sábado, 25 de marzo de 2017

POLEN AERONAUTICO

No es humo es el polen de una sabina negra, Juniperus phoenicea. 
La culpa de todo la tuvieron esas cabras, que al verme, sin prisa pero sin mirar atrás, se fueron marchando. Y fue entonces cuando una de ellas rozo una de la sabinas que abundan en la zona, levantándose una nube blanquecina que recordaba más al humo que produce las ramas verdes al quemarse que lo que era, polen.
Durante un rato me dediqué a sacudir las ramas para ver las nubes de polen, en cada primera sacudida, y gracias a la ausencia total de viento, las ramas de donde procedía desaparecían detrás de la capa de millones de granos de polen, que de esta forma comenzaban su periplo fecundador. Entonce me puse a pensar: cereales, olivo, Salsola kali, .... son las plantas que producen polen al cual soy alérgico, creo que había alguna más, pero espero que no sea también el ciprés ni ningún pariente cercano como la sabina.
A partir de ese momento la fascinación dio paso a la prudencia, ahora se trataba de al caminar evitar a las sabinas, y en especial a sus discretas pero  lujuriosas flores masculinas que sembraban el ambiente al mínimo roce. En pos de la castidad de las plantas, dí generosos rodeos pero aún así era regalado con capas de polen sobre mi ropa, y prefería pensar que no también en el interior de mis pulmones pues pasaba entre ellas aguantando la respiración.
Las diminutas y lujuriosa flores de la sabina negra
Hay una teoría que dice que las alergias, son producto de nuestro sistema inmunitario aburrido, la higiene que ha evitado tantas enfermedades infecciosas lo deja ocioso; entonces reconocen como enemigo lo que en las circunstancias para lo que fue creado no serian nada peligroso, como el polen. Llegados a este punto un día que iba al médico de cabecera, en busca de antihistamínicos, le comenté que en el periodo de tiempo que viví en un pueblo rodeado de cereales y olivos, la alergia, creía que me había ido a menos; medio en broma medio en serio, le dije que tal vez mis defensas estaban entretenidas con todo lo que había que respirar, como cuando esparcen los purines de las granjas de cerdos por los campos, cuando un penetrante olor se adueña de todo, y de todos; el médico sonriendo, me dijo que tal vez tuviera razón y ahí quedo todo.
Pero la culpa no es de las sabinas ni de las plantas que tienen un polen “aeronáutico” (que aunque vuele no pueden elegir la dirección, eso lo hace el viento), el problema es que es un método muy primitivo que obliga a las plantas a producir ingentes cantidades de polen.
La preocupación de la flores masculinas es llegar a las femeninas. Como no saben que dirección y fuerza llevará el viento por si acaso producen polen de más, muchísimo más del que parece necesario; en algunas especies los granos, a pesar de su diminuto tamaño llevan además alas o flotadores para facilitar el transporte por el viento. En las especies con los sexos en pies distintos, los machos dicen que son más abiertos para favorecer el paso del viento, mientras que los pies hembras son más compactos para reducir la velocidad del viento y favorecer que el polen se deposite. Las flores femeninas además han de tener los estigmas adecuaos para peinar el viento y retener su polen; algunos investigadores afirman que la adaptación es tal que retiene el polen de su especie, y no el de otras.
El polen que nunca llego a su destino queda depositado en el suelo, y si las condiciones son adecuadas, puede permanecer a lo largo de largos periodos de tiempo. Lo bastante para que nos permita reconstruir la flora de un lugar en un determinado periodo de tiempo pasado, partir de sedimentos de una excavación arqueológica, un fondo de lago, una turbera, etcétera.
La abundancia de un recurso alimenticio no puede pasar desapercibido, en una naturaleza donde comer, no ser comido y reproducirse es la esencia de la vida. Y seguramente sea este el origen de la plantas con flores vistosas, los insectos acudían a las flores a comerse el polen, y de paso sin quererlo polinizaban; después algunas plantas, parece que vieron que si ponían reclamos como los pétalos coloridos o las fragancias florales los insectos venían con más facilidad, con lo que la polinización era mayor y por lo tanto el éxito de la especie. El siguiente paso ya era sustituir el polen, rico el proteínas y costoso de producir, por alguna golosina barata de fabricar, de ahí surgió el néctar, líquido dulzón elaborado con los excesos de azúcares que producen las plantas, y que usan como pago a su polinizadores.
Pinar de pino silvestre, una de las especies de conífera como mayor distribución en el planeta. Si no se polinizaran por el viento, alguien se imagina la entidad de insectos que harían falta para polinizarlos, y al resto de pinos y los cereales....?
Pero la pregunta es si la polinización con los insectos es más efectiva, porque hay tantas especies de plantas que usan el impredecible viento. Hay un dicho entre los ingenieros que lo explica a la perfección, “si algo funciona no lo cambies”, alguien se imagina la cantidad de insectos que harían falta para polinizar todo el cereal que se cultiva, o todos lo pinos. Pensemos que una sola especie como el pino silvestre, llega en su distribución hasta Escandinavia y desde ahí por toda Asía hasta casi la costa del Pacífico. Y que pasaría en los lugares donde hay plantas, pero hace demasiado frío para que los insectos estén activos el tiempo necesario para la polinización; si esta no es suficiente hay menos frutos, por lo que habrá menos semillas, y las plantas, especialmente las anuales se acabaran resintiendo. Por eso aún existe la polinización por el viento, porque aún funciona, y es la mejor opción en determinadas ocasiones.


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