sábado, 30 de abril de 2016

EL SENCIILLO ALBARDÍN Y LA EXTRAVAGANTE ORQUÍDEA (Paseando por la Naturaleza nº13)

Albardín  ( Lygeum spartum) en plena floración
A veces en un mismo lugar y en una misma época del año confluyen estrategias vitales no solo diferentes, sino opuestas, y curiosamente el objetivo es el mismo, la reproducción.
Los yermos del somontano, esas zonas  más o menos llanas con zonas de suelo desnudo y cubiertas de escasa vegetación, lo que queda de antiguos carrascales transformados en tomillares, albardinales o lastonares, están dominados por pequeños arbustos o macollas de herbáceas, todas ellas plantas adaptadas a veranos secos y a los incendios, lo que determina en parte su aspecto sobrio y poco llamativo, incluso en primavera, durante la floración.  
Flor de la orquídea de espejo,  Ophrys ciliata
Es el caso del albardín, cepellones de hojas enrolladas y duras que recuerdan más a alambres que a otra cosa, hasta la primavera, cuando florecen. Entonces nos tenemos que fijar para darnos cuenta de las flores, son grandes pero destacan poco del resto de la planta, son como capullos alargados del mismo verde apagado de las hojas, pero que nunca se abrirán para mostrar su espiga, como gramínea que es, hasta que esta esté totalmente madura y ya convertida en fruto; de su extremo colgarán los estambres y los pistilos, “vergonzosa” flor que oculta el cuerpo y exhibe los genitales. Pero no necesita más, pues el viento es el polinizador, una estructura que facilite que el viento se lleve el polen y que después quede retenido el los pistilos de otras flores de albardín.
Flor del albardín preparada para ser politizada por el viento, con los "genitales" al aire
Esta estrategia, la de la polinización por el viento, es arcaica pero funciona muy bien en zonas abiertas. La planta no invierte mucho en la flor, pero sí en producir gran cantidad de polen, el viento es un buen transportista pero no lleva una dirección fija, y la mayor parte del polen que transporta nunca llegar a su objetivo.
Entre los pies del albardín en las  primaveras buenas, en las que llueve lo suficiente, aparecen desde los tubérculos que hay bajo en suelo unas dos o tres hojas carnositas y pegadas al suelo, si la primavera sigue siendo buena crecerá un vástago entre las hojas y en él se abrirán unas pocas flores. Estas plantas evitan la sequía del verano y parte de los fríos del invierno perdiendo su parte aérea y permaneciendo bajo el protector suelo en forma de tubérculo. Sus flores serán el modelo más sofisticado que encontraremos en el yermo y en todo el territorio, son las orquídeas de abejeta, y entre todas, la orquídea de espejo es tal vez la más espectacular, no por su tamaño, pues estas flores no pasan de los 2 centímetros, sino por el azul de su labelo que brilla como un espejo, de ahí su nombre. Si la flor parece rebuscada con su parte brillante de borde velludo, que recuerda a un insecto. Y esto no es una coincidencia, su método de polinización sí que es lo más rebuscado de entre las flores, y no solo a nivel local sino también planetario.
Flores de la orquídea de espejo preparas para ser polinizadas por el macho de abeja, 1 pollinos, 2 labelo que facilita el preciso y fogoso aterrizaje del insecto  
Muchas plantas son polinizadas por los insectos, algunas son generalistas y cualquier insecto puede alimentarse de su néctar y de paso, sin quererlo, polinizar la flor; otras seleccionarán a un grupo concreto de polinizadores, así reducirán su inversión en néctar; algunas solo permiten la polinización de por una especie concreta (ver la entrada del 26 de junio del 2014, Elegir al mensajero). Las orquídeas de abejeta llegan a más y solo les interesa uno de los sexos de una especie concreta de abeja salvaje. Su táctica no se basa en ofrecer comida en forma de néctar, polen o la propia flor, su táctica es ofrecer sexo, que no darlo, y por eso selecciona a los machos.
En el curso de la evolución estas orquídeas han evolucionado para parecerse a un insecto, y aún más para los machos de determinadas especies de abejas. Estas flores no solo se parecen a hembras fértiles de su especie sino que tienen su tacto y, lo más importante, huelen como ellas, o al menos es lo que creen, pues cuando los machos emergen después de la metamorfosis, nunca han visto una hembra de su especie, pues ellas surgirán más tarde, de manera que se guían por lo que su “instinto” les dicta. Y de eso se aprovecha la planta, el insecto intentará copular con la flor y en la acción se cargara con uno o dos paquetes de polen, los polinios. Es de imaginar que, frustrado, el macho llegará un momento que se cansará de la flor y marchará hasta que encuentre otra flor-hembra falsa, y volverá a intentar copular con ella y así dejara su carga de polen, la planta habrá conseguido su objetivo, la polinización y nuestro macho de abeja no.
La gran pregunta es, por qué la orquídea ha montado este retorcida farsa para hacer lo que muchas plantas consiguen con cualquier insecto, o solo con el viento como su vecino el albardín.

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