sábado, 5 de noviembre de 2016

UNA HABITACIÓN CON VISTAS

Vegetación colonizadora de una duna junto al Mediterráneo, Ammophila arenaria, Otanthus maritimus y Soldanella crucianella (Calistegia soldanella)
Por si alguien no se había dado cuenta los territorios retadores, aislados, solitarios, donde las condiciones ambientales crean problemas para la vida, y esta se manifiesta con seres poco llamativos pero con unos recursos y capacidades para sobrellevar la vida dignos de ser admirados, simplemente me gustan, disfruto recorriéndolos y aprendiendo lo que me quieren enseñar. Tal vez sea consecuencia de mi adolescencia cuando me inicie como naturalista en las dunas costeras cerca de la gran ciudad; en verano y los fines semana no era un lugar solitario pero el resto del tiempo sí, y la dureza de la vida en el frente de dunas poco tiene que envidiar a los lugares más inhóspitos: escasez de agua, suelo inexistente, sal, exceso de radiación solar, el daño mecánico de la arena impulsada por el viento, etcétera. Simplemente un lugar exótico donde aprender hasta donde puede llegar la vida, pero cerca de casa.
Ahora con más años procuro no perder el espíritu y la emoción de las primeras salidas solo al monte, llegando aún de noche cerrada y estando muchas horas “perdido” en la naturaleza. Tal vez por eso procuro todos los años escaparme al menos una noche al Pirineo, a unos de estos lugares solitarios y agrestes, con mi mochila y mi tienda de campaña; de camino siempre te encuentras a otros caminantes y el ir solo facilita el contacto, paras, saludas y a veces estas un buen rato charlando como si los conocieras de toda la vida y con la seguridad de que no coincidirás con ellos nunca más, no se si es la altitud que te hace ser sincero, lo vulnerable (como creo te ven los demás), o la seguridad (como te sientes) que te da el ir solo.
Roca sedimentaria metaforizada y plegada, una formación rocosa que merece una vista tranquila
Cuando cuentas tus planes de dormir en tal sitio, la siguiente pregunta es a que pico subirás al día siguiente, entonces explicas que previamente has seleccionado que quieres contemplar: un vallecito poco visitado, una determinada formación rocosa o unos árboles que se empeñan en vivir en un ambiente hostil, pero el objetivo principal es dormir lo más alejado posible la civilización (dentro de las posibilidades de mi estado físico, que no es para hacer grandes hazañas), encontrar un lugar adecuado para montar la tienda de campaña con buenas vistas donde disfrutar del atardecer mientras tomas una infusión o un caldo, dormir plácidamente (o no) con los ruidos de la naturaleza, y desayunar contemplando las primeras luces en la montaña, dar un paseo cercano solo a ver que hay y disfrutar con los hallazgos, recoger el campamento y bajar tranquilo, sosegado. Aunque tengo que reconocer que una parte importante de la actividad es superar ese miedecillo que llevas en la tripa, de saber que durante unas horas estarás completamente solo y aislado, y que solo dependes de ti mismo; superar esa sensación es lo que te hace sentirte bien. 

Una habitación con vistas
Reconozco que en estos lugares me siento feliz, tal vez porque se que estoy de paso, solo por unas horas, voy preparado para las eventualidades al menos para las más razonables y esperables, y me imagino con recursos para salir de las menos razonables, aunque sea llorando y a rastras; tan seguro me siento que la previsión de mal tiempo no es lo que más me preocupa (aunque procuro evitarlos malos pronósticos), confiando en que la tienda de campaña parara lo peor de la lluvia.

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