lunes, 31 de agosto de 2015

TONTOLIGO


     
           
               Normalmente a lo cotidiano, no le solemos prestar demasiad atención, de hecho si alguien nos pregunta por ejemplo, sobre algún detalle de la fachada de enfrente de nuestra casa, resultara que nos fijamos en ella los primeros días en que nos fuimos a vivir a esa calle pero, ahora… ¿cómo es la fachada de enfrente?. La cosa se complica cuando además de ser elementos cotidianos estos carecen de un interés a simple vista, ni son llamativos, ni especialmente atractivos, tiene una función, la cumplen y ya esta.
         Algo así ocurre que a finales del verano aparece un fruto que consumimos y apreciamos por su dulzor, el higo. Conocemos su sabor, su aspecto inquietante si los abrimos, y las diversas expresiones que lo mencionan, como: “tonto el higo”, (mejor dicho: tontoligo), “de higos a brevas”, etc. Pero, ¿alguien se ha fijado en la flor de la higuera de donde sale su fruto, el higo?.
        

         Pero vayamos al principio, la higuera silvestre o cabrahigo, nace de semillas en roquedos y muros, y da frutos pequeños, apenas carnosos. Como la polinización es muy especializada, pues una única especie de insecto concretamente una avispilla se encarga de ella, las flores de la higuera están diseñadas exclusivamente para las necesidades de esta, quedando imposibilitadas otras formas de polinización como el viento o la intervención de otros insectos. La dependencia del insecto también es total pues necesita del higo para poder llevar a cabo su reproducción, que realiza en su totalidad en el interior de este.
Al principio de la primavera, los botones florales ya se encuentran en las yemas terminales y contiene tres tipos de flores, masculinas, femeninas y estériles, estas últimas servirán de alimento a los polinizadores, pues los insectos no polinizan gratis y algún beneficio en forma de alimento obtienen. Seguramente nadie recuerda haber visto estas flores, simplemente lo que ocurre es que no las vemos porque se encuentran enceradas en una cápsula carnosa, donde se reúnen en gran número formando inflorescencias, y a pesar de encontrarse juntas en reducido espacio, las flores no se autofecundan pues cada sexo madura en diferente momento, y sincronizadas con la llegada de las avispillas polinizadoras.
Las hembras de la primera generación de las avispillas, penetran en los botones florales y depositan los huevos en las flores estériles. De estos huevos, serán los machos los que surjan antes, y nada más nacer buscarán a las hembras, fecundándolas a través de la pared de las flores estériles donde aún se encuentran. Durante su efímera vida los machos nunca saldrán al exterior, por eso carecen de alas, que además de no necesitarlas les supondrían un estorbo para moverse entre las flores, una vez concluida su función, fecundar a las hembras, morirán.
Las hembras ya fecundadas salen al exterior, y como junto a la salida están las flores masculinas ya fértiles, se impregnan de polen. Las hembras ya fecundadas, y cargadas de polen, vuelan buscando otros higos para depositar su puesta. Una vez dentro del higo, las hembras de avispilla al pasar entre las flores femeninas las fecundan con el polen que llevan adherido en su cuerpo, con lo que el higo podrá madurar. Ellas por su parte depositan sus huevos en las flores estériles y así aseguran una nueva descendencia de avispillas, y sin quererlo de higos.
         Las inflorescencias primaverales maduran para el final de verano y otoño y dan lugar a los higos, mientras que las inflorescencias tardías de finales de primavera o del verano detienen su desarrollo en invierno y lo reanudan en la primavera siguiente, madurando en junio del segundo año y dando lugar a lo que llamamos brevas, y se encuentran sobre ramas de dos años. La tercera generación de insectos procedentes de las puestas de junio inverna dentro de lo que serán las futuras brevas.
Sin embargo las higueras cultivadas son todas de flores hembras. Las avispillas entran en los higos de estas y no encuentran flores estériles donde realiza la puesta, pero polinizan sin querer las flores hembra con el polen que transportan. De esta forma el higo puede madurar pero la avispilla no puede acabar su reproducción. Por esto las higueras cultivadas (salvo las variedades actuales, partenogenéticas) necesitan la presencia de las silvestres para que el fruto se desarrolle, con el aporte de las avispillas.

