martes, 6 de marzo de 2018

LUZ, QUIERO LUZ ( EL ÁRBOL DEL SOL, y I)

       

El lugar de conflicto de sabinas negras (Juniperus phoenicea) centenarias con el hombre.
      

    Eduardo Punset en un pequeño y práctico libro titulado: “Adaptarse a la marea, como tener éxito gracias a la selección natural”, comentaba como a nuestro cerebro de homínidos no le gusta la incertidumbre, necesita la sensación de que controla la situación, y si esta si se alarga nos provoca daños en nuestro sistema inmunológico; tal vez por eso y para evitarla hemos ido buscando explicaciones a la realidad que nos rodea (aunque no sean ciertas): creencias, mitos, leyendas, incluso la religión nos permite explicar el mundo, o al menos tranquilizarnos creyendo que lo entendemos y que de alguna forma lo podemos controlar.  Ahora la ciencia ha venido a reducirnos esa incertidumbre, los científicos nos pueden explicar parte de la realidad y ya no cabe reducir un hecho a un “capricho de la naturaleza” hay que explicarlo con razón y lógica, al menos con los conocimientos que poseemos en ese momento.
      Algo así me ocurre a mi con la sabina negra, desde hace un tiempo no se me ocurre nada más inquietante, interesante y aventurero, en sentido físico y mental, que intentar comprender su crecimiento con lo poco que sabemos de ella; las formas extrañas de algunos ejemplares deben tener una explicación lógica, pero seguramente no lo deduciremos con nuestra lógica sino con la de los árboles. Nuestro desconocimiento proviene de que no es un especie con valor económico, (no es maderable, además es una planta tóxica que no comen ni las cabras), no forma bosques, su tamaño es discreto (no supera salvo rarísimas veces los 5 metros de altura) y además vive lugares poco deseados por otros árboles como son los suelos rocosos y secos, donde puede ser la especie más abundante, pero no por ser dominante sino porque ninguna otra puede vivir en esas condiciones de escaso suelo y sequedad; además muchas veces la encontramos en lugares inaccesibles por lo que pasa desapercibida.  Tal vez sean los escaladores los que más la pueden valorar (saben que es una buena reunión) y también hacerla peligrar (las suelen eliminar de las vías de escalada, si la cuerda se engancha en ellas o hay peligro en caso de caída).
El territorio de la sabina negra, rocoso y seco, el territorio que ningún otro árbol quiere.
         Pero hay dos estudios que nos cuentan algo más de ella: uno es sobre su longevidad y la persistencia de su madera a la intemperie, algo que ya se imaginaba pero no se había estudiado,  y el otro sobre un estrategia de crecimiento, la sectorización, de la que ya hablaremos más adelante. A parte de esto sabemos poco más de su ecología, lo más importante que tenemos que tener en cuenta es que es una planta de pleno sol, que soporta muy mal estar a la sombra de otros árboles (como ya comente en otra entrada anterior: Mala sombra en  diciembre del 2106), pero si que soporta la sombra de las paredes de umbría a las que no da el sol directo en semanas durante el invierno; la explicación puede ser que: bajo los árboles la luz que recibe ya no tiene la “calidad” necesaria (el espectro azul y el rojo de la luz solar que necesita para la fotosíntesis ya ha sido absorbido por el árbol que le hace sombra), o bien en el segundo caso soporta la sombra pues es invierno y la planta esta en reposo vegetativo. Una forma de comprobar esta necesidad de luz directa es en las matas más densas de sabina separar un poco sus ramas y ver que solo posee hojas, recordemos que son como escamas pegadas a los tallos, en los extremos de las ramas y no en la zona interna donde llega menos luz.
         Otra particularidad es que pese a ser una planta mediterránea no rebrota después del fuego, tal y como hacen parientes suyos con los que suele compartir el espacio como el enebro de la miera, por lo que escasea, en especial ejemplares ya viejos, en las zonas donde ha habido frecuentes incendios.
         Por lo tanto por su necesidad de sol directo y escasa talla, solo domina en terrenos degradados o poco aptos para otros árboles, y si queremos encontrar individuos cargados de años hay que ir a una pared de roca y a varios metros sobre el suelo, donde los incendios y las temperaturas que generan  no puedan llegar.
 
Las raíces de esta sabina no se desarrollaron así a la vista, lo hicieron por el interior de una grieta de la roca, desprendida esta quedan visibles.
         Pero vivir a pleno sol sobre un suelo escaso en el clima mediterráneo tiene sus problemas, que soluciona con hojas de tamaño muy pequeño, formas compactas, normalmente arbustivas bajo las que se acumulan las hojas muertas; y seguramente ese acúmulo tenga su importancia ayudando a la formación de suelo y de retención de algo de humedad.  Otra forma de soportar estas sequias es con un potente sistema radicular, al menos algunos ejemplares tienen grandes raíces pivotantes que en algunos ejemplares podemos ver “serpenteando” por encima de la roca en busca de suelo; evidenciando así la erosión, pues ninguna raíz (no aérea) “serpentea” por el exterior, lo hicieron bajo un suelo que ya ha desaparecido.
         De vez en cuando una sequia (los tres meses de verano sin llover nada) lleva a la muerte de algunos ejemplares, los que están en peor situación, en un suelo rocoso, fisurado, son las que se hallan sobre grietas más reducidas y por lo tanto contienen menos suelo y menos reserva de agua. Si bien parece que la observación detallada tiempo después alguna de estas “muertas” acaba recuperándose.   

         Bueno ya tenemos nuestras sabinas asentadas en un territorio no deseado por otras plantas leñosas, ahora a vivir. Al igual que ocurre con otros árboles las propias ramas de la sabina también compiten entre ellas, y comprenderéis que de forma mucho mas individualista cuando os explique una estrategia muy particular de este arbolito.

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