sábado, 6 de febrero de 2021

TUYO PARA SIEMPRE, CON CARIÑOS, CAOS


El caos puede ayudar mantener el orden al crear diversidad. Caducifolios principalmente abedules en una masa de pino silvestre.

        Esta podría ser la finalización de un carta, en la que alguien cercano a nosotros nos cuenta lo mucho que nos ama, y que siempre seguirá cerca nuestro. En este caso ese alguien, o mejor ese algo, es el caos que seria el responsable de los desastres, eventos y perturbaciones de la naturaleza que nos afectan; algo así como el dicho de “quien bien te quiere te hará llorar”, pero al menos en este caso tiene un sentido.

         Nosotros percibimos la vida de una forma lineal, con un principio y un final. Pero la naturaleza no es así, son ciclos que van del desorden (el caos) al orden (el cosmos), para a través de los desastres volver al caos y empezar de nuevo en un ciclo continuo. 

Esta imagen de suelo sin plantas y troncos caídos corresponde a un rodal de carrascal de los mejor conservados de Aragón con ejemplares de más de cien años. Poco tiene que ver con la imagen idealizada que tenemos de un bosque virgen. En este caso la gran cantidad de madera muerta en el suelo nos indica que hace mucho no se extraen leñas de él. 

        El orden seria un ecosistema estable, en equilibrio, en las zonas de clima templado como la nuestra, seria un bosque salvo en los lugares donde el suelo no lo permita por: ser rocoso, salino, las zonas permanentemente cubiertas de agua, o donde el clima limite el establecimiento de árboles (por aridez o frío); y esos bosques (seria la vegetación primaria o clímax climácica) tendrían en la mayor parte de los casos una especie arbórea dominante que desplazaría a las demás, incluso a los ejemplares jóvenes de su misma especie, así tendríamos un bosque maduro con árboles en su máximo esplendor pero con poca diversidad de especies; si dominan en el tiempo y el territorio, y no hay perturbaciones ni eventos que lo altere, los árboles de este bosque primario se irían haciendo viejos y con ello perdiendo fertilidad. 

         Esta situación de estabilidad que todos desearíamos, esta imagen que idealizamos de una densa bóveda de copas de árboles impresionantes que lo cubre todo, sostenida por enormes troncos sobre un suelo cubierto de hojarasca, tiene sus problemas. El dominio del bosque por ejemplo impide la existencia de la vegetación colonizadora que necesita sol directo, como lo es la hierba de la que se alimentan los herbívoros, por lo que estos no abundan y aún menos los depredadores. Imaginemos en este bosque ideal un desastre natural: temporal de viento o nieve, incendio, lo que queramos; los árboles del bosque dominante no surgen de la nada, necesitamos las semillas, y aún antes unas condiciones adecuadas para que estas germinen, condiciones  que suele proporcionarlas las plantas colonizadoras, la que denominamos vegetación secundaria, y que ha sido eliminada por el bosque maduro; nuestro magnífico bosque primario tendría grandes dificultades para recuperarse. 

         Imaginemos ahora que nuestro bosque no es tan perfecto pues ha ido sufriendo modestas desorganizaciones caóticas en forma de eventos como pequeños incendios o caída de árboles, que han roto la uniformidad creando parches de vegetación secundaria, hay claros donde encuentran alimento los animales herbívoros, y rodales de árboles en diferente estado de recuperación. En esta situación, en caso de un desastre natural que afecte profundamente al bosque, las especies que lo van a restaurar y a recuperar, la vegetación secundaria, están ahí mismo por lo que desde el primer momento van a empezar actuar. 

         

Rebrote de alfalfa después de 12 días de haber ocurrido el incendio. y sin haber pasado por temporada de lluvias.

    Por lo que tenemos dos modelos, muy teóricos pues en la naturaleza influyen más cosas, pero para poder comprenderlos tenemos que simplificarlos. Por un lado un modelo muy estable con poca diversidad y difícil recuperación en caso de desorden por su uniformidad, y por otro un modelo en equilibrio dinámico, muy diverso y que se recupera con mayor velocidad. Ambos son dos modelos que usamos para comprender el papel del caos (perturbaciones, eventos, desastres y catástrofes naturales) en los ecosistemas. Lo que más nos interesa no es evitarlos, que no podemos, sino minimizar sus efectos y valorarlos dependiendo de su frecuencia y su intensidad; el cosmos y el caos forman parte de la naturaleza, y el uno necesita del otro. 

 

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