domingo, 23 de noviembre de 2014

PIN PAM PUM FUEGO, FRUTOS SALTARINES

Fruto lanzadera de la amapola

Después de la de la fecundación y de la maduración del fruto, a las plantas les llega el turno de distribuir sus semillas, es la diáspora. Esto no es algo fácil, pues aquellas semillas que no caigan en lugar adecuado, no tendrán otra oportunidad para germinar y desarrollarse. Igual que con la polinización, las plantas usan diferentes estrategias según los requerimientos de cada especie. Al igual que las flores estaban diseñadas para la polinización, los frutos y las semillas lo están para el medio de transporte que vayan a usar en su dispersión, ya sea el viento, el agua, los animales o en las menos especies, ellas mismas.
         Determinadas plantas se toman muy en serio donde van a parar sus semillas y con ello la supervivencia de estas, por lo que las depositan en un lugar adecuado y siempre cerca de ellas. Los tallos del cacahuete introducen sus frutos bajo tierra, al igual que lo hace algún regaliz silvestre, así las semillas tiene menos probabilidades de ser descubiertas y consumidas, estando en un lugar donde germinar, que al menos, malo no es. Este recurso de autoplantarse lo usan también especies que crecen en las paredes rocosas, estas están especializadas en vivir en este medio y necesitan que sus semillas caigan en un lugar adecuado, en este caso una grieta de la roca. Por lo que, los tallos con los frutos se van moviendo hasta colocarse en contacto con la pared en la que viven, muchas de estas semillas son pegajosas y se quedarán adheridas a la pared, y siempre tendrán así más posibilidades que cayendo al suelo, o esperando que el viento o las aves las depositen en las fisuras de la roca.
Cymbalaria muralis, las flores se orientan hacia el vacío mientras los frutos entran en contacto con el muro para facilitar que las semillas encuentren un lugar adecuado
Hay muy pocas especies de plantas que tengan la facultad de enviar o lanzar sus semillas lejos, sin la intervención de ningún agente externo. Una de las más fantásticas, y además cercana a nosotros, es el pepinillo del diablo. La planta, que nos recuerda la de los melones, se extiende cubriendo el suelo, los tallos con las flores se yerguen del suelo unos centímetros y de ellos colgaran después los frutos, cubiertos de pelos duros y de tamaño pequeño, en comparación a sus parientes cultivados como son los melones y las calabazas. El secreto de esta planta es la presión de los líquidos, y es tal la turgencia en el fruto maduro que al más mínimo roce, se rompe por la unión al peciolo y de él salen disparadas a presión las semillas, alcanzando hasta doce metros. Caminar descalzo entre estas plantas cuando sus frutos están maduros, es desencadenar una guerra de explosiones silenciosas y disparos de semillas, que nos proporciona una sensación de refrescante sorpresa, especialmente sino no conocemos las costumbres de esta planta. El pepinillo de diablo es un planta espectacular, pero no es la única que utiliza este método, que también usan determinadas violetas, el falso trébol que invade algunos huertos, y la impaciencia que encontramos como planta ornamental de jardines.
Hay otras que lanzan sus semillas pero utilizan la tensión desencadenada por la diferencia de humedad, como algunas leguminosas. La vaina se abre, y al desecarse se va retorciendo desde el extremo hasta que se topa y queda bloqueada por una semilla, esta opone resistencia hasta que, la fuerza de la tensión acumulada al frenar la torsión de la vaina hace de resorte es tal, que desprende la semilla y la lanza.
        
Quitameriendas, Merendera montana, mostrando1 fruto abierto en forma de copa con semillas, 2 semilla en el suelo que ha sido lanzada
Otras plantas en cambio necesitan un pequeño empujón del viento o de los animales para lanzar sus semillas, como hace la amapola y algunas plantas con bulbo como los abozos. El fruto en forma de copa en el extremo de un tallo rígido pero elástico en la base. Al empujar el tallo este se dobla por su base, y cuando cesa la presión vuelve rápidamente a su posición inicial, como impulsado por un resorte lanzando las semillas que hay en el fruto igual que si fuera una catapulta.


