viernes, 13 de marzo de 2015

LA FRONTERA DIFUSA (de Paseando por la Naturaleza nº1)


A la izquierda solana cubierta de roble quejigo, a la derecha umbría con pinar de pino silvestre, Belsué
     Los humanos tenemos la idea de que las fronteras son una línea nítida que separa no ya dos partes diferentes sino dos partes opuestas, y entre ellas no cabe lugar a la influencia de una en la otra. Es una ayuda a la tranquilidad de nuestro ego saber que en otro lado está lo malo, lo negativo, pues nosotros por definición somos lo contrario, lo bueno.



     En la naturaleza la frontera surge cuando hay un cambio, tanto de medio como de las condiciones ambientales, y esto origina formas diferentes de vida. Y esta frontera no es nítida, sino que es un espacio difuso donde, al acercarnos, vamos encontrando elementos de la otra parte, conviviendo en perfecta armonía sin estridencias, salvo nuestro asombro cuando vemos juntas especies que creíamos de ambientes muy diferentes; poco a poco las especies de nuestro lado van desapareciendo, se van rarificando, hasta que ya no encontramos ninguna. Entonces sabemos que ya hemos cruzado la frontera, aunque no sabemos donde estaba, solo sabemos que, a diferencia de las fronteras teóricas, nítidas y por lo tanto pobres en diversidad esta es real, difusa y muy rica en diversidad.


Carrascal (con hoja) con hayas y quejigo (sin hojas), Sº Balcez

     Fronteras difusas las tenemos a muchos niveles:
Entre el medio aéreo y el terrestre, al respirar el aire penetra en el interior de nuestros cuerpos, y también en el suelo pues las raíces de las plantas han de estar aireadas, y nuestros cuerpos y las plantas se desarrollan y desenvuelven dentro del aire.
Entre el medio acuático y el terrestre ocurre algo parecido, hay organismos acuáticos que soportan cierta desecación y organismos terrestres que, al contrario, soportan cierta inmersión, pensemos en la mareas con ritmos diarios, o subidas y bajadas del nivel del los ríos y lagos con ritmos estacionales. Incluso hay animales que una parte de su vida la pasan en el agua, normalmente la etapas iniciales, y después viven en la tierra, pensemos en los anfibios o en muchos insectos, con larvas acuáticas mientras que sus  imagos (adultos) son voladores.

     Las fronteras en la naturaleza son tan difusas que solo las podemos ver si nos esforzamos en ello y, de hecho, las solemos definir más como un cambio gradual que como un límite, de hecho los ecólogos la denominan ecotono, y la vienen a definir como la transición natural entre dos ecosistemas, en la cual hay especias de ambos ecosistemas y por lo tanto son zonas de mayor riqueza e interés biológico.

Matorral en la solana del salto de Roldán, las zonas de verde más apagado son solanas con plantas frioleras como lentisco y el olivarete en las partes bajas. Las zonas de verde más vivo son las umbrías con plantas más necesitadas de humedad como el madroño o el durillo. Las crestas son las zonas más frías y secas.
     EJEMPLO: Tomemos una extensión de matorral mediterráneo en un terreno ondulado, como el que hay a los pies del Salto de Roldán, en principio son todo arbustos que forman parte de etapas de sucesión del bosque después de un uso excesivo en ganadería o agricultura por parte del hombre y con la utilización del fuego. Hay muchas características comunes entre estas plantas, adaptaciones a la sequedad con hojas pequeñas y duras, defensa de los herbívoros con espinas, rebrote de los tallos y/o germinación de semillas después del fuego, etcétera; además de su aspecto parecido las percibimos mezcladas sin ningún tipo de orden. Pero cuando pasamos suficiente tiempo en estas formaciones vegetales de matorral secundario, mirando, observando, o simplemente paseando con los sentidos en alerta, vemos como en las partes más calidas de las solanas aparecen las especies que soportan peor el frío (coscoja, lentisco, olivarete), en los fondos de valle donde se produce la inversión térmica y en las zonas altas donde son frecuentes las heladas por altitud encontramos especies más resistentes tanto al frío como a la sequedad (boj, chinebro). Ya en las zonas menos soleadas, y aunque llueva prácticamente lo mismo, aparecen especies que toleran mal las sequías veraniegas y se mantienen aquí gracias a suelos mas húmedos por la menor incidencia de los rayos solares (durillo, madroño), y en estas zonas de umbría en las parcelas rocosas o de suelo más escaso que retiene mas la humedad vuelve a parecer las plantas tolerantes al sequía, mientras en suelo no mejore. De pronto el caos de después del desastre empieza a estar organizado, bueno ya lo estaba, solo faltaba que nos diéramos cuenta de ello.





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