martes, 29 de septiembre de 2015

SIGUIENDO LAS PISTAS DE UN GLACIAR DESAPARECIDO (Paseando por la Naturaleza nº6)


Lo que queda de hielo del glaciar del gallego, bajo la Quijada de Pondiellos (Infiernos), a la derecha morrena

Los glaciares son consecuencia de largas épocas de grandes nevadas invernales y/o veranos fríos en los que no se llega a fundir la nieve; esta se acumula en las cabeceras de los valles, de ellas solo sobresalen las cimas más altas con su característico aspecto de rocas rotas, formando agujas y crestas llenas de aristas, son los nunatak (del inuktiyut pico solitario).
Como en nuestro caso vamos a seguir el glaciar del Gállego comenzamos con los picos que rodean el Balneario de Panticosa (Infiernos, Gran Facha, Batanes, etc.) y que bordean las depresiones interiores llenas de nieve, que forma los circos glaciares, como los de los Lagos Azules, el de Bramatuero, Argualas, etc. 
La nieve acumulada es tanta que su propio peso hace que cambie de estructura, los cristales en forma de estrella de la nieve se rompen, hay menos aire entre ellos y se transforma en un hielo relativamente plástico. Ante el empuje de nuevos aportes de nieve, esta se desborda sobrepasando el umbral del circo y comienza un lento viaje valle abajo; el efecto de toneladas de hielo en la roca hace que, por muy dura que sea, se arranquen trozos de esta, estos trozos bajo el peso del hielo de la lengua glaciar contribuirán a desgastar las rocas sobre las que se desliza, limando sus cantos y dejándolas redondeadas, (Bozuelo, zona del puente sobre el rio Caldarés). Como la presión de la lengua de hielo es uniforme dejará un valle en forma de artesa con paredes verticales visibles cuando el hielo se retire. Nos podremos hacer una idea de hasta donde llegaba el espesor del glaciar observando estas rocas redondeadas que contrastan con las de bordes agudos que forman picos y crestas que se encontraban por encima del hielo. 
Roca madre de granito redondeada por la abrasión glaciar en Bozuelo
La fricción de los trozos de rocas dejará un fino sedimento (harina de glaciar) y estrías en la roca madre que nos indican la dirección que siguió la lengua glaciar. Pero hay rocas con suerte, han caído sobre el glaciar y este las transporta con mimo, como si fuera una cinta transportadora, sin agitarlas, sin friccionarlas contra las paredes del valle. A veces son grandes rocas de varias toneladas y ahora las encontramos tras la fusión de la lengua glaciar lejos de su origen, con aspecto anguloso y sin señales de haber rodado durante su transporte, son los bloques errantes, como los del Balcón de la Reina, el mirador sobre el balneario.
Desde este lugar vemos como a la lengua glaciar que provenía principalmente  de los circos de los Lagos Azules y de Bramatuero, por lo que ahora es el rio Caldarés, se unen las de Brazatos y Argualas, todas confluyen en el Balneario de Panticosa que no es un circo glaciar propiamente dicho, aquí el duro granito debilitado por una gran fracturación del mismo unido al peso del hielo de varias lengua glaciares produjo esta cubeta de sobreexcavación. 
1 Cubeta de sobreexcavación glaciar del Balneario de Panticosa, 2 valle colgado de las Argualas. 
Desde nuestro mirador podemos ver como el valle de las Argualas desemboca a través de un notable escarpe, este valle se quedo así colgado pues la zona del balneario estaba ocupado por hielo, por lo que esta lengua glaciar secundaria carecía de desnivel y por lo tanto fuerza erosiva excavar un cauce más bajo que se igualara con el de la cubeta del Balneario de Panticosa. 