martes, 11 de noviembre de 2014

ESTA DICIENDO CÓMEME

Fruto abierto mostrando las semillas de Iris fétido

Tal vez el método más equitativo para que nosotros los animales, (puede que algún lector se sienta incomodo, que no molesto, por recordar que somos animales en el sentido amplio del término, y no como calificación, y que a pesar de toda nuestra tecnología aún participamos en los procesos naturales), dispersemos las semillas de las plantas es que se nos pague por ello. Pero a pesar de hacerlo no nos solemos dar cuenta de la acción, tal vez ahí reside la magia de la cuestión.
Para dispersar sus semillas, las plantas deben llamar nuestra atención, con algo que sea de nuestro interés y en un lenguaje que entendamos. Las plantas nos ofrecen como pago un alimento rico en azucares, vitaminas y agua, y además hacen publicidad de él con el color y con su aroma, así también nos indican su estado de madurez, pues a la planta no le interesa que lo consumamos antes de que las semillas estén preparadas. Evidentemente nos estamos refiriendo a la fruta, cuando no esta madura es de color verde y así colabora con la fotosíntesis de la planta, además le falta sabor y puede ser jasca, áspera, por ser rica en taninos que la hace poco palatable, la semilla aún no esta preparada ¿pero para qué?.
Fruto del arañón o pacharán
La estrategia es bien atrevida, dentro del fruto que nos tienta están las semillas, pepitas o pipos, como las queramos denominar. Al comernos el fruto deberíamos comernos también las semillas, están deben evitar ser masticadas o dañadas por los jugos digestivos para lo que son duras y poseen pieles resistentes a los ácidos, (cutículas protectoras), y al final de la digestión salir al exterior con los excrementos. De esta forma la planta consigue varias cosas, hemos dispersados sus semillas pues es de suponer que en el tiempo de la digestión nos hemos desplazado alejándonos de la planta madre, además al pasar por nuestro sistema digestivo hemos eliminado muchos parásitos de la planta que se encontraban en el fruto, y para colmo depositamos las semillas con abono, nuestros propios excrementos. Esta relación es tan fuerte, que se dice de muchas semillas que no germinan si no han pasado por un proceso digestivo, ya que sus cutículas impiden la germinación.
La mecánica es siempre la misma, y al igual que con el polen, la planta prefiere elegir al transportista. En nuestras latitudes los transportistas preferidos son las aves, pues tiene una serie de ventajas, la primera es su movilidad. El volar les confiere una capacidad para abarcar un amplio territorio que no poseen los mamíferos por ejemplo, además pueden llegar a cualquier lugar del arbusto o incluso del árbol mientras que los animales terrestres o trepan o esperan a que caigan los frutos al suelo. Otra ventaja notable es su sistema digestivo, pues no mastican y su digestión es poco efectiva con lo que se reduce el riesgo de estropear las semillas.
Semillas de muérdago depositadas (y pegadas) sobre una rama de pino
Las plantas por supuesto adaptan sus frutos a las necesidades de las aves, lo primero la publicidad, los colores, el espectro visible de las aves es similar al nuestro y el rojo que si ven, a diferencia de la mayoría insectos como las abejas, es el color más visible por eso aunque hay frutos silvestres negros como los del aligustre, azules como los pacharanes o blancos como los del muérdago, dominan los de color rojo y hay muy pocos amarillos o naranjas que son colores asociados a que el fruto aún no esta bien maduro. Como la mayoría de las aves frugívoras son pájaros, el tamaño de los frutos no puede ser muy grande, para que se lo traguen y no lo despedacen antes de comerlo. Y la relación con los pájaros es fuerte, de los tejados donde descansan los tordos o en sus dormideros los excrementos caen con las semillas y bajo ellos gemirán en abundancia. Otras aves como lo zorzales se decantan por los frutos del muérdago, que son muy pegajosos, de hecho es uno de los componentes de la liga o besque con la que se cazaban pajarillos al pegarse a las ramillas impregnadas en este producto, bueno pues los excrementos son tan pegajosos que el ave ha de frotar su cloaca contra la rama de un árbol para poder librarse de ellos, esto es lo que busca el muérdago, así queda depositada sobre la corteza en la cual germinar e hincar sus raíces. De hecho la alimentación frugívora de estas aves se comprueba al ver sus picos poco especializados, que son como unas pinzas para coger frutos, sobre todo en comparación con especies granívoras como el gorrión con sus fuertes pico trituradores.