera era (a pesar de mi penoso estado) un lugar fascinante donde satisfacer la curiosidad, aunque seguramente para el resto de las personas, no era más que un yermo pedregoso, estéril y muy empinado, un mero transito que solo tiene valor si llegas a la cima.
        
 Los pinos negros de aspecto más viejo y maltratado pero no los que viven a mayor altitud en la zona.
        El lugar al que la final llegue movido por la curiosidad, no estaba nada mal: relativamente llano, poder descansar, comer algo, con una buenas vistas para dibujar y hacer algunas fotos. Envuelto por el sol de otoño que me permitía secar el sudor de mi ropa, disfrutaba del premio al esfuerzo, había llegado hasta el árbol más alto, al yermo rocoso, empinado, de aspecto seco, quemado por el Sol, helado en invierno, de apariencia casi estéril que era su hogar; entonces fue cuando los vi. 
         Yo creía haber llegado al pino más alto y lejano, y entonces vi otros tres árboles aún más arriba, y lejanos, “en el quinto pino”. La pregunta es que hacían árboles tan altos  (al que yo llegue estaba a 2500 metros de altitud y los situados por encima a unos 2600 metros o más) y cuanto tiempo llevan ahí, la verdad es que una pregunta se responde con la otra. Lo que hacían era vivir, porque las condiciones climáticas se lo permiten, su periodo vegetativo llega a ser lo bastante largo como para formar nuevas hojas y poderlas proteger convenientemente con cutículas y otros tejidos para soportar el frío del invierno; eso si nunca serán ejemplares de gran talla, y pude tener una idea de su edad pues mientras son jóvenes incorporan un nivel ramas cada año, así contándolos puedes hacerte idea de su edad, y el resultado era que eran muy jóvenes.  Lo que da una idea de que los árboles van expandiéndose en altura, esto de ser así pues no se pueden dar conclusiones con una sola observación, podría ser por un aumento de las temperaturas, la disminución de la nubosidad en verano que haría que el suelo se calentara más o la falta de herbívoros, como las cabras, que se coman los pimpollos y renuevos como ocurre en otras zonas; o simplemente por la combinación de varias de ellas. 
         
El arbolado se va recuperando en las zonas de alta montaña y según parece ascendiendo de cota
       Así mientras bajaba mentalmente recordaba los lugares donde había árboles creciendo a la mayor altura posible, seria interesante ver que edades tenían y…….lo dicho:  la curiosidad es una dulce condena que te hace ir a los lugares más increíbles, y el esfuerzo es el pago por satisfacerla.