martes, 11 de febrero de 2014

FRANKENSTEIN NACIO EN INDONESIA




En el verano de 1816 el poeta romántico Lord Byron y unos amigos disfrutaban de unos días en Suiza; por la sucesión diaria de frío, lluvia, incluso nieve (de hecho este periodo pasará a llamarse “el año sin verano”) que no animaba a salir al exterior de la residencia, decidieron ver quien era capaz de escribir el mejor relato de terror. Entre los presentes estaba Mary Wollstonecraft Shelley que empezó aquí, y publicaría dos años después, su novela Frankenstein, el nuevo Prometeo, considerado el primer texto de Ciencia Ficción. También el médico de Lord Byron basándose en el relato de viaje de este por Transilvania comenzó a escribir Drácula.
En esas fechas y no lejos de allí, en las Islas Británicas, los amaneceres y atardeceres eran espectaculares. Y esto no pasaba desapercibido para J. M. W. Turner, se dedicaba a pintar paisajes con estas atmósferas de colores brillantes y luz difuminada. Se centrará tanto en el color y la luz que de sus paisajes poco a poco irán desapareciendo las figuras e incluso los horizontes, llegando a realizarlos solo con manchas de color; y tal vez sean estas las primeras pinturas abstractas de la historia del arte, muchos años antes del primer cuadro abstracto oficial.
Pero mejor será que vayamos al origen de todos estos acontecimientos.
Entre los días 10 y 11 de abril de 1815, en Indonesia estalló el volcán Tambora, un volcán más del cinturón de fuego del Pacífico. La cosa no habría sido más relevante de no ser por su magnitud. El cráter resultado de la explosión midió 8 kilómetros de diámetro por 1 kilómetro de profundidad, se calcula que envío a la atmósfera entre 150 y 175 km3 de cenizas. Su efecto llegó hasta Europa, en Francia las temperaturas descendieron hasta 3º C de media y las lluvias fueron entre dos a tres veces la cantidad habitual. Como consecuencia, en algunos lugares del centro de Europa como Suiza, no maduraron los frutos del campo y por eso fue el “año sin verano”. Los efectos de la nube de cenizas perduraron durante más tiempo, las finas partículas que había en la atmósfera reflejaban los rayos solares cuando estos estaban bajos durante el amanecer y el ocaso, lo que originaba el colorido intenso y llamativo que se repetía a lo largo de muchos días.
J M W TURNER, Crepúsculo sobre el lago (detalle)
Lo que en una parte del mundo fue la destrucción y la muerte de miles de personas, en la otra parte fue un fuerte impulso para el Romanticismo. Esta corriente estética sentía una especial predilección por la naturaleza como tema, pero no una naturaleza amable donde la especie humana pueda vivir cómodamente sino por una naturaleza que, podríamos decir, extrema, que puede acabar con el hombre (respectivamente, los paisajes de consenso y los paisajes retadores como los define el ecólogo González Bernáldez). De ahí el concepto de “temor reverencial”, la naturaleza es admirada, pero es una naturaleza que te puede destruir; esa es parte de la fascinación que desarrolla el romanticismo, el que esta sea muy superior al hombre. Por este motivo los temas tratados en la pintura de este movimiento serán paisajes inhóspitos y deshabitados, el océano, la noche, la rocas lacerantes de la alta montaña, la tormenta o incluso el volcán o las ruinas como metáfora de un pasado glorioso pero que al final es engullido por la naturaleza.
J M W TURNER,  El "Temerario" remolcado a su último atraque (detalle)
Hay una pintura que nos explica el porqué de esta fascinación su largo título: El «Temerario» remolcado a su último atraque para el desguace, en ella nos muestra a un barco de guerra, un velero, que es remolcado por un pequeño vapor, mientras el sol está casi en el horizonte, una metáfora del ocaso de una época o el amanecer de otra; la maquina sustituye a la fuerza de la naturaleza con la revolución industrial y un grupo de artistas apasionados añoran la belleza de una naturaleza desatada que ahora parece que va a estar dominada. 

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