sábado, 12 de noviembre de 2016

UNA HABITACIÓN CON VISTAS A UNA NOCHE DE DESEO

La imagen deseada en un atardecer maravilloso
Hay un dicho chino que dice: “ten cuidado con lo que deseas, no sea que se convierta en realidad”. Y así un día, mejor dicho una noche un deseo se convirtió en realidad. Esa vez había escogido un largo valle, en cuya cabecera pensaba acampar de manera que remontando un pequeño vallecito, ya muy poco transitado podría contemplar los rayos de sol del atardecer sobre una de las montañas míticas del Pirineo; lo que a mi me interesaba no era la altitud o la importancia de la montaña sino las rocas veteadas que formaban su ladera oeste que con el sol bajo ganaban en intensidad, el pronóstico del tiempo era lluvia al día siguiente, pero si el tiempo me permitía llegar y disfrutar del atardecer que más me daba la vuelta bajo la lluvia, pues para eso iba preparado, además deseaba un día de lluvia en un verano bastante seco.
Y todos mis deseos fueron concedidos, el acceso con buen tiempo, un atardecer sin nada de cursiladas del tipo cielos anaranjados y el canto de los grillos con el sol en el horizonte; la naturaleza me ofreció un paisaje sublime, como una premonición, casi aterrador. El cielo al ocaso del día me enseñó de todo lo que era capaz con las nubes y los rayos de sol atravesando los huecos que ellas dejaban, iluminado la montaña como con un cañón de luz, intensa, concentrada, que revelaba la estructura retorcida y colorida de las rocas que la formaban. Porque por la noche, el cielo me mostró también lo que podía hacer con las nubes y los otros rayos, los de tormenta, acompañando a la deseada lluvia cayendo sobre mí.
La habitación con vistas, aunque desde este punto de vista parece lo contrario
Al menos el lugar de acampar lo elegí con cuidado, aunque alejado de la senda y atravesando una morrena, procure que no estuviera en lo más alto para evitar los rayos en caso de tormenta eléctrica, ni en una depresión por los encharcamientos si llovía, con agua cerca, y buena vista del valle y las montañas. Y fue acabar de cenar y a refugiarse en la tienda, caían las primeras gotas y el sonido de los truenos cada vez más intensos no dejaba duda, la tormenta venia hacia mí (dándome importancia) o simplemente yo estaba en su trayectoria. Al principio no paso nada destacable, llovía, granizaba un poco, dormía, despertaba de vez en cuando y comprobaba que la tienda hacia su trabajo de protegerme del agua a pesar de que las tormentas venían una tras otra. Entre tormenta y tormenta aún salía de la tienda, era una noche de luna llena pero los densos nubarrones oscurecían casi todo el cielo, la luz que  podía superarlos iluminaba las laderas de las montañas ahora blancas por el granizo, recordaba una escena del señor de los anillos, el ataque a Mordok.
Llego un momento que la tienda dejo de dar de sí y el sellado de las costuras empezó saltar en pequeñas costras blancas como caspa gorda, y el agua comenzó a entrar, primero como goterones indecisos que colgaban largo rato del techo, de ahí pasaron a gotas decididas a empapar el suelo de la tienda; al principio, con envolverme en la capa de agua era suficiente, pero la lluvia y el granizo aumentaron en intensidad, y un rayo que cayó cerca o al menos a mi me lo pareció por el estallido que escuché, y ese fue el fue el detonante. Vestirme, calzarme, recoger el saco de dormir, hacer la mochila, y como no podía irme ni dormir, pasar el rato sentado sobre la mochila, a esperar. Era el momento ideal para ponerse nervioso (te vienen los pensamientos más inoportunos para una situación así) y te entran ganas salir corriendo, pero a donde? mejor que la tienda aunque goteante no había nada en los alrededores, era noche cerrada, tenia que superar la morrena con sus piedras ahora resbaladizas al haberse hidratado los líquenes que las cubrían, además tenia que cruzar el río, la tarde anterior fue un pequeño salto, pero ahora?, seguro que su nivel había subido  y…. además si me cogía otra tormenta a oscuras, entre las piedras o cruzando el río eso si que sería trágico y me arrepentiría de haber salido de la tienda.
En estas circunstancias el tiempo pasa despacio, muy despacio, tienes sueño pero no puedes dormir, procuras pensar en cosas agradables y solo te imaginas un arroyo trasformado en río espumoso y desbordado que cruzar, a tu memoria viene relatos de desgracias de paseantes solitarios en la montaña; y eso si que no, no podía entrar en las estadísticas de accidentes o imprudencias, la noche siguiente tenía que estar en casa, en mi cama. Casi empiezo a desear no estar aquí, al menos en este preciso instante (fue un momento de debilidad, lo reconozco también tengo mis miedos). Pero era el momento de los recursos propios y trazar un plan que fuera seguro, lo que no quiere decir fácil e inmediato: había que irse lo antes posible antes de que el hielo del granizo se deshiciera y el caudal del riachuelo aumentara en exceso, pero lo primero era esperar al día, necesitaba luz; ayer deseaba la lluvia y ahora deseaba el sol. Lo segundo aligerar equipaje, necesitaba agilidad y rapidez, no me llevaría las muestras de roca (pedruscos), y me metería en los bolsillos de la camisa lo imprescindible: la libreta de notas dentro de una bolsa de plástico, las tarjetas de memoria de las cámaras de fotos, la documentación, el móvil y las llaves el coche, …así en caso de necesidad abandonaría la mochila. La tienda la dejaría montada,  no perdería tiempo recogiéndola entre tormenta y tormenta, y así llevaría menos peso, y en caso de no poder cruzar el río tendría un sitio relativamente seco donde guarecerme, todo claro, todo mecanizado mentalmente y a esperar el amanecer, mientras a comer y beber al menos llevaría las “pilas cargadas”, no sea que luego me diera un bajón cuando necesitara energía.
El granizo que me amenizo la noche anterior
Amanece y no llueve, pero parecía que al cielo que aún le quedaba agua para rato, cerré la tienda con una nota en su interior diciendo que estaba bien, que me iba y que pensaba volver por la tienda otro día. Me cargué la mochila, crucé la morrena con cuidado un resbalón seria un error absurdo y me encaminé hacia el río. Si doy la impresión de absoluta tranquilidad es que no soy buen escritor, el gusanillo del estómago y las ganas de salir corriendo y acabar rápido con la ansiedad no se pueden describir, en el talud del río resbalo por la hierba empapada y el granizo, el pantalón un poco mojado pero ya estoy en la orilla.
Segundo problema cruzar, ante todo la seguridad mejor mojarse que hacer saltos raros o acrobacias, y si hay que dejar la mochila se deja, lo imprescindible va conmigo, al final encontré un paso pero metiéndome en el agua hasta las rodillas y ayudándome del bastón para contrarrestar la corriente, crucé. Me doy cuenta de que hace un rato que no llueve y ahora ya en el camino me puedo fijar en el granizo que cubre el suelo, las piedras son del tamaño de cerezas, de picotas en algunos lugares.
         Al poco de pasar, ya tranquilo, estuve apesadumbrado de haberme ido tan rápido, sin recoger la tienda, ahora me parecía que tampoco era para tanto pero el miedo es el miedo y esta para algo, me dieron ganas de volver por la tienda pero el cielo seguía amenazante, aunque no llovía, era mejor no tentar a la suerte y aprovechar la oportunidad que para eso estaba.

