jueves, 31 de julio de 2014

POR FIN LLEGÓ EL VERANO


      
     
Las plantas de alta montaña no solo tienen que resistir el frío ,sino también el exceso de rayos solares y en muchos casos la sequedad, collado de Brazato, Panticosa

     Cuando éramos niños para muchos de nosotros el verano era el periodo del año en que más nos relacionábamos con la naturaleza, pues era la época de las vacaciones y en la que los más afortunados se iban al pueblo. Pero para los que vivíamos en la ciudad y carecíamos de pueblo donde veranear era tiempo de jugar en la calle, donde los solares abandonados y sin edificar se transformaban en un lugar de aventuras llenos de plantas exóticas y animales fantásticos, aunque las primeras fueran simplemente malas hierbas y los segundos algún insecto que se dejaba coger.
        Con los años, los solares sin edificar del barrio se quedaron pequeños, era la época de las primeras aventuras en busca de naturaleza con la bicicleta como transporte. Pero esta era una naturaleza un tanto ausente, todo lo que veía en los libros había ocurrido semanas antes cuando la preocupación del final de curso escolar no dejaba lugar a viajes de exploración. Para cuando yo llegaba con la bicicleta los animales ya se retiraban por el calor y las plantas por entonces eran poco más que un bonito decorado verde, verde agostado, casi todo hojas sin casi flores. La primavera ya había pasado hacía tiempo y entonces me empecé a dar cuenta de lo que significa el verano en las zonas mediterráneas.
Escasez de plantas como consecuencia de la escasez de precipitaciones, y también de suelo, Montesblancos, Monegros 
El verano, con su sequía característica define al clima mediterráneo y es además una rareza, pues normalmente en el resto de climas la subida de temperaturas lleva asociadas también las lluvias. De forma que aquí, las plantas, han debido adaptarse a dos épocas malas, dos épocas muchas veces de descanso obligado, especialmente en las zonas del interior de la península donde además de la sequía estival hay que sumar el frío del invierno. En el invierno el frío impide la existencia del agua líquida que necesitan las plantas, por lo que estas entran en reposo. En verano, además de la falta de lluvias, las temperaturas altas empeoran las cosas, algunas plantas pierden parte del follaje para compensar la perdida de humedad, otras simplemente desaparecen de la superficie de la tierra, permaneciendo en forma de semillas, bulbos y tallos subterráneos y todas las que permanecen han desarrollado estructuras que las defienden de la desecación, lo que no evita que tengan en algunos momentos que paralizar su desarrollo. Esta pérdida de tiempo la recuperaran los días calidos de invierno, por eso las plantas mediterráneas no pierden la hoja en invierno.
Escasez de plantas como consecuencia de la ausencia de suelo, cabecera del Caladarés, Panticosa
Curiosamente en la alta montaña, donde hay muchas precipitaciones, los paisajes que encontramos nos recuerdan a los de las estepas. Aquí hay agua pero pasa gran parte del año en forma de nieve o hielo y así las plantas no la pueden usar, domina la roca  y escasea el suelo por lo que el agua escurre rápidamente y no es retenida, además como consecuencia de la mayor altitud la protección de la atmósfera es menor y el efecto de los rayos solares (especialmente los UV) es mayor especialmente en verano. Por eso las plantas, aunque sean de especies diferentes, tienen adaptaciones parecidas a las de las zonas desérticas, pues las adaptaciones para evitar la perdida de humedad por la sequía también sirven para evitar la pérdida de humedad por el frío, así encontramos plantas achaparradas con hojas pequeñas,  estas protegidas con ceras, pilosidades o gruesos tejidos, muchas evitan la época desfavorable bajo el suelo en forma de semillas, bulbos y tubérculos, y poseen importantes sistemas radiculares. Tan lejos en el espacio y sin embrago tan cerca en los problemas.


jueves, 17 de julio de 2014

UNA LENGUA MUY LARGA O UNA CARA MUY DURA



Darwin, la polilla predicha y la orquídea inspiradora 

      Algunas flores seleccionan a los polinizadores situando los nectarios y el néctar en el fondo de un largo tubo, de forma que solo los que tengan las herramientas adecuadas como una larga probóscide, como la espiritrompa de las mariposas, pueden llegar a ellas. La ventaja para el polinizador es que sabe que este tipo de flores son muy poco visitadas por lo que es fácil que tengan néctar en abundancia.
       De esto ya se dio cuenta Charles Darwin viendo una orquídea originaria de Madagascar, su nombre científico, Angraecum sesquipedale, alude a su dimensiones  “un pie y medio” de sus nectarios y es el ejemplo más exagerado que se conoce. Darwin dedujo que debía haber un polinizador con un aparto bucal lo suficientemente largo, aunque él no llego a verlo existe tal y como él predijo, y se trata de una mariposa nocturna  que se llama Xanthopam morganii praedictus, encontrada en 1903, y no hay que saber mucho latín para comprobar que el ultimo nombre se refiere a que fue predicha su existencia.
Aguileña visitada por un abejorro cara dura y detalle de los orificios del "robanectar"
El néctar es un recurso preciado, por lo que algunos insectos han aprendido a robarlo cuando no pueden acceder a él en las flores cuando los nectarios están situados fuera de su alcance, para ello perforan la flor cerca de estos y así lo lamen. Para la planta esto es un perjuicio, pues el insecto ladrón no solo no realizan su parte del trabajo, polinizar la flor, sino que cuando llega el polinizador adecuado seguramente no encontrara néctar y puede que rechace ese tipo de flores.
La  aguileña posee unas flores muy llamativas y un tanto atípicas pues cuelgan, de manera que para acceder a ellas hay que hacerlo desde abajo y, además, poder llegar al nectario no está al alcance de cualquiera, pues se encuentra a unos 2 ó 3 cm en el interior de la flor. El abejorro de la foto recorrió todas las flores y todos los nectarios de la planta sin intentar acceder de la forma adecuada, tomando el néctar a través de los orificios que presentaba la flor cerca del nectario. Es posible que él no los realizara y se aprovechara de la actividad de otros, pero a la planta le da igual quien fue el primero, el néctar así obtenido no le reporta ningún beneficio.
 Ahora que lo sabemos nos fijaremos en tubos, cuernecillos y demás prolongaciones de algunas flores donde se encuentran los nectarios y, seguramente, veremos algunos perforados.
Flores de madroño perforadas