Pero no acaba aquí su relación con los animales, si abrimos un higo seco encontraremos innumerables semillas diminutas, estas pasan a través del tubo digestivo de los muchos animales que comen los higos, incluidos nosotros, pues su abundancia en azúcar los hace tentadores incluso para algunos carnívoros como el tejon o el zorro. De tal forma que con sus excrementos quedan las semillas rodeadas de nutrientes y lejos de la planta madre. Las aves son grandes dispersadoras de estas semillas y de hecho son las que “siembran” las higueras en lugares inaccesibles para el resto de animales como paredes rocosas, o muros.
Por lo que partir de ahora cundo veamos a alguien abrir un higo y contar lo asqueroso que es pues parece lleno de gusanos le podremos decir por lo bajini: “caliente caliente tontoligo”.

miércoles, 26 de agosto de 2015

LA ARAÑA COLECCIONISTA


     
Vista parcial del nido de la araña coleccionista

        Las nubes indicaban que iba a haber tormenta, pero al final todo ha quedado en una breve chufina (lluvia acompañada de fuerte viento), que tal como ha venido se ha ido. La escasa lluvia no ha bastado para empapar el suelo, ya seco desde primeros de junio, pero al menos me ha proporcionado un breve olor a humedad que disfruto como si del mejor regalo se tratara.
         El paisaje esta imperturbable, por el descanso obligado de la sequía del verano solo unas pocas especies de plantas se atreven a florecer, sus largas raíces les aseguran un recurso del que carecen la mayoría, y así reclutan a todos los polinizadores que sin ellas no tendrían done ir.
Todo lo que no vemos, todo lo que nos pasa desapercibido, nos parece que no existe. Por eso estos paisajes secos de valle del Ebro nos parecen vacíos, sin interés. Solo tenemos que detenernos, respirar hondo y empezar a mirar los detalles.
      Si nos fijamos en las matas de romero que abundan en estos lugares veremos que abundan las telas de araña. Entre las ramas encontramos unas con una “decoración” particular
La colección de esta araña: 1 restos de hojas de romero, 2 carcasas de escarabajos, 3 restos de una cochinilla de la humedad, 4 piedrecita, 5 excremento de conejo. 
      Los humanos cuando vemos algo que nos llama la atención, pero no sabemos exactamente que es o para que sirve, normalmente lo denominamos con algo de nosotros mismos. Hay un caracol marino que pega a su concha otras o restos que encuentra, así logra camuflarse o bien aumentar su tamaño con lo que disminuyen los predadores que se atrevan con una concha tan grande, tal vez demasiado esfuerzo para tan poco alimento, es el caracol coleccionista. También hay un pájaro coleccionista, que crea una escenografía de ramitas y pajitas cuidadosamente colocadas y decoradas con su colección de objetos ya sean naturales o no, y de un color determinado, en este caso su finalidad es clara impresionar a una hembra y reproducirse.
      Pero nuestro caso se trata de una araña de Monegros, que también se encuentra en la zona de Almería y seguramente en el norte de África, esta araña no se sabe muy bien para que “colecciona”. Sobre su nido de tela con forma de campana, coloca restos de hojas y cálices de la flor del romero, incluso excrementos de conejo o de oveja posiblemente para camuflarlo. Como vive en zonas con bastante insolación también podría pensarse que es para aumentar el aislamiento de los rayos solares, podría ser. El problema empieza cuando vemos que también coloca restos de sus presas, esta es una araña relativamente voluminosa y con un veneno que al menos en sus parientes americanas, “las viudas negras”, es bastante potente por lo que sus presas son coleópteros de gran tamaño como los zapateros (Blaps sp.), cochinillas de la humedad y hasta escorpiones, los que encontramos sobre su nido. El problema es que estos restos pueden ser un atrayente de aves que también se la puedan comer a ella. En cautividad, de la misma forma que colocaba unos restos de escarabajo los retiraba para volverlos a colocar tiempo después. La cosa se complica cuando también encontramos piedrecitas, para nosotros son diminutas pero en su escala deben representar un gran esfuerzo; una demostración de poderío ante sus congéneres, a lo mejor. Como no sabemos con certeza para que lo hace solo podemos especular, una razón debe de haber, pues es una característica de los ejemplares de esta especie.
Lactrodectus lilianae hembra dentro de su tela con una presa
Esta araña de la que muchos ya estarán asustándose: grande, venenosa, cazadora de escorpiones..., lo siguiente es pensar que es mortal de necesidad solo con andar cerca de ella, pero pasó desapercibida hasta año 2000 en que fue descrita, y su descubridor se la dedico a su mujer Liliana, por eso se llama Latrodectus lilianae. Y que nadie piense mal, los científicos dedican sus hallazgos a la gente que aprecian, aunque sea una “viuda negra”, que como en otras arañas se come al marido.