Entonces me encontré con dos muchachas, su aspecto era mucho más lamentable que el mío, su ropa y las mochilas dejaban claro que eran montañeras ocasionales y que la tormenta les ha pilado de lleno. Iban a Francia y la noche se les echó encima, y con ella las tormentas pero sin tienda ni refugio, me dijeron que no sabían si iban a morir de frío o por los rayos, no lo debieron de pasar nada bien. Me sentí afortunado de ir preparado y de que los recursos sirven para algo. Lo siguiente fue pensar en que día podría volver por la tienda, y las rocas que deje junto a ella.
La misma montaña el día que recuperé la tienda de campaña
Me acordé de un buen amigo de la gran ciudad que le habría encantado estar aquí y yo de que estuviera aquí, lo de sentirse seguro yendo solo tiene su límite y yo anoche me pasee por él, claro mejor solo que con un persona en pánico a tu lado, aunque ahora en la distancia me parece que tampoco fue para tanto. El cielo me cobró el atardecer fantástico del día anterior pero  mereció la pena, aunque ahora miro mejor el parte meteorológico y con lo que ves por la TV y las previsiones de los meteorólogos sobre el incremento de la violencia de los fenómenos atmosféricos, las tormentas en adelante con cuidado, y sobretodo cuidado con lo que deseo, no sea que se convierta en realidad.


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