martes, 8 de julio de 2014

LA RUTA DEL NECTAR

Flor de Salvia lavandulifolia no solo facilita el aterrizaje de los polinizadores sino que indica la dirección del néctar, en cuyo camino esta el pistilo y los estambres

El polen contiene el patrimonio genético de la planta y es rico en proteínas y aceites, por lo que a la planta le resulta caro de producir. Para aumentar su eficacia reproductora y reducir su producción, la planta debe buscarse alguien que haga el trabajo del transporte de este en lugar de confiárselo al impredecible viento  y que además el transportista sea eficaz. Si alguien lo lleva de flor a flor, la planta necesita producir menos polen, por eso se vale de los animales, aves y murciélagos en los trópicos pero sobre todo de los insectos, que son los únicos animales polinizadores en nuestras latitudes.
Pero claro, los insectos no van a realizar esta tarea de una forma gratuita, la planta les debe dar algo a cambio y algo que ellos necesitan, como el alimento. Así primero, insectos como los escarabajos se alimentaban de la flor y del polen, destrozándola pero al menos la fertilizaban. Después otros insectos se dedicaron a alimentarse del polen como aún lo vemos hacer a las abejas que lo transportan en bolitas adheridas a sus patas y que constituye el aporte de nitrógeno en su alimentación. Pero lo normal es que las plantas les paguen con otro producto muy energético y mucho más rentable, pues esta compuesto principalmente por agua y azucares, el néctar.
Flor de diente de león vista con luz blanca y con luz UV invisible para nosotros pero no para los insectos
A las plantas les interesa facilitar el trabajo de los polinizadores, cuantas más visitas de insectos reciban sus flores, más posibilidades de que trasporten el polen que las pueda fecundar. Por eso lo primero es llamar la atención de los insectos, para eso se valen de los colores vistosos de sus flores y de las fragancias adecuadas. Una vez llamada la atención procuran dirigir al insecto hacia el néctar, de esta forma evitan que insectos de buen tamaño y fuerza, como los abejorros, destrocen la flor en su busca. Para indicar la dirección correcta la flor tiene una serie de marcas visuales en forma de líneas y cambios de color con las que guían a los insectos.
Nosotros no podemos apreciar bien esta comunicación visual, las flores están para y por los insectos, por lo que las marcas son visibles con el espectro de luz visible por estos, que esta mas desarrollado hacia el ultravioleta. El rojo por lo tanto no es visible para ellos y por eso hay tan pocas flores silvestres rojas, y tantas de color blanco, azul, amarillo y sus combinaciones como rosa, naranja, fucsia, morado, y verde. Como los insectos usan una banda del espectro de luz que para nosotros es invisible, las flores las ven de manera diferente, así con luz ultravioleta aparecen muy diferentes a lo que nosotros percibimos, pues también influye el grado en el que reflejan la luz ultravioleta, más brillantes en la zona cercana a la base del pétalo y en dirección al néctar. Determinadas especies incluso facilitan información del estado de madurez de las flores, con cambios de color de sus pétalos para que los insectos no pierdan el tiempo en flores demasiado jóvenes o ya fecundadas, como ocurre con el castaño de indias y la pulmonaria.
Myosotis sp. señala la la madurez de las flores con variaciones del color
Pero las flores incluso facilitan el aterrizaje de los insectos, desarrollando pétalos adaptados a tal fin como si de un aeropuerto se tratara, como en labiadas como el romero o la salvia y las orquídeas.
Solucionado el problema del transporte ahora queda el de la recogida y entrega del polen que la realiza el insecto de forma involuntaria. Por eso es la flor quien lo dirige con señales y néctar para que primero se impregne del polen de los estambres. En la siguiente flor de la misma especie al realizar el mismo recorrido depositara también el polen que transporta en los estigmas de la flor. La evolución ha facilitado esta relación de forma que el cuerpo de estos insectos suele estar cubierto de pelos en los que se pega, volvamos a recordar a las abejas, el polen además esta cubierto por sustancias adherentes o estructuras que facilitan su enganche al cuerpo de los insectos.
Con esta forma de polinización, el insecto convertido en transportista, influye decisivamente en la reproducción de la planta y se beneficia el mismo, pues además de recibir alimento, al favorecer la fecundación de la plantas ayuda a que haya mas plantas y por consiguiente más flores y más alimento en el futuro.