lunes, 19 de septiembre de 2016

LO QUE NOS CUENTA LA MADERA DE UNOS ABETOS

 Abetal de la Selva de Lasieso en invierno
Ante mí se extendía un claro en el bosque, aunque quedaban árboles dispersos se notaba el vacío dejado por los talados, por los troncos retirados; las ramas abandonadas de los abetos con las acículas aún verdes que tapaban el suelo y las huellas de la maquinaria dejaban claro que la corta había sido reciente, ese mismo invierno.
Ante esta imagen hace años mis emociones habrían pasado del enfado a la indignación y finalmente a la tristeza, por que talar estos árboles? no había madera en otro lugar que en esta maravillosa selva?.
Ahora esta situación la veo como una oportunidad de aprender de los propios árboles talados; bajo las ramas cortadas y abandonadas quedan los tocones, y en sus anillos de crecimiento esta escrita su vida, su historia año a año, y que no siempre es como esperamos que fue.
Abetos en las fajas de Ixable de la Selva de Lasieso, se aprecian los muertes de piedra para sujetar los bancales
Este, a pesar de su aspecto antiguo y sombrío, con grandes y altos abetos cubiertos de plantas trepadoras, muérdago y en los contrafuertes de su base una pátina de musgos y verdín (algas terrestres), no es un bosque muy viejo. De hecho los árboles crecen sobre antiguas fajas de cultivo que aún mantienen sus espuendas de piedra seca ya algo derruidas por el tiempo de abandono. De las últimas engullidas por el bosque los más viejos del lugar las recuerdan como pasto del ganado, que es el paso previo al abandono total de los campos de labor.
Si el bosque no es antiguo, tampoco lo eran los abetos que cortaron a pesar de su tamaño (los mayores de 1 metro de diámetro en el tocón) pocos superaban los 100 años y los que lo hacían era por los pelos. Sus primeros anillos de crecimiento con su perfecta forma circular nos cuenta que estos árboles crecían muy derechos y que no están expuestos a fuertes vientos tal y como ocurre dentro de una masa forestal cerrada; y que estos primeros años de vida el crecimiento fue muy escaso con anillos estrechos (poco más de 1 mm ), como es una zona de alta pluviosidad (entre 1200 y 1300 mm de precipitación anual), sin sequía estival y además el bosque se asienta sobre un profundo suelo de coluvios de ladera, se deduce que lo que limitaba el crecimiento era la luz; se encontraban bajo el dosel de abetos de mayor tamaño y la luz que llegaba al suelo del bosque solo era suficiente para mantenerse y no para crecer.

Pero, sigo con la lectura de los anillos, algo ocurrió que hizo que de un año a otro los árboles tuvieran un crecimiento explosivo, que se inicio en muchos con una gran cicatriz que se extendía hasta ocupar la tercera parte del perímetro de su tocón; y este cambio no ocurrió una vez sino dos, además en todos los troncos estudiados coincide con los años 1965 y 1982; además la forma de los anillos dejo de ser cilíndrica para comenzar a formar lóbulos, que serian los contrafuertes que refuerzan al árbol ante tensiones como el viento.
       
Corte de uno de los troncos de abeto: 1, corta de 1965, 2, corta de 1982 y herida como consecuencia seguramente de la saca de los troncos cortados, los anillos del árbol aumentan después de cada tala al recibir más luz. 3, plaga del lepidóptero defoliador redujo el crecimiento durante dos años y luego el árbol se recupero 
Sendas talas de árboles maderables (la segunda es muy recordada pues con el dinero obtenido se construyo en polideportivo de Biescas)  eliminaron a los árboles dominantes, los señores del bosque que acaparaban la luz solar en lo alto de la bóveda forestal; también fueron responsables de la grandes heridas vistas en los anillos seguramente por golpes en el transporte de los troncos cortados, pues la zona muestreada se encuentra en la parte baja y salida de las trochas por donde se baja la madera. Y como tantas veces ocurre en la naturaleza las desgracias de unos es el beneficio de otros y los abetos jóvenes que malvivían a la sombra y que tal vez habrían muerto sin tener la oportunidad de desarrollarse al completo, empezaron a recibir toda la luz del sol. Con el mayor aporte de energía, y recordemos sobre suelo profundo y sin sequía estival, a pesar de disponer solo entre 8 y 6 meses al año para crecer por encontrarse en una fría umbría, experimentaron un gran desarrollo y sus anillos pasaron a ser más anchos, mucho más (por encima de 1 cm, diez veces más que antes de la tala); aunque hay que tener en cuenta que también que un exceso de sol al eliminar la bóveda forestal puede desecar el suelo y a los abetos jóvenes. Los abetos supervivientes también quedaron más desprotegidos del viento y su mayor altura se compenso con los contrafuertes que crearon los anillos lobulados más recientes.
Pero los anillos nos cuentan más cosas como años de menor crecimiento por sequía  años : 2012, 2005, y 1986 o frío en los años finales de la década de los 70. También que un insecto forestal ( Epitonia subsequana, sabemos la especie porque cuando ocurrió quedo registrado por el MAGRAMA ) se convirtió en plaga los años 1995 al 1997 pues las orugas de esta polilla consumieron gran parte de las acículas de los abetos, estos con menos follaje realizaban peor la fotosíntesis lo que se tradujo en menor crecimiento y por lo tanto anillos más estrechos.
Pensamos en un bosque como algo inmóvil, siempre igual y no es así, los árboles jóvenes esperan la caída de los dominantes, el viento, las tormentas, una tala,… pues si han de esperar a su decrepitud seguramente ellos mueran antes en la sombra.
Tocones después de la tala
Este es el ejemplo de un rodal de abetos con pino silvestre en la Fajas de Ixabale en la Selba de Lasieso, este bosque situado en un umbría accesible y junto a uno de los grandes ríos del Pirineo que se usaban para bajar madera, el Gállego, debió estar muy explotado, mucho más que en la actualidad, en la época de la navegación a vela para usar los troncos de los abetos en la elaboración de mástiles. Y lo ocurrido aquí no lo podemos generalizar con todos los bosques, ni siquiera con todos los abetales, por ejemplo el de la Betosa de Guara fue talado en los años 50, nunca se había sacado madera de ahí, cuentan de abetos que cortaron y no pudieron trasportar por su peso, ahí perdimos la oportunidad de conocer un abetal primario, pero a pesar de estar situado en su limite sur de distribución se recupera bien, mientras que otros abetales en zonas más favorables del Pirineo sufren la perdida de ejemplares años tras año sin saber bien las causas.


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