viernes, 26 de agosto de 2022

FUEGO LIMPIO

       

       

Imagen de la población de Nocito y al fondo el tozal de Guara, Huesca. La primera de 1908 corresponde al pirineista Lucien Briet, la segunda es la vista en el 2012. Campos bancales y caminos han sido ocupados por un quejigar de forma espontánea.

        Sobre los incendios, hay frases que se repiten y parece que sin tener claro lo que significan como: los incendios se apagan en invierno, el monte esta sucio, hay que limpiarlo, es una catástrofe ecológica…

         Pero para comprender como funciona un incendio hay que saber el papel del fuego en la naturaleza; y para que exista un fuego hace falta tres cosas: oxígeno, combustible y calor, o una chispa.  

         La vegetación es el combustible, si hay suficiente habrá un incendio en algún momento, por eso no se producen en los desiertos pues hay demasiada poca o demasiado separada para que el fuego pueda avanzar. Zonas como, las turberas o las selvas lluviosas, no es tan fácil que ardan, pero cuando se dan las condiciones adecuadas es posible que lo hagan.

         La combustión de la madera empieza a partir de los 100ºC y provoca el desprendimiento de vapor, la vegetación se deseca. Cuando la temperatura llega a los 300-400º C se produce la ignición de los gases que desprende la madera la contacto con el oxígeno. A partir que aquí la madera arde sola, no necesitando calor externo pudiendo llegar a los 600-1000º C.

         Según esto, cuando coincide la sequedad (menos 30% de humedad), con altas temperaturas (más de 30 º C) tenemos más facilidad de que se inicie un fuego, y si además hace viento (por encima de 30 km hora, eso significa que hay más oxigeno disponible), ya solo nos falta la chispa para tener el incendio.

 

Vista de los campos de la Paul de Nocito y el tozal de Guara, Huesca. La primera foto corresponde a 1947 al botánico Pedro Montserrat,  y la segunda es una vista del 2011. En el campo se apreciarlos los montones de los "hormigueros" cono los que se quemaban la brozas lentamente para fertilizar los campos, en la segundo plano una ladera con los efectos recientes de un incendio. La vegetación del conjunto se ha recuperado en parte por una repoblación, y en parte de forma natural. Al fondo se aprecia como el limite en altura del bosque ha ascendido al reducirse la presión ganadera. 

  

         De manera que si queremos parar el fuego, dado que no podemos reducir el oxigeno del aire, o bien reducimos la temperatura (por eso echamos agua y el consumo de energía para evaporarla reduce la temperatura), o bien reducimos, aislamos o eliminamos el combustible, la vegetación. 

          Pero lo que de verdad nos interesar del incendio es su intensidad y su frecuencia (cada cuanto hay uno en un territorio concreto), y de cara a la recuperación de la extensión de la superficie afectada el relieve y las precipitaciones. Pues en las zonas mediterráneas, donde coinciden las altas temperaturas del verano con la sequía) los fuegos son un proceso normal aunque irregular (no se da todos los años),  y la vida, y en especial las plantas se han adaptado a ellos.

         El decir adaptados no quiere decir que no sean dañados o perezcan, pero han desarrollado una serie de estrategias no solo para sobrevivir como individuos o como especie, sino también para llegar a beneficiarse y expandirse. ( ver entradas anteriores).

         El problema pues, no son los incendios pues siempre que haya vegetación los habrá nos guste o no, el problema es la cantidad de combustible, cuanto más acumulemos, más intenso será el fuego, mayores temperaturas se alcanzarán y más duración tendrá, esto es importante pues semillas y plantas rebotadoras a partir de determinada temperatura o tiempo expuesto a altas temperaturas  perecen. 

         Y son los herbívoros los que contralan la vegetación, a mayor cantidad de estos menos combustible. 

 

Después de unos 5 años del incendio, gran parte de la vegetación ha rebrotado:lastón, aliaga, carrasca. Seguramente la vegetación no puede evolucionar mucho más por la falta de suelo.


