viernes, 5 de diciembre de 2014

EL CAZADOR CAZADO


Vales labradas para el cultivo de cereal ganadas a la estepa, Alfajarin, Monegros

A veces las cosas no son como las vemos o simplemente puede que sean de otra manera. En la naturaleza nos consideramos “la especie elegida”, la que la que hace y deshace, nada se nos puede resistir ni a nosotros ni a nuestra tecnología, podemos usar a nuestra conveniencia al resto de seres vivos, ¿pero, seguro que esto es así?.
         La realidad, tan sencilla y cotidiana, puede ser distinta de lo que nosotros creemos y como tantas cosas esta versión diferente nos puede pasar desapercibida. Las plantas sin moverse han sido capaces de colonizar prácticamente toda la tierra, y han usado al viento o a los animales para su polinización y para la dispersión de sus semillas. Pero algunas han llegado más lejos, y usan a “la especie elegida” para extenderse sobre el planeta y dominar a muchas otras especies de plantas y de animales. Esto que parece un argumento de una película entre terror y ciencia ficción, pero es lo que han conseguido nuestras plantas domésticas.
        
Margüeño formado con las piedras obtenidas al  despedregar un campo en Can de Used, Huesca
       Pensemos, el hombre usa para la alimentación o la industria un reducido número de especies, muy pocas en comparación con la diversidad del planeta. Las plantas que han entrado en la categoría de domésticas, han extendido su distribución desde su lugar de origen donde fueron cultivadas por primera vez y ahora las encontramos por todo el mundo. Pero no solo se han conformado por estar en todos los continentes, sino que además llegan a ser las especies más abundantes, dominando e incluso exterminando a las plantas silvestres locales, o cultivos locales menos productivos.
Tomemos el ejemplo del trigo, a partir de una variación evolutiva, como es que sus granos al madurar no caían todos al suelo como en las demás gramíneas, permitían ser cosechados por el hombre. Al ser una planta útil el hombre taló y roturó extensas zonas de bosque o pradera para su cultivo, lo llevo consigo en sus viajes extendiendo su presencia a todos los continentes, desde el Circulo Polar al Ecuador. No solamente ha extendido su distribución sino que además lo cuida y se preocupa por él, creando campos apropiados al eliminar la vegetación natural, retirando las piedras, proporcionando nutrientes, y aún hoy continua eliminando a las plantas competidoras con herbicidas y a sus depredadores como insectos y vertebrados fitófagos con los insecticidas y la caza, e incluso tratando sus enfermedades, todo a cambio de una parte de la semillas que produce la planta y que el hombre usa para su alimentación. Actualmente el trigo ocupa unos 230 millones de hectáreas, es el cultivo más extendido y seguramente supere al resto de plantas de semillas tanto silvestres como cultivadas, solo en Europa hay unas 200 variedades para hacer pan. Desde este punto de vista podríamos ver que nosotros los humanos trabajamos para él.
Ladera abancalada para ganar campos de cultivo ala montaña
Una manera menos drástica de contemplar la situación es pensar que la colaboración entre estas dos especies, los humanos y el trigo ha posibilitado su mutuo desarrollo, a costa de especies competidoras especialmente las silvestres que son las perdedoras. Pero esta asociación tiene su punto flaco precisamente en su intensidad, cuanto más depende una de la otra mayor es el peligro de que la caída de una conlleve la caída de la otra, son los problemas de la especialización. Por eso lo ideal es tener un sistema diverso y flexible de dependencias, de manera que se mantengan especies que aunque no sean tan productivas sean más resistentes a las enfermedades, o a los efectos de un clima cada vez más irregular e incierto. Sino el cazador resultara ser el cazado.

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