viernes, 11 de abril de 2014

LAS LEYES DE LA PERCEPCIÓN


Saltamontes camuflado entre la gravilla

     En la vida diaria, a veces miramos pero no vemos, vamos con nuestros pensamientos, absortos en una idea, en una imagen. No vemos, no porque no haya, sino por que no sabemos que ver. Me explicaré, solemos decir: “ver para creer”. Damos a la vista y a la percepción en general el valor de señalar lo que existe, lo que no percibimos simplemente consideramos que no existe; pero como bien apostillaba el poeta Ralph Hodgson: “algunas cosas tienen que ser creídas para ser vistas”. Nuestro cerebro ha de saber que tiene que buscar para poderlo encontrar y eso a veces requiere un poco de entrenamiento. Hay un ejemplo clásico sobre la percepción que muestra lo que parece una imagen abstracta de manchas negras sobre fondo blanco: es la representación de un perro dálmata sobre fondo de manchas, una vez que reconocemos  la figura las siguientes veces la vemos con mucha mayor facilidad, casi de inmediato. Nuestro cerebro ha aprendido a unir determinadas manchas sabiendo el resultado final.
Saltamontes mimetizado sobre la superficie rocosa cubierta de líquenes y musgo
En la naturaleza los insectos se pueden camuflar mimetizándose sobre la superficie en la que viven ya sea una roca, una corteza, una hoja, etcétera; un ave insectívora puede aprender a reconocerlos si se ha posado sobre ellos de forma accidental y el insecto se ha movido, a partir de ese momento no buscan un insecto sino un volumen con su sombra que no acaba de concordar con la superficie, su cerebro ha aprendido no a ver el insecto sino la sombra del mismo, y ya sabe que buscar.
Larva de un escarabajo casido, los excrementos usados como camuflaje están a la izquierda, la cabeza a la derecha

Una vez yendo por Monegros, en un gran cardo, vi hojas comidas y empecé a buscar al herbívoro que se las comía, pero no lo veía, solo había pequeños montoncitos de excrementos, hasta que uno de estos se movió y comenzó a desplazarse, debajo de los excrementos aparecieron seis patas y una cabecilla, el herbívoro se escondía debajo de sus propios excrementos y resultó ser la larva de un escarabajo casido. Ahora cada vez que veo un cardo ya no busco un escarabajo sino montoncitos de excrementos, y cada vez que lo hago pienso en la cantidad de cosas que miro pero no veo puesto que no se que existen.

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