lunes, 1 de septiembre de 2014

¡QUE SED!

Contraste entre la zona cultivada dejada en descanso, huebra, y la vegetación silvestre, estepa de albardín

A veces, algunas veces, determinados tópicos son ciertos. Muchas veces se afirma que Los Monegros son un desierto, incluso en momentos tan inapropiados como los días en que la niebla invernal empapa el suelo o cuando la temperatura sube escasamente de cero grados. Pero ahora en este momento del año, verano, y aún más este verano (2009), Los Monegros si son un desierto, por las altas temperaturas, la sequedad ambiental y la escasez de precipitaciones. Por ello los que estudian el clima lo encuadrarían dentro de la categoría de desierto o zona árida. El resto del año no llega a serlo, quedando como semidesierto o zona semiárida, que por simplificar denominamos como estepa (aunque tampoco sea un término del todo adecuado); porque llamarlo secarral, es demasido despectivo para un lugar tan fascinante.
La naturaleza está adaptada a estas condiciones. Las plantas efímeras terminaron su ciclo antes de que entrara el verano, las plantas con bulbo que nos sorprenden con sus grandes y vistosas flores en primavera también se han retirado a descansar bajo el suelo, y las plantas anuales hace ya tiempo que se han agostado, permaneciendo de ellas únicamente los tallos secos cargados de semillas. Solo las plantas perennes permanecen, mal que bien, y a pesar de sus adaptaciones a la falta de agua y al exceso de sol, también lo pasan mal en veranos como éste.
El suelo blanquecino de arcilla está expuesto al Sol y no hay ningún atisbo de humedad, parece que solo las sabinas se encuentran imperturbables ante la sequía, pues los pinos amarillean y hasta los romeros, (con sus hojas de tamaño reducido, cubiertas de un barniz que las impermeabilizan y con los estomas escondidos en dos surcos cubiertos de pilosidades para reducir la transpiración), aparecen de un deslucido verde amarillento, sin brillo y un poco arrugadas. Solo al tocar las hojas notamos que no están secas y conservan cierta flexibilidad, aunque den la impresión de estar secas en vida.
Efecto de la sequía en dos plantas de romero vecinas, la de la derecha con estrés hídrico muy acusado
Hace cosa de un mes cayó una tormenta, pero el agua resbaló rápidamente en la superficie del suelo y no penetró hasta las raíces de las plantas. Un rastro de brozas secas arrastradas por el agua de escorrentería muestra el camino de ésta hasta la balsa cercana. Sobre el agua turbia de la misma, vuelan las libélulas y las plantas acuáticas han comenzado a brotar, aunque ya alguna se queda por encima del nivel del agua, que desaparece rápidamente por el calor.
El camino del agua ha dejado algún otro beneficiario. Hay unos pocos romeros de aspecto lozano que incluso florecen tímidamente y crecen en la diminuta vaguada que encauzó la escorrentería. Hasta sus raíces sí llegó algo de agua y se nota. A poco más de un metro los otros, con aspecto sufrido, esperan con paciencia.
Huebra con plantas de estramonio
A lo lejos se ve una huebra bien rollada. Sobre su superficie clara y homogénea destacan unas grandes matas, de un verde intenso y apecto jugoso, los pies crecen separados dando la impresión de una sabana en miniatura. En mitad de la estepa reseca de finales de verano donde crecen, son un reclamo demasido atractivo para los herbívoros. Incluso los humanos que pasamos cerca, nos acercamos a contemplar el silencioso espectáculo. El lugar es habitualmente demasiado seco para ellas, pero estuvieron en el lugar adecuado en el momento adecuado, y el agua de la tormenta pasada bastó esta vez. Las más de 1.400 ovejas del rebaño cercano las dejan tranquilas, no por respeto a su fruto espinoso sino al tóxico que contiene toda la planta. Son plantas de estramonio o flor del diablo. Sus adaptaciones no son para defenderse de la sequia como el resto de las plantas de estepa que las rodean, sino que invierten para defenderse de sus depredadores, los herbívoros.

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