         En la idea de limpiar el monte están las imágenes de hace más de cincuenta años con laderas peladas, por la necesidad de campos, pastos y leñas que hacían que el territorio estuviera sobre explotado, y con graves problemas de erosión y riadas en muchas zonas. Pero a falta de grandes herbívoros salvajes era el ganado el que controlaba la vegetación. Bueno el ganado se comía lo comible, y eran los pastores quienes se encargan de eliminar plantas toxicas, y espinosas, (a base de picar y sacarlas con raíz) además de hacer pequeños incendios para eliminar las partes embastecidas de las plantas ricas en celulosa y lignina, y por lo tanto poco digeribles por el ganado, y así estimular su rebrote para tener un pasto más apetecible y nutritivo. Estos pequeños incendios a veces se les iban de las manos pero no solían tener grandes consecuencias pues en líneas generales había que poco que quemar y las manchas de vegetación no estaban conectadas entre si. Las personas que vivieron esta época comentan las noches de verano con pequeños incendios en toda la panorámica.

         Este modelo de “monte limpio” en la actualidad con el abandono del territorio, la recuperación de la cubierta vegetal (y la eficacia de los equipos de extinción de incendios), tiene unos costes económicos elevados, pues supone contratar a muchos trabajadores, empleo de maquinaria con el consiguiente consumo de combustibles (contaminación, ruidos, CO2) y creación de accesos, pensemos más en una escala industrial; ¿y  que hacer con los restos de la vegetación eliminada del monte?. Además si después no hay un mantenimiento incluyendo el ganado, el problema volvería al cabo de unos años, y recordar que la ganadería extensiva esta en retroceso y no toda la vegetación del monte les sirve de alimento.

         Por otro lado al limpiar el monte de maleza, estaríamos retrasando la recuperación de zonas forestales (este es uno de los objetivos para reducir nuestra huella de carbono), así como eliminaríamos el hábitat de muchos animales que son especialistas en vivir en los arbustos, y en muchas zonas se podría reactivar la erosión.   

         Si preguntamos a los bomberos forestales que hacer, nos dirán que depende del presupuesto que se tenga pero, que lo que ellos necesitan son lugares seguros donde “anclarse” y poder trabajar. Tal vez se podría usar la gran cantidad de campos de cultivos abandonados que encontramos en mitad del monte, al ser relativamente llanos, aquí la erosión tendría menos efecto, se podrían mantener como zonas de pasto (que también favorecerían a los herbívoros silvestres), creando así un paisaje mosaico, que además reduciría  la continuidad de las masas forestales. Incluso se podría y de hecho se ya se usa, el fuego contra el fuego en las “quemas prescritas”, la vegetación quemada no sirve de combustible, y en algunos lugares del Norte de Australia, los pequeños incendios son una práctica tradicional que evita los grandes incendios, y el volumen de carbono devuelto a la atmósfera es menor. Problema, esos campos abandonados así como el ganado son de titularidad privada, pero bien habrá que pensar en soluciones sensatas.

Texto y fotografias: Miguel Ortega

jueves, 4 de agosto de 2022

LOS BOSQUES DE LOS MONEGROS (y II)

A la izquierda y abajo sabinas albares, en la zona donde se nota más la inversión térmica y las nieblas de invierno; a la derecha y arriba pinos carrascos donde hay mayor insolación en invierno y menor frío.


Ahora que ya sabemos que en Monegros si que debería haber más bosques y el porque no los hay, podemos pasar a ver que árboles los van a formar.

Las plantas y por supuesto los árboles son un fiel reflejo de las condiciones ambientales del lugar donde viven, y sobre todo del clima. Modificando la cantidad de agua de las precipitaciones (altitud, orientación, capacidad del suelo para acumular el agua) y también de las temperaturas (sobre todo por la altitud) veremos como unas especies sustituyen a otras, en un recorrido ideal desde las umbría de la Sierra de Alcubierre a las orillas del Ebro.

Aunque recibieran la misma cantidad de precipitación, la solana y la umbría de la Sierra, la menor insolación de esta última y por lo tanto menores temperaturas y menor evaporación hará que siempre sea un poco más húmeda, lo suficiente como para que en su parte más alta no solo encontramos, carrascas sino también robles quejigos e incluso arces de montpelier, que compensan la alta luminosidad de sus cielos (hay pocos días nublados que la atenúen) durante la época vegetativa, y unos recursos hídricos muchos años al limite, con hojas de menor tamaño pues cuanto menor es la superficie de la hoja menos pérdida de agua por transpiración, y por lo tanto mayor resistencia a la sequía.

