sábado, 17 de diciembre de 2016

NAVAL, BARRO Y SAL

La población de Naval reflejada en el agua de una de las eras de la salinas de la Rolda
Todos solemos asociar las salinas a las llanuras costeras, secas y soleadas, el agua del mar se hace entrar en esteros y balsas donde al evaporarse el agua la sal se va concentrando hasta que puede recogerse.
 En el interior la cosa empieza a tener algún problema más, en la zona de Monegros la salada de la Playa obtenía el agua salada del subsuelo, primero parece que a través de un pozo y ya al final de su explotación una bomba vertía el agua que obtenía de dos grandes balsas donde afloraba el acuífero salado; aunque tenía la ventaja del espacio al aprovechar parte de la extensión de la laguna preexistente para el emplazamiento de las eras, y un clima adecuado con veranos seco y calurosos, quedaba muy lejos aún de otros territorios como la montaña.
En la montaña también hay sal en forma de sal gema, aunque normalmente lo que aflora a la superficie es el agua que pasaba por las minas de sal dando lugar a fuentes de agua salada. En estas zonas del interior con la orografía más abrupta y más lluviosa que Monegros, el problema era “hacer sal”, eliminando el agua.
En algunos casos el agua salada se empleaba tal cual, se transportaba en boticos como los de vino y almacenaba en las casas en tinajas como la procedente de la Fuente Salada de Guara, se usaba para condimentar la comida y en lugar de sal se añadía agua salada; en otros lugares como en Salinas de Jaca dicen que el agua se cocía en unos grandes calderos dispuestos sobre trozos de vía de tren y se alimentaba el fuego con leña de la zona hasta que evaporaba el agua, esto era importante si la sal había que trasportarse relativamente lejos. En algunas zonas de montaña donde el terreno fuera menos abrupto se podían hacer salinas aprovechando fondos de valle, aunque se procuraba que el manantial salado y las balsas de acumulación estuviera junto a la salina y su eras, como las salinas de la Rolda, de Ranero o de Iruelas en Naval, la primera aún en uso.
Canalización del manantial de Cuesta Monzón
Pero a veces el manantial estaba lejos como el caso del de la Cuesta de Monzón, también en Naval. El manantial salía de la ladera y desde él se había hecho una zanja para la canalización del agua hasta una balsa de acumulación, pues cuando mejor funcionaba la salina era en verano que era cuando menos agua manaba. Aquí lo primero era obtener el agua con la mayor concentración de sal, como el agua salada es mas pesada que la dulce un tubo se encargaba de obtenerla de la parte más profunda del acuífero y de ahí pasaba por unos canalones de madera por medio de la zanja a una balsa de acumulación. Del manantial  también salía agua menos salada que también circulaba sin mezclarse por la zanja pero por los lados del canalón de madera, y era vertida al barranco antes de llegar a la balsa. De este ingeniosa forma se abastecía la balsa de el agua con mayor concentración de sal posible.
De la balsa el agua salada era canalizada hasta la salina por medio de canales realizados en troncos de pinos o de chopos vaciados con azuelas y así cubrían el kilómetro y medio de distancia por el barranco hasta la salina.
En la salina el proceso se repetía, el agua de los pozos o de los manantiales se acumulaba en las balsas para tener asegurado el suministro. Pero no toda el agua de la balsa era igual, el agua salada es mas densa, por lo que en reposo se desplaza hacia el fondo, y esa era el agua que había que sacar para las salinas.
Salinar de Iruelas, Naval: 1 blasa de acumulación, 2 pozo de extracción del agua, 3 algatara o cigüeñal, 4 eras de evaporación del agua, 5 caseta almacén de la sal acabada. 
Para ello en cada balsa había un pequeño pozo adosado conectado con la balsa pero por la parte más profunda, esta conexión se cerraba con barro, así cuando se quería sacar agua, se destaponaba y el pozo se llenaba con el agua de la zona más profunda y por lo tanto más salada de la balsa; para saber hasta donde llegaba se introducía un huevo fresco en el agua de la balsa y este se hundía hasta que llegaba a la zona de la salmuera, en cuyo límite se quedaba inmovilizado. Del pozo el agua se sacaba con una algatara (ceprén o cigüeñal ) a las eras para que el sol evaporara el agua.
El proceso ahora dependía del clima, cuanto más sol, calor y viento mayor evaporación, y por lo tanto mayor producción de sal. Según aumentaba la concentración de sal se iban formando costras flotantes de algunos centímetros de diámetro llamadas “flores”, y cuando aumentaban su tamaño se hundían; era conveniente remover con frecuencia el fondo con los retraderos, para evitar que la sal se pegara la fondo. La “sal acabada” se empujaba con el retradero y se amontonaba con una pala. De ahí en cestos se llevaba a los almacenes.
Detalle de la madera empleada en las eras
La balsa no se podía realizar con cualquier material solo el barro y la madera resistían la corrosión del agua salada, aunque los suelos fueron originariamente de cantos rodados enrejados, después pasaron a ser de baldosas de barro cocido, que facilitaban la recolección de la sal con el retradero. Pero incluso la madera no permanecía inalterada en las salinas con el tiempo de estar sumergida la lignina se iba perdiendo y así queda los tablones con bordes redondeados, con los anillos anuales más marcados y un aspecto “aterciopelado” por la fibras de la madera sueltas.
El problema de “hacer sal” eran las precipitaciones, en caso de tormenta el toque de campana avisaba y los vecinos iban a la salina a recoger la sal o a resguardarla con lonas, independientemente de lo intempestivo de la hora. El otro peligro era el robo pues era un bien necesario y preciado de manera que además de la vigilancia de los carabineros, esta prohibido el paso de ganados trashumantes por la cabañera que discurre junto a las salinas de la Rolda de noche para evitar que animales o pastores entraran en ellas.
Finalmente la sal se guardaba en el alfolí (deposito de sal) del pueblo a salvo de tormentas y de hurtos.


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