jueves, 24 de septiembre de 2015

ALUDES (y III), APROXIMACIÓN A LAS FORMAS DE LOS ÁRBOLES EN LAS ZONAS DE ALUDES


Pino negro, Pinus uncinata en la zona de aludes del valle de Literola, Benasque

      Como resulta evidente, para que haya árboles deformados por aludes de nieve lo primero es que la zona donde se encuentren sea proclive a estos, aunque se produzcan de forma muy espaciada en el tiempo; y ahí es donde el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles (dendrocronología) nos ayudan a datar aludes de los que no hay un registro escrito.
      Los árboles afectados por los aludes de mayor tamaño y más longevos, se encuentran en la periferia de la zona de aludes, sufren sus efectos pero de forma atenuada. En el centro del canal de aludes no hay árboles o, en todo caso, son de tamaño pequeño, pues periódicamente son eliminados por su paso.
     La capacidad de rebrotar de cepa de las frondosas parece una característica deseable en estos árboles, pero la situación en altura hace que sea el pino negro la especie más afectada, su incapacidad de rebrote se compensa con su capacidad para malvivir,  alguien dijo que era el árbol que era capaz de sufrir más sin llegar nuca a morir, dado los ásperos enclaves de alta montaña que llega a poblar.

     El efecto del impacto de la nieve del alud sobre los árboles va desde romper solamente ramas secundarias a ser capaz de tumbar de raíz árboles centenarios de más un metro de diámetro, pasando por romper troncos que ya tienen una forma tumbada por haber superado la fuerza de los aludes en anteriores ocasiones. Si somos observadores podemos encontrar una explicación para alguna de las formas de estos árboles.

     Si el árbol tumbado es muy joven y aún no esta completamente lignificado, por lo que conserva cierta flexibilidad, el tronco se erguirá de nuevo para alcanzar la vertical, sino recibe un nuevo percance el árbol adulto será de tronco vertical pero con una característica curva en la base del mismo en contacto con el suelo (1). Hay laderas donde estos árboles son la mayoría, aunque no todos sean del mismo año.

     Si el árbol ya esta lignificado el alud lo inclinara, (2a) pudiendo llegar a tocar el suelo aunque sea pendiente abajo, como efecto secundario aunque no menos importante será la perdida de ramas donde ha impactado el alud y el daño a las raíces, mayor cuanto más inclinado esté el tronco y matando al árbol en la mayoría de estos casos, el efecto es tal que las raíces al ser arrancadas levantan y remueven el suelo (2b). 

     El árbol así tumbado puede seguir vivo y quedar en contacto con el suelo (3a) o no, dependiendo seguramente de si había nieve compacta o ramas que amortiguaran el empuje de la nieve (3b). De todas formas si los aludes se repiten periódicamente estos árboles suelen sobrevivir pues su forma ofrece poca resistencia al paso de la nieve, y /o dada su escasa altura sobre el suelo en ese momento pueden estar medio enterrados en nieve compacta; siendo las ramas y el ápice del tronco los que al tender a crecer en vertical los que sufren repetidas roturas. El resultado son troncos tumbados con escasas ramas, con el follaje horizontal si los aludes son frecuentes, “aerodinámico” aunque no es el viento quien da forma sino la nieve de los aludes.

     Si el árbol tiene la suerte de crecer protegido por un relieve, una roca (4a) o rodeado de nieve compacta en el momento del alud (4b), este se desliza por encima de la protección de manera que dobla o rompe las zonas que crecían por encima, dando lugar a un árbol de tronco recto pero corto, de fronda en forma de bandera que disminuye según lo hace la protección.

     La protección también puede ser el propio tronco si el impacto de la nieve no es excesivo, de forma que el árbol pierde las ramas a barlovento y conserva las de sotavento del alud (5).
     Un efecto del choque de la nieve con el tronco que no llega a matar al árbol pero sí lo daña profundamente es que este se raja longitudinalmente y paralelo al suelo como consecuencia del impacto, la raja puede se visible desde el exterior (6), en algunas se puede mirar a través ellas o solo quedar marcadas en el exterior como una línea de sutura en la corteza.
Por último hay que tener en cuenta que en cada ejemplar de árbol puede haber daños de varios aludes o de perturbaciones diferentes (viento, rayo, caída de piedras, actividad de los animales, etc.) lo que hace que cada ejemplar sea único. 

sábado, 12 de septiembre de 2015

ALUDES (y II), EL JARDINERO EXPRESIONISTA




Pino negro, Pinus uncinata, de porte inclinado como consecuencia de los aludes, peña Blanca, Benasque

