Teóricamente los árboles pueden ser inmortales, mueren por una infección, depredadores o catástrofes pero no por una programación de la senescencia como en los animales. Pero como siempre hay varias estrategias para conseguirlo.
Normalmente en los árboles asociamos la edad con el tamaño, cuanto más años mayor tamaño, de manera que los árboles grandes o muy grandes deberían ser muy viejos. En nuestro territorio un árbol de 20 metros de altura es grande, pero mientras que para un abeto esta a mitad de su desarrollo posible, para un tejo dobla la de su posibilidades. Igual ocurre con las edades, un chopo que sobrepase los 100 años es muy viejo, sin embrago esa seria la edad de un roble joven con mucha vida por delante.
Y a veces si que es así, las secuoyas alcanzan grandes dimensiones y también pueden tener muchos años, su solución es sencilla, no van renovando tejidos como hacemos los animales, cada año crean nuevos tejidos, nuevos órganos que sustituyen a los anteriores, la hoja caída no es regenerada, el árbol desarrolla una nueva, igual pasa con los vasos por donde circula la savia, el árbol abandona los de año anterior, y crea nuevos vasos cada año con lo que el tronco es un poco más ancho, formando los anillos de crecimiento anuales, muy visibles en las coníferas. De manera que en árboles longevos con grandes perímetros, la parte viva del tronco es una fina capa de milímetros entre la corteza y el leño muerto; consecuencia se hacen árboles muy, muy grandes a base de acumular unos pocos milímetros de madera cada año.
Este es el caso de la secuoya denominada Mark Twain, elegida por su proporcionalidad y simetría tuvo una altura de unos 100 metros y 27 metros de perímetro, y se corto en 1891, a través de sus anillos se supo que tenia 1341 años cuando la cortaron. Actualmente dos rodajas del mismo se pueden ver en los museos de ciencias de Nueva York y de Londres.
Nadie puede decir que en este caso que no existe una relación directa entre tamaño y edad, pero en la naturaleza siempre hay otros planes, otras formas de afrontar la vida y el paso del tiempo. En las zonas mediterráneas hay un arbusto que a veces llega a tener el porte de un arbolillo, pues son raros los ejemplares que superan los 5 metros de altura, al menos en su zona norte de distribución; y vive donde le dejan vivir, es una especie muy frugal, seguramente una, por no decir la que menos agua necesita para vivir en la Península Ibérica, a cambio de tener un crecimiento escaso y por lo tanto un desarrollo muy lento, además no rebrota después de los incendios como hacen otras leñosas de este clima que aúna sequia y calor en el mismo periodo por lo que los fuegos son habituales; es una planta de pleno sol y aunque puede vivir en paredes de umbría no soporta vivir bajo la sombra de otros árboles, es una cuestión no de cantidad de luz sino de la calidad del espectro que recibe, a la sombra de otros arboles el espectro rojo y azul, que es el ideal para realizar la fotosíntesis casi desaparece.
Con esas condiciones solo hay un lugar donde puede dominar, y es claro esta, donde otros no pueden vivir; así la sabina negra que es nuestro personaje domina en lugares con escaso suelo, pedregosos, en solana secas o mejor aún creciendo en paredes de roca donde el fuego ni sus efectos llega, ni tampoco la sombra de los competidores.
En esas condiciones de dura existencia, puede llegar a sobrepasar edades de 1000 años (tanto en el Alto Aragón como en el sur de Francia) pero con crecimientos mínimos, sus anillos pueden tener una sola célula de anchura, y el conteo de los anillos y los datos del carbono 14 son demasiado diferentes nos indican que seguramente algún año no crecen nada, pues en el tronco hay unas zonas oscuras en las que los anillos desaparecen o al menos no vemos nada que nosotros seamos capaces de contar. Así tenemos que un árbol, con mil años, (por sus espectaculares troncos y ramas retorcidos queda feo decir que es un arbusto), aunque su tamaño nos lo indique, no es necesario que sea grande sino que puede ser pequeño, muy pequeño (estamos hablando de un tronco de 13 cm de diámetro mayor, pues para complicar las cosas son lobulados y excéntricos).
En este caso de longevidad llamémoslo por “acumulación”, las especies son de maderas duras, ricas en esencias y compuestos secundarios que hacen muy difícil casi imposible el trabajo de insectos y de hongos.
texto: Miguel Ortega Martínez
No hay comentarios:
Publicar un comentario