viernes, 17 de mayo de 2019

LOS DIAMANTES NO SON PARA SIEMPRE

         
Desprendimiento en un estrato casi vertical de caliza. La caída de piedras arrasó todos los arbustos (boj y sabina) que había sobre la roca creando una especie de pasillo. En la base, la caída de piedras sobre los bojes que había sobre la glera, hizo que perdieran la mayor parte de hojas y de ramas secundarias.
        A pesar de lo que creemos en la naturaleza no hay nada que sea eterno, ni las rocas, ni los diamantes, ni por supuesto el amor que se supone con el que relacionamos esta cristalización de carbono. Es cierto que los diamantes son muy resistentes y las rocas en general también, pero al final se acaban transformando; Heráclito, lo tenia muy claro cuando afirmaba que: “no hay nada permanente salvo el cambio” (esta es la típica cita de culturilla de los que no hemos leído a los filósofos clásicos y mucho menos en versión original, pero en este caso resulta adecuada).
         Todo viene por una especie de planta con aspecto de arbusto, pero que alcanza edades que ya quisieran muchos árboles, los 1000 años, es la sabina negra. Ya he hablado alguna vez sobre ella y es que resulta una especie apasionante, la tenemos delante de nuestras narices (no hay que viajar a un lugar exótico), no es maderable, ni sirve de pasto, ni tiene otro tipo de aprovechamiento monetario por lo que no le hemos prestado atención. Además su forma de crecer, su manera de afrontar las limitaciones del medio donde vive nos resultan aún no comprensible del todo; a pesar de ser una especie muy mediterránea no rebrota después de los incendios, y aunque puede vivir en la umbría de las paredes de roca no así bajo la sombra de otros árboles, pues  la calidad de esta luz, escasa en el espectro rojo y el azul parece que es determinante.
        
Sabinas con las raíces "al aire", que son diferentes de las raíces aéreas de algunas plantas trepadoras. Estas se desarrollaron dentro de las grietas de la roca, y luego esta se desprendió, dejándolas a la vista 
       De manera que los ejemplares más longevos los encontramos en paredes de roca donde no tienen la competencia de otros árboles y los efectos de los incendios no llegan; curiosamente aquí, en este medio de aspecto eterno que es la roca, su duración, es la que puede limitar la  vida de la sabina.
         La roca se erosiona, esto es evidente en rocas blandas como la arcilla o la arenisca del Valle del Ebro,  pero también ocurre en rocas duras, en especial las que han sido sometidas a fuertes tensiones durante su formación y las ha llenado de grietas y fracturas.  Y esta erosión no avanza necesariamente poco a poco, a veces se desprenden fragmentos de tamaños variables, desde pequeños a sectores completos de una pared y su caída por la pared hacer aumentar sus efectos devastadores. 
       
Sabinas colgantes, aunque su posición debería ser consecuencia de la desestabilización al haber perdido parte de la sujeción de las raíces, en algunos casos tenemos que pensar en otras posibilidades. 
        Consecuencia no es raro ver sabinas negras, con las raíces en el aire a modo de zancos consecuencia de que la pared ha retrocedido, en otras las raíces se extiende por la superficie de la roca, no crecieron así, simplemente se extendieron en grietas cercanas a la superficie de la roca y esta se ha desmoronado, seguramente el crecimiento en anchura de la raíz, haciendo de cuña, acelere proceso.  
         Si la erosión es muy grande podemos ver sabinas colgando de una o varias raíces aún vivas y redirigiendo la fronda hacia la luz, en algunos casos da la impresión de que ya crecieron así, (esta es una de las cosas que no siempre acabamos de explicar de forma convincente); y el ultimo paso, las encontramos en el suelo, a pie de pared, con casi todo el sistema radicular. 
         Evitando el fuego y en busca de la luz  la roca parece el refugio adecuado, y resulta que no es para siempre.

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