     La senda avanza por el pinar de pinos negros, árboles de troncos rectos y follaje oscuro, de sombra fresca que alivian el calor que sentimos al realizar este camino de alta montaña. De ponto la luz del verano lo vuelve a inundar todo, hay menos árboles y  parece que un jardinero aficionado a los bonsáis y al arte topiario se halla dedicado a trabajara algunos de estos árboles con formas inquietantes, troncos tumbados, ramas retorcidas, frondes asimétricos, formas torturadas de aspecto sufriente más propias de genero de terror que de un agradable paseo en un soleado día, pero el jardinero no ha sido otro que la nieve del invierno en forma de un alud.
     Las zonas con tendencia a los aludes aparecen en las laderas boscosas como calvas de forma alargada que sigue la máxima pendiente y se ensanchan hacia la base, ya que la periodicidad de los aludes impide el establecimiento continuado de árboles. Bueno algunos árboles sí soportan los aludes al menos durante un tiempo o con ciertas concesiones, normalmente son pinos negros de pequeño tamaño que quedan bajo la nieve consolidada sobre la que se desliza el alud, o su tozudez les permite recuperarse después aunque visiblemente transformados con el tronco de inclinado o tumbado contra el suelo y la pérdida de parte de las ramas.
     Aunque fieles a su programación de crecer en dirección a la luz, los ápices de su troncos y las nuevas ramas se yerguen verticales desde el suelo hasta que el siguiente alud los poda de nuevo, quedando árboles rastreros de troncos pegados al suelo, a veces rajados longitudinalmente como consecuencia del impacto de la nieve, con una maraña de ramas en lugar de copa, pero son árboles vivos al fin y al cabo. Hay árboles que tienen más suerte, han crecido al amparo de una roca, pero cada vez que baja un alud troncha las ramas que osan levantarse por encima de la protección.

Secciones troncos de pino negro, inclinados por los aludes: 1 anillos concéntricos el tronco del árbol esta vertical, 2 momento en que el árbol se inclina como consecuencia de un alud, 3 anillos excéntricos cuando el árbol se desarrolla tumbado. En B además el golpe del alud rajo el tronco longitudinalmente
     No solo cambia el aspecto del árbol también la estructura del tronco, pues este necesita depositar más madera y más densa en la mitad inferior del tronco (en las coníferas) para contrarrestar las tensiones de su nueva posición horizontal, quedando de esta manera el corazón del árbol fuera del centro del mismo. Esta anormalidad es la que nos permitirá, contando los anillos de crecimiento, el poder datar la fecha del alud que lo tumbó. El tamaño de los anillos nos indicará también que después de un alud hay una perdida de ramas, por lo que el crecimiento secundario del tronco se ralentiza durante varios años, pues con menor follaje el árbol realiza menos la fotosíntesis con la que se nutre y puede crecer, además las reservas almacenadas se usan en el desarrollo de nuevas hojas, por lo que los anillos que corresponden a estos años son muy estrechos.

Efecto del alud del Salvaguardia, agosto del 2014
     Junto a estos árboles expresionistas de troncos rotos, tumbados y retorcidos, se alzan los troncos rectos de los árboles que han crecido fueran del canal de aludes, erguidos, orgullosos y desafiantes hasta que un año de grandes nevadas o en el que el viento ha depositado la nieve en otra zona y el alud no se desliza por donde siempre y lo hace por una nueva trazada, se lleva a los árboles altivos de troncos rectos que hasta el momento habían sido simples espectadores. La fuerza es tal que tumba árboles centenarios y arranca, al levantar parte de su raíces, grandes trozos de suelo que quedan como heridas abiertas, pero no por mucho, la reconstrucción comienza ese mismo verano con el banco de semillas de plantas oportunistas que almacena el propio suelo y que no podían desarrollarse con la sombra de los árboles.
     Los veranos con calor y agua de lluvia les dieron la vida poco a poco a los árboles, un solo invierno de nieve y frío se la quitó a toda velocidad.



