lunes, 9 de noviembre de 2015

EL ESTRUENDO DEL SILENCIO

El interior del bosque olvidado

Estoy solo en el interior de un bosque situado en un rincón de un valle que no da acceso ningún pico, sin sendas ni caminos marcados, en él esta prohibido cazar y está demasiado lejos para la mayoría de buscadores de setas, tampoco hay río ni siquiera un arroyo o una fuente, incluso se libró de la tala de mediados del siglo pasado que vació de árboles casi toda esta ladera, es un bosque olvidado. Y sin embargo en su interior me siento relajado, a gusto, en paz y feliz, aquí las horas pasan rápidamente paseando por debajo de los grandes árboles,  incluso por debajo de los matorrales, aquí las matas de boj son como arbolillos, con los troncos rectos y cubiertos de musgo estimulados por la falta de luz y la abundancia de humedad.
Mostajos, arces, robles y algún haya dan la nota de color en este momento del otoño, sobre el verde permanente de los pinos silvestres que domina el bosque, y que completan la más escondida paleta cromática de las setas: rojo, naranja, morado, lila y todos los matices del marrón, el gris y el blanco. 
En las cercanías del bosque olvidado, mezcla de pinar de pino silvestre y caducifólios 
Un pájaro carpintero de vez en cuando tamborilea con picotazos contra un tronco, cuando cesa el silencio en el bosque es total. Pero de pronto, sin previo aviso, una hoja seca cae desde lo alto de la bóveda del bosque, en su viaje hasta el suelo choca contra las ramas que hay debajo, es un sonido intenso, rotundo; parece que esta marca la salida y es acompañada por el sonido de otras muchas hojas que caen por el viento que las ha desprendido en lo alto de las copas, y durante un instante parecen que son las gruesas gotas de una tormenta de confeti amarillo y blanco y rojo.
Este era un viaje anunciado, con la llegada del frío muchos árboles pierden las hojas de forma programada. Para estas especies esto es preferible a que se dañen por el frío o tener que invertir en gruesas cutículas para protegerse. En el suelo sus nutrientes volverán a las plantas después de ser alimento de hongos y microorganismos.

Aquí el mayor peligro deben ser los propios árboles, como bosque viejo y desierto hay troncos pudriéndose sobre el suelo y bajo una capa de musgo, troncos recién caídos y troncos a medio caer con el cuello ya roto y separado del tocón pero apoyado en las muletas de las ramas de sus vecinos. Y troncos de árboles “muertos en pie”; hace tiempo que cayeron las hojas para no volver a salir, después siguieron las ramas y hasta los grandes camales que las soportaban, ahora solo queda los troncos pelados ya sin corteza, llenos de los agujeros que hacen los pájaros carpinteros cuando buscan su alimento, y las larvas de los insectos que junto con los hongos transforman la madera y ayudan al retorno de los nutrientes al suelo. Al final el tronco caerá y solo quedará un breve tocón, último testigo del árbol erguido, altivo y dominante que fue. En cada ser vivo todo tiene un principio y un fin, y el final de unos es el principio de otros, pues sus moléculas, los átomos que formaban sus cuerpos ahora deshechos serán usados por otros, y así la vida nunca se acaba pues siempre retorna aunque sea con apariencia diferente.

Hojarasca de caducifólios
El suelo cubierto de hojarasca es mullido, silencioso, pero de vez en cuando piso una ramilla seca y al romperse resuena como una detonación, miro a mi alrededor pero no ocurre nada, soy indiferente para el bosque.
Hace rato que los que podían huir lo han hecho, seguramente sin prisa, en silencio. Sin los grandes animales el bosque parece vacío pero esta lleno a rebosar, en el bosque como en cualquier medio dominan los no vistos, los invisibles, son demasiado pequeños, de vidas ocultas y apariencias poco llamativas que se camuflan con el bosque;  calculan que en Gran Bretaña puede haber casi trecientas especies de insectos que se alimentan del roble, habría que sumar sus parásitos y sus depredadores. Los invertebrados son muy diversos pues son muy pequeños, para ellos un árbol viejo es como para nosotros toda una cordillera llena de montañas y valles diferentes. Pero no nos dejemos engañar, el que sean pequeños no quiere decir que no tengan un peso importante en un bosque, por ejemplo, en un bosque de Europa occidental de media el peso de todos los mamíferos y las aves por hectárea suponen 1,7 kg, pero el de los insectos se eleva a 5 kg , y en hayedos sin realizar cortas solo los insectos relacionados con la madera pueden ser de 7,8 kg. El estruendo pude ser mayor que el silencio pero hay que aprender a oírlo.