Por debajo, en lugares con menor humedad, orientación sur o pendientes que no retiene bien el agua, va a dominar un árbol muy mediterráneo, seguramente el que es capaz de vivir con menos precipitaciones (150 mm) es el pino carrasco. Este es un árbol de “vida corta” eso quiere decir que no suele superar el par de siglos, y en parte es debido a su estrategia frente a los incendios, en lugar de rebrotar desde las raíces como hacen otras plantas leñosas de la zona (carrasca, roble, coscoja, boj, enebro), lo que hace es acumular semillas año a año (de ahí sus características copas repletas de piñas), cuando llegue el incendio el árbol perecerá pero quedaran sus abundantes semillas, que estimuladas tanto por la temperatura como por algunos compuestos químicos liberados con la combustión, germinaran en un suelo sin competencia por el agua, rico en nutrientes por la ceniza; y en tal densidad que compiten entre ellos y tienen que “auto aclararse” para desarrollarse convenientemente. El problema para este pino no es la existencia de incendios sino su frecuencia, demasiado pronto no tiene suficiente cantidad de semillas, si los incendios se distancian demasiado sus semillas es posible que ya no sean fértiles y no germinen.

Pinos carrascos en la solana de la sierra de Alcubierre 

En uno de estos pinares bien desarrollados, la vegetación que prospera bajo ellos, no difiere de la que hay en las zonas sin pinos (no seria un autentico bosque como hemos comentado en la entrada anterior) por eso los botánicos denominan a esta formación coscojar aragonés, y no pinar.

         Ya hemos comentado que este pino es muy mediterráneo, resiste las sequías y el calor, pero no así el frío, por eso en las zonas más deprimidas de Los Monegros, donde se produce la inversión térmica es sustituido por otro árbol aún más frugal y sufridor.

Cara norte de la sierra de Lanaja, la cantidad de masa forestal viene más determinada por el uso humano del territorio que por cuestiones ambientales. Aquí entre algún pino carrasco y alguna sabina aparecen robles quejigos y arces de Montpelier, mas visibles con el cambio de hoja.


         La existencia de un sabinar de sabina albar en Los Monegros es una de sus muchas singularidades, es el lugar del mundo donde vive con diferencia a menor altitud, y si esta aquí es por el frío invernal, lo de la sequedad simplemente lo soporta. Este es un árbol típico de las parameras ibéricas, lugares fríos que comparte con la carrasca y el roble quejigo, pero ocupando los suelos de peor calidad como los muy pedregosos; pues es un árbol de pleno sol y no soporta crecer bajo la sombra de otras especies de mayor desarrollo.

         La pregunta es ¿entonces como puede vivir en Los Monegros?, pues aprovechando donde no tiene competencia, como las depresiones donde se acumula el frío, con sus nieblas heladas y la escarcha formando el dorondón, aquí ningún otro árbol le hará sombra, y (nunca mejor expresado), demasiado frío para el pino carrasco y demasiado seco para la carrasca y el quejigo.

A través de sus anillos de crecimiento (de menos de 1 mm), podemos comprobar como es capaz de sobrevivir con esta sequedad, pues es un árbol que con buenas condiciones, en fondos de vales o los años lluviosos, puede tener grandes crecimientos (anillos de cerca de10 mm). Con las lluvias de primavera el árbol va creciendo pero llegando el verano deja de crecer, entra en descanso pues no tiene suficiente agua, y así espera hasta final del verano o el otoño, si cae suficiente agua vuelve a crecer, y no dejará de hacerlo hasta la llegada del frío cuando el resto de árboles ya están en descanso; en su tronco queda registrado con un falso anillo en cada momento de crecimiento a lo largo de un mismo año. Así  con esta frugalidad, plasticidad y sabiendo aprovechar el momento nos podemos encontrar especialmente n las zonas más bajas y llanas con estas grandes sabinas en Los Monegros (que por cierto, no se ha comprobado de una forma científica, contando sus anillos o con carbono 14, que ninguna sabina albar sea milenaria).

Texto y fotografías: Miguel Ortega