jueves, 10 de septiembre de 2015

ALUDES, CAMBIO DE IMAGEN


Aspecto del alud de Peña Blanca, Benasque, en agosto del 2015
Si nos imaginamos un Pirineo prístino, donde la población humana aún no era capaz de modificar severamente su entorno, y si hubiera habido un clima semejante al actual, los bosques se extenderían de forma continua hasta por encima de los 2000 metros de altitud y, en las zonas menos nubosas lejos de la costa, es decir con más horas de sol directo, llegarían aclarándose progresivamente hasta los 2600 como ocurre en la solana del barranco de Cregüeña. Estas zonas altas, por encima del bosque, estarían cubiertas de pastos alpinos, pues las plantas de escaso porte pasan la mayor parte de las épocas de frio bajo el protector manto de nieve (ver entrada 2013 diciembre: Frío, frío que te quemas). Por debajo de estos pastos de altitud solo faltaría el bosque en las zonas rocosas, sin suelo donde enraizar los árboles, y las calvas de diferente origen, aunque siempre como consecuencia de una perturbación: la caída de un árbol por ser ya muy viejo o por la fuerza del viento, un deslizamiento de suelo, el derrumbe de una pared de roca, un incendio en las zonas más mediterráneas, una riada en las orillas de cursos de agua, un alud y poco más.
Desde el fondo del valle del río Ésera el bosque asciende, cada vez más aclarado, por la solana del barranco de Cregüeña, Benasque,  hasta los 2600 metros de altitud
Cuando a los primeros pobladores del Pirineo la nieve del invierno les vetaba amplios territorios de la montaña, para qué permanecer rodeados de nieve, con escasos recursos, si podían evitar la situación desplazándose valle abajo en busca de  mejores condiciones. En aquella lejana época seguramente los aludes, de los que en verano únicamente quedaban sus efectos, se tomarían por una fuerza misteriosa que arrasaba zonas de los bosques situados a mayor altitud apilando los troncos de los árboles en el fondo del valle.

Los aludes son a la alta montaña lo que los incendios a las zonas mediterráneas o las riadas a las riveras de los ríos, forman parte de su dinámica. Los ecosistemas tienden hacia la estabilidad, pero una vez encaminados en esa dirección, se alteran con las perturbaciones y a empezar de nuevo. En el proceso entran nuevas especies de seres vivos al crearse nuevos hábitats por lo que aumenta la biodiversidad, se liberan nutrientes, se crean nuevos territorios, etcétera.
         Antes de que el hombre tuviera capacidad para transformar el territorio del Pirineo los aludes eran muy importantes, al eliminar los árboles que con su sombra impiden el crecimiento de la hierba en el suelo, crean zonas de pasto donde alimentarse en invierno los grandes herbívoros pues permanecían sin nieve gran parte de esta estación, los aludes creaban manchas de hierba en laderas completamente cubiertas de bosque, lo cual significaba también un buen recurso para los antiguos pobladores de estas montañas en forma de caza.
Vista desde el aparcamiento del Anayet: 1, hayas a 1650 metros de altitud. 2, estructuras de las pistas de esquí de Formigal
Pero en el Pirineo desde el siglo XI se quemó, se taló y se descuajaron las cepas de los árboles, transformando amplias zonas de los bosques situados a mayor altitud en pastos para alimentar en verano a los rebaños que pasaban en invierno en el valle del Ebro, aunque también se realizaron talas para obtener la madera empleada en la construcción de barcos, y carboneo para obtener el combustible de las herrerías mayores; el efecto creador de pastos de los aludes ya no era necesario. Pero los árboles de cotas altas ayudaban a retener la nieve, la anclaban, y ahora en grandes zonas están ausentes y cuando la nieve acumulada se desliza y coge velocidad los árboles de media ladera y del fondo del valle no pueden pararla.
Aún podemos ver ejemplos de esta transformación empezada en la Edad Media y mantenida hasta nuestros días por la ganadería, árboles grandes y solitarios, generalmente hayas, en mitad de laderas completamente cubiertas de las herbáceas que forman los pastos. Estos solitarios nos recuerdan que esta es una zona de querencia forestal  aunque coincidan ahora con una pista de esquí alpino, los auténticos pastos alpinos y supraforestales quedan aún mucho más altos.
Nuestra relación con los aludes ha cambiado, ellos siguen siendo lo mismo pues también ha cambiado nuestro uso del territorio. La alta montaña en invierno ha sido hasta no hace mucho un lugar vacío, desierto y los aludes eran algo lejano, pocas veces humanos y aludes coincidieron; pero hoy la nieve es en muchas zonas de montaña un motor económico, y los aludes un problema para las comunicaciones, generan pérdidas económicas y también pérdidas en vidas humanas. Por eso ahora tienen la imagen de un enemigo que, como poco, hay que prevenir y evitar.