lunes, 20 de octubre de 2014

LO QUE EL VIENTO SE LLEVO


Fruto alado del arce campestre

Al igual que en la polinización, el viento es un medio transporte eficaz para las semillas y además requiere pocas inversiones pues no hay que pagar al transportista, pero no todo son ventajas pues es impredecible en cuanto al momento en que soplara y que dirección llevará, pues no siempre esta es la adecuada. Para la dispersión por el viento, hay un serie de limitaciones y la primera es el peso, si la semilla es muy pesada el viento no tendrá fuerza para moverla, menos aún para transportarla, y por lo tanto cuanto menos pese más lejos llegará. Esto es lo que hacen las semillas de las orquídeas y las esporas de los hongos, son tan pequeñas y ligeras que el viento las trasporta con facilidad. Pero si el peso no se puede disminuir, lo que hay que hacer es hay que aumentar la superficie para aumentar la sustentación o simplemente para que el viento tenga donde “agarrarse” y empujar.


Fruto del tilo 
Hay frutos y semillas con diseños que les permiten planear, o al menos permanecer en el aire el mayor tiempo posible, como las semillas de los arces con su diseño en forma de hélice que al caer les confieren un movimiento de giro como el de un helicóptero, menos acusado es el giro en las del fresno o en los grandes frutos del tilo, pero la estrategia es la misma, permanecer el mayor tiempo posible en el aire, para tener más posibilidades que una racha de viento las separe de la sombra del árbol de donde provienen. Las especies más planeadoras son las de la selvas densas de los trópicos, donde la densidad de tallos, hojas y ramas reducen la eficacia del viento, la semillas aparte de ser ligeras desarrollan amplias superficies a modo de “ala delta”, tan finas que son traslucidas, y además equilibradas para no volar en círculos y alcanzar la mayor distancia posible.
En las especies que no cuentan con el factor de la altura como los árboles, las semillas deben despegar desde cerca del suelo, el planeo aquí no es una estrategia válida, es mejor desarrollar un sistema a modo de vela que permita al viento elevarlas y llevarlas lejos. Esto lo realizan muy bien los vilanos de las flores compuestas como el diente de león.
Semilla de un geranio silvestre
Pero no es necesario volar con el viento, basta con dejarse arrastrar con él, En algunas plantas el cáliz de la flor, se transforma en una especie de bola liviana, como una pelota hinchable, que mueve el viento y las semillas así viajan dentro de su casa.
Pero hay plantas que no solo usan el viento para transportar, la semilla o el fruto, lo que el viento mueve es la plata entera. Todos seguro que tenemos en nuestros recuerdos la imagen de las películas de “vaqueros” en las que en el desierto una bolas, de ramas, cruzan la pantalla. Estas bolas de ramas no son otra cosa que la mata de una planta conocida por los agricultores de las zonas secas del somontano y de Monegros, la capitana. Esta es una planta anual y cuando muere al secarse las ramas se doblan hacia el interior dándole al conjunto una forma si no esférica, al menos redondeada, la planta además esta preparada para partirse entre el tallo y la raíz que la ancla al suelo. Cuando comienzan los vientos de otoño la planta ya seca es separada del suelo y movida por el viento rodando como una pelota, hasta que se encuentra un obstáculo insalvable, como pueda ser la valla de la autovía de Zaragoza donde se acumulan en grandes cantidades, de tal forma que parece que hacen peligrar el anclaje de las mismas. En las zonas amplias y despejadas de Monegros los días de cierzo se las ve llegar rodando a gran velocidad y si en su camino se cruzan con alguna laguna dejan de rodar y el viento las continúa empujando sobre el agua como si fuera un barco de vela. Durante el recorrido de la capitana, sus frutos han ido quedando clavados en el suelo por donde rodaba y de esta forma la planta ha ido dispersando su semillas, a estas plantas con esta forma tan particular y cinematográfica de diáspora se las denomina estepicursoras.

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