sábado, 22 de agosto de 2015

DE COMO LOS GLACIARES HAN AYUDADO A LA AGRICULTURA DE MONTAÑA



Campos de Betés de Sobremonte, al fondo la morrena cubierta de pinos abierta por el barranco
Abandonamos el fondo del valle del río Gállego y empezamos a subir una empinada carretera que va a una zona que se llama Sobremonte. El nombre parece indicarlo todo y vamos cogiendo altura, parece mentira que alguien quisiera vivir en estas laderas pero cuando llegamos a las poblaciones de Aso, Yosa y Betés vemos que se encuentran en una sorprendente y apacible llanura, ocupada por prados en lo que no hace mucho fueron campos de cultivo de trigo y sobre todo de patatas.

El mayor problema de la agricultura de montaña en el Alto Aragón, en especial la que se realiza en cotas altas, tiene que ver con la temperatura, en concreto con la falta de calor. La mejor zona para la agricultura son los fondos de valle: superficies más llanas al aprovechar las terrazas fluviales, más cálidas por estar a menor altitud, suelo fértil por el aporte de materiales sueltos del río y de los nutrientes desde las laderas; pero a veces los valles son tan angostos que ni hay tanta superficie disponible ni los cultivos reciben todo el sol necesario, y por supuesto la población se encuentra dispersa en pequeños núcleos por las laderas del valle, pues la ubicación de las poblaciones depende de su cercanía a los recursos,
Esquema de los campos de Betés, 1 Betés de Sobremonte 1298 m., 2 morrena glaciar y ermita de Santa Orosia, 3 morrena glaciar, 4 Biescas 876 m.
De esta forma se abancalaron laderas para establecer cultivos, normalmente cereales, y también se aprovecharon terrazas colgadas e incluso explanadas de origen glaciar. Los glaciares (y para que nos hagamos una idea de las dimensiones: el del Gállego llegó a tener unos 30 Km de longitud y, en esta zona, entre 300-400 metros de espesor) transportan una gran cantidad de sedimentos que dejan depositados en forma de morrenas cuando retroceden. Las morrenas laterales llegan a taponar la salida de los valles secundarios, represándolos y formando áreas lacustres donde los sedimentos que transportan los cursos de agua que desembocan en ellos se depositan en forma de finas capas horizontales. La erosión al final acaba por abrir una salida a través de la morrena y entonces la cuenca lacustre se deseca pero queda la llanura de su fondo con los sedimentos ahí acumulados. La consecuencia es una zona apta para el cultivo relativamente llana, de suelo adecuado por ser materiales finos y sueltos, muy interesantes en zonas de montaña donde las pendientes y las rocas dominan; su mayor limitación es el mayor frío por la altitud, pero a cambio estas solanas reciben más horas de sol que el fondo de valle.
Bloque errante del glaciar del Gállego junto a la ermita de Santa Orosia.