jueves, 29 de septiembre de 2022

LA OLA QUE VIENE

¿Un futuro pesimista donde la naturaleza no es capaz de adaptarse tan rápido a los cambios del medio?

         Ya me lo decía mi padre a través de sus sentencias y de los refranes: “ver las orejas al lobo” y “cuando la barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”. La primera es que no sirven las advertencias, solo nos ocupamos de un problema cuando lo tenemos encima y ya no lo podemos evitar; y la segunda se refiere a que cuando vemos un problema cercano es conveniente que nos preparemos, pues podemos ser los siguientes. 

         Este podría ser el resumen de este verano que acaba: olas de calor y sequía, a lo que se suman los eventos climáticos cada vez mas extremos. Y todo esto ya nos lo habían advertido los científicos como algo inminente, algo que no solo podía pasar sino que pasaría seguro.

         Este verano las olas de calor se han ido intercalando con días calurosos, de manera que más que olas hemos tenido de marejada a fuerte marejada térmica de continuo, desde antes de la llegada del verano, y lo que aún nos queda. Si tienes la suerte de no tener que hacer un trabajo físico intenso peor aún si es a pleno sol, y de no pertenecer a la población vulnerable, seguramente todo se reduzca a una situación incomoda que se soluciona con beber más agua, ventilador y aire acondicionado, sin llegar a una situación de esteres térmico. 

 

         Pero en la naturaleza este problema es muy diferente, los animales silvestres con capacidad de desplazarse (las aves que estaban en plena nidificación no han podido) habrán buscado las zonas más favorables, dejando más vacías las zonas más cálidas. Mientras otras especies han podido ser beneficiadas, este año mucha gente comentaba la gran cantidad de mariposas que había a principios del verano volando por el campo, hace un par de primaveras el frío y las abundantes lluvias consiguieron lo contario, por ejemplo en la comarca del Serrablo.

         La sequia, en especial cuando es pertinaz, no se reduce a los problemas de regar el césped o llenar las piscinas, el principal problema es la reducción y empeoramiento de las masa de agua, con los problemas a los ecosistemas de las mismas, y la merma de acuíferos, no tanto como reflejo de las precipitaciones, pues los acuíferos no responden todos a la misma velocidad, sino más bien al aumento de las extracciones suponiendo que no estén ya contaminados por nitratos, y en las zonas costeras el vacío que queda es rellenado por la entrada de agua salada en los mismos. 

         Un problema que no solemos ver son las plantas, pues evitan el sobrecalentarse por altas temperaturas amentando la transpiración, con el enfriamiento que conlleva la evaporación; si el agua disponible para sus raíces escasea, entrarán en estrés por escasez de agua, y cada especie tendrá unas medidas para aminorar el estrés como: cerrar estomas, hojas colgantes, caída de la hoja (parcialmente o totalmente), aunque al final todo acaba en lo mismo, reducir la actividad fotosintética, y por lo tanto el desarrollo y reproducción. Para los ejemplares en los que estas medidas no sean suficientes, la sequia ocasionara la muerte de la planta. 

 

Fuego prescrito para evitar que un incendio alcance la población de Santa Eulalia de la Peña, el fuego controlado ha eliminado el combustible.

         Con calor y sequia si añadimos unos montes bien cubiertos de vegetación, solo nos falta la chispa para tener un incendio. El problema no es que existan los incendios, sino su intensidad, y a falta de herbívoros que consuman la vegetación y/o pequeños incendios que la elimine de algunas zonas, esta se acumula, y la vegetación es el combustible y cuanta mayor cantidad de combustible mayor peligro de un gran incendio. Hay plantas adaptadas a los incendios, no es que no ardan, su estrategia se basa en su capacidad de recuperación después de estos con rebrotes o con semillas; y cuanto mayores son las temperaturas y más tiempo dure el fuego consecuencia de la gran cantidad de combustible, más difícil se lo pone a la regeneración de la vegetación. 

         Deberíamos cambiar de criterios de explotación de los montes, pues hemos pasado de la sobre explotación a la sobre protección, no interviniendo para nada en ellos con abandono de campos de cultivo, reducción de la ganadería extensiva, talas y cualquier uso, ahora que aunque no han vuelto los bosques como tales, al menos hay una cubierta vegetal que reduce la erosión, toca una explotación sostenible en la zonas adecuadas, evitar que la vegetación se acumule por todas partes y que exista una continuidad de la misma; y ojo no estoy diciendo que el monte este sucio, ni que no existan los corredores naturales, pero ahora que vamos sabiendo más sobre la naturaleza es hora que empecemos a gestionarla, y ojo no estoy diciendo que la explotemos toda a cambio de beneficios económicos, solo que usemos la cabeza.

 

Perdida facultativa de hojas de Phillyrea angustifolia, es una planta de hoja perenne, para reducir la transpiración de la planta y con ello el consumo de agua durante una sequía.

         Y aún podemos añadir otro refrán de mi padre: “a pero flaco todo son pulgas”, que viene a decir que los problemas no viene solos, y cuando nos pilla en una posición frágil se acrecientan.  Así a los problemas térmicos ocasionados por el aumento del CO2y los incendios, ahora se suma una escasez, o mayor coste de la energía. La energía ha sido nuestra panacea, cualquier problema lo solventamos, que no solucionamos, con la energía, tanto para subir o bajar la temperatura como trasformaciones en el territorio. Nos hemos acostumbrado a depender de algo que no poseemos y ahora nos damos cuanta de nuestra situación de dependencia y fragilidad. La ola del cambio avanza sin parar.

Texto y fotografías: Miguel Ortega