Todo viene por una especie de planta con aspecto de arbusto, pero que alcanza edades que ya quisieran muchos árboles, los 1000 años, es la sabina negra. Ya he hablado alguna vez sobre ella y es que resulta una especie apasionante, la tenemos delante de nuestras narices (no hay que viajar a un lugar exótico), no es maderable, ni sirve de pasto, ni tiene otro tipo de aprovechamiento monetario por lo que no le hemos prestado atención. Además su forma de crecer, su manera de afrontar las limitaciones del medio donde vive nos resultan aún no comprensible del todo; a pesar de ser una especie muy mediterránea no rebrota después de los incendios, y aunque puede vivir en la umbría de las paredes de roca no así bajo la sombra de otros árboles, pues la calidad de esta luz, escasa en el espectro rojo y el azul parece que es determinante.
La roca se erosiona, esto es evidente en rocas blandas como la arcilla o la arenisca del Valle del Ebro, pero también ocurre en rocas duras, en especial las que han sido sometidas a fuertes tensiones durante su formación y las ha llenado de grietas y fracturas. Y esta erosión no avanza necesariamente poco a poco, a veces se desprenden fragmentos de tamaños variables, desde pequeños a sectores completos de una pared y su caída por la pared hacer aumentar sus efectos devastadores.
Sabinas colgantes, aunque su posición debería ser consecuencia de la desestabilización al haber perdido parte de la sujeción de las raíces, en algunos casos tenemos que pensar en otras posibilidades. |
Si la erosión es muy grande podemos ver sabinas colgando de una o varias raíces aún vivas y redirigiendo la fronda hacia la luz, en algunos casos da la impresión de que ya crecieron así, (esta es una de las cosas que no siempre acabamos de explicar de forma convincente); y el ultimo paso, las encontramos en el suelo, a pie de pared, con casi todo el sistema radicular.
Evitando el fuego y en busca de la luz la roca parece el refugio adecuado, y resulta que no es para siempre.
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