martes, 3 de enero de 2023

DE BOSQUES Y SELVAS DEL PIRINEO (y III)


Esta haya solitaria, denominada el Faballón, se encuentra en el puerto del Portalet (1794m) y pistas de esquí de Formigal, y evidencian el carácter forestal de la zona a pesar de la ausencia arbolado en estos pastos de origen ganadero.
 
    Ya hemos visto como la vegetación con ellos los bosques de forma espontanea y se asientan donde las condiciones climáticas les son mas favorables agrupándolas en pisos de vegetación, pero hay más circunstancias que les influyen en su distribución su extensión y depende de otros seres vivos.

         Los depredadores de las plantas son los animales herbívoros y  los de gran tamaño, desde corzos  a ciervos pasando por el ganado doméstico, se pueden alimentar de las hojas de los árboles, pero solo de las que están más bajas, y con su ramoneo ayudan a que los árboles tengan el porte con el tronco despejado. También se van a alimentar de los nuevos arbolillos y de los rebrotes, así como dañaran las cortezas de otros muchos, por lo que un exceso de herbívoros puede dificultar la regeneración del bosque. Estos animales son los que van a mantener los claros del bosque impidiendo que vuelvan los árboles, pues dentro del bosque maduro, en el suelo no hay casi comida por la falta de luz y la mayoría de las hojas de los árboles están ya muy altas.

         Otro caso son los insectos cuyas larvas se alimentan de las hojas de los árboles, normalmente no se notan los efectos de su alimentación, pero están sometidos a periódicas explosiones de su población, entonces vemos a sus árboles nutricios sin hojas con aspecto de muertos. Pero si no hay otros factores como otros parásitos, sequias, etcétera, los árboles y el bosque se recuperan solos.

Gave du Broussé, fondo llano del valle destinado originalmente a cultivos, laderas forestadas, y donde disminuye la pendiente pastos de verano pero de origen antrópico sustituyendo la parte superior del bosque.

         Los humanos no nos alimentamos de los árboles del bosque, si de los frutos de algunos de ellos pero sobre todo la base de nuestra alimentación son cultivos herbáceos y para tener suficientes, y de frutales, hay que hacerlo sustituyendo al bosque por ellos.

         Desde un punto de vista tradicional los humanos en el Pirineo han habitado sobretodo el fondo de los valles, donde han eliminado los bosques de esa zona, principalmente robledales a favor campos de cultivo, (dejando algunos ejemplares como trasmochos) aprovechando un territorio menos escarpado, y receptor de agua y nutrientes de las laderas que se encuentran por encima. En la ladera se mantenían los bosques, pues producían madera y estabilizaban las vertientes que además eran demasiado empinadas para cultivarlas. Y por encima del bosque los pastos de verano del piso alpino; el rebaño en invierno se alimentaría en los campos del valle que se dejaban en descanso. 

         Si la población humana descendía y por lo tanto su presión, el bosque recuperaba terreno. Pero si la población aumentaba, el bosque se eliminaba para obtener madera para la construcción y carbón vegetal; y se creaban bancales en las laderas para establecer campos de cultivo, pero a pesar de ellos la erosión aumentaba, sobre todo por los cultivos itinerantes en los que no se aterrazaba el suelo. 

         De una forma sencilla se podría decir que la superficie agrícola determinaba el número de habitantes, y la superficie de pastos y el numero de cabezas de ganado la riqueza de los mismos; el termino riqueza habría que explicarlo, pues muchas personas trabajan a cambio de la comida, y los criados de las casas, el ahora “personal contratado” por las casas, dormía en las cuadras.

         Con la “Reconquista” se consiguen nuevos territorios en el Valle del Ebro, pero ante fronteras que se desplazan según las batallas, en los campos no es seguro que la cosecha se pueda recoger, por lo que se impulsa la ganadería, pues los rebaños si se pueden mover a la vez que las fronteras. Además estos nuevos territorios son buenos como pasto, pero solo para el invierno, por el clima seco de la zona. El problema lo solucionaron ampliando los pastos de verano que había de forma natural por encima del bosque, eliminado los árboles del bosque los cuales se talaron, quemaron, y se arrancaron las cepas, tal y como atestiguan los sedimentos de los lagos pirenaicos, para crear los pastos que hoy día vemos a cotas mas bajas del piso alpino, y que desde entonces la ganadería ha mantenido. 

         Hay una forma muy sencilla de comprobarlo, lo que este por debajo de esos 2000 metros de altitud que hemos usado de referencia como límite del bosque tiene un origen humano, observando grandes árboles normalmente hayas que crecen en mitad de estos prados, o fijándonos como las zonas menos pastadas o en abandono de los prados se cubren de matorrales como el erizón y el boj, y van apareciendo pinos como el silvestre que crece a menor altitud que el pino negro. El que a veces hallan situado pistas de esquí en estos pastos no alpinos no nos debe confundir.

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Brinzales de haya recolonizando los pastos que sustituyeron al hayedo, la falta de mantenimiento y la reducción de las cabezas de ganado permiten la recuperación del bosque.

         Por lo que si la vegetación va variar según la altitud y al orientación tanto al sol como a los frentes de nubes, también lo hará según se este recuperando de perturbaciones como incendios y aludes, del efecto de otros seres vivos y sobre todo de la influencia humana. Basta compara zonas actuales de bosques que en fotos de hace menos de un siglo eran auténticos eriales. Y como demostración de cómo la naturaleza esta en continuo cambio, cada vez se ven mas pimpollos de pino negro por encima del limite forestal, y esto puede ser por dos causas, una el clima cada vez más cálido y otro el descenso en la presión ganadera; aunque puede que las dos estén actuando a la vez.

 

         Por lo que los bosques primarios maduros, si queda alguno, escasean y se encuentran en lugares recónditos; la lejanía y la inaccesibilidad son unas medidas de protección muy eficaces. 

 Texto y fotografías: Miguel Ortega

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