viernes, 17 de abril de 2020

RESISTIRÉ... PLANTADO

Las plantas no regeneran tejidos, desarrollan nuevos sobre, como en este olivo los infectados por hongos 
      Suele suceder que las plantas generan menos interés, seguramente porque las comparamos con los animales y no encontramos en ellas rasgos que nos fascina de los animales, y que ellas carecen simplemente porque no lo necesitan, están a un nivel diferente, no tienen melodiosos cantos ni records de velocidad volando o corriendo, bajo este punto de vista sin duda son sosas y aburridas. Pero las plantas tienen otras características que ya quisieran los animales que se desplazan, pues lo sésiles tiene algunos puntos en común con las plantas. Por eso vamos a empezar por el principio para comprender a las plantas. 
         Los seres vivos necesitan energía, en el caso de las plantas usan una que es abundante pero poco intensa, la luz solar. Como es de imaginar cuanta mayor sea la superficie que exponen a la luz mayor será la captación de esta, como además la fuente de luz, el Sol,  se mueve el quedarse fijo en un lugar es una ventaja, así pueden acceder al agua y nutrientes del suelo a veces se encuentra a grandes profundidades. Además el desplazarse con una gran superficie como un árbol  ocasionaría una serie de problemas de tipo mecánico de difícil solución. 
Algunos árboles parece que van muriendo por partes y volviendo a nacer, como su fuera una colonia. Sabina negral.
         Los animales tienen un periodo de crecimiento determinado que hace que su periodo de vida también sea determinado. Las plantas en cambio nunca dejan de crecer (es la embriogénesis indefinida), acumulan órganos que además son muy sencillos, y los podemos reducir a tres: raíz, tallos y hojas (y partir de estas últimas saldrán: flores, frutos y semillas), por lo tanto son órganos repetidos y no centralizados, por lo que no hay una única parte vital. Por lo que salvo en plantas anuales, bianuales o las que solo florecen una vez en la vida y después mueren, su vida es indefinida de manera que en la mayor parte de las plantas  la vida se confunde con el crecimiento; aunque este puede interrumpirse de forma temporal si las condiciones ambientales no son las adecuadas como ocurre con los inviernos fríos o los periodos de sequia; como caso extremo hay un olivo que pereció en un helada y rebroto 40 años después.
         El cuerpo de las plantas y en especial de los árboles es una acumulación de tejidos, no los regeneran por lo que pueden conservar los tejidos de los primeros años de vida, (como ocurre en la médula y el duramen de los troncos de los árboles) y como sus células son rígidas y están inmóviles no tienen sistema inmunitario, al menos como el nuestro ya que no hay células que se puedan desplazar por toda la planta. Cuando hay una infección, con pudrición y perdida de tejidos, no se regeneran los tejidos y se crean nuevos alrededor. 
         Es en la práctica como si la muerte de partes del árbol como: hojas, ramas, raíces o incluso el tronco, sustituyeran la muerte del ejemplar completo, la creación de nuevos órganos: hojas, raíces, el ensanchamiento del tronco con un nuevo sistema de circulación de la savia en cada periodo vegetativo, provoca el “rejuvenecimiento” del ejemplar, el árbol va creciendo con la acumulación de nuevos órganos  con los tejidos ya muertos. Incluso con no solo la muerte sino la eliminación de estas partes no funcionales, caída de la hoja, y de ramas, pudrición del corazón del tronco, incluso se puede dar la pérdida del tronco y este ser sustituido por varios rebrotes, y expandirse con acodos, esquejes…multiplicación vegetativa (especialmente en las frondosas), el árbol se desarrolla por repeticiones, como si fuera una colonia.  Así tenemos plantas que se han ido reproduciendo de esta forma desde los orígenes de la agricultura como las patatas o el plátano.
         Otra característica que los diferencia de los animales es su plasticidad, el animal evita una situación de estrés o unas condiciones ambientales inadecuadas desplazándose, yéndose a otro lugar; las plantas lo hacen adaptándose, si bien tienen una forma base con unas adaptaciones a unas condiciones determinadas, su tamaño, incluyendo el de las hojas y del sistema radicular, y la forma de la copa en los árboles dependen de las condiciones ambientales en las que se desarrollen.
La variabilidad en una misma especie y en un mismo ejemplar es visible en la hiedra. Izq. tallo joven rastrero y  trepador, y derecha tallo maduro, que se reproduce, es erguido.
         El crecimiento en las plantas se produce a partir de los meristemas (situados en las yemas) son células que mutan con facilidad, además la longevidad, los rayos UV y el efecto de situaciones de estrés favorecen estas mutaciones. De manera que en un árbol pueden convivir ramas con mutaciones y ramas sin mutaciones, y prosperarán las que mejor se adapten a las condiciones ambientales. Otra diferencia con los animales es que estas mutaciones no se trasmiten al resto del ejemplar pero si se pueden trasmitir a la descendencia, de hecho en grandes árboles del trópico el genoma no es igual en todo el árbol, de hecho uno de estos árboles puede vivir en varias condiciones ambientales al vez entre el suelo de la selva y la parte superior de la copa. Como ejemplo cercano de estas variaciones, la hiedra no solo tiene diferente la forma de la hoja entre los tallos jóvenes y los maduros con flores, cambia su porte de rastrera y trepadora a erguida, la disposición de sus ramas, sino que también cambia su número de cromosomas de diploide a tetraploide.   
         Así las plantas no se desplazan, no cambian de lugar, pero son capaces de cambiarse así mismas para adaptarse a un mundo en evolución.
  
                     Texto y fotografias: Miguel Ortega  

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