Fruto abierto mostrando las semillas de Iris fétido |
Tal vez
el método más equitativo para que nosotros los animales, (puede que algún
lector se sienta incomodo, que no molesto, por recordar que somos animales en
el sentido amplio del término, y no como calificación, y que a pesar de toda
nuestra tecnología aún participamos en los procesos naturales), dispersemos las
semillas de las plantas es que se nos pague por ello. Pero a pesar de hacerlo
no nos solemos dar cuenta de la acción, tal vez ahí reside la magia de la
cuestión.
Para
dispersar sus semillas, las plantas deben llamar nuestra atención, con algo que
sea de nuestro interés y en un lenguaje que entendamos. Las plantas nos ofrecen
como pago un alimento rico en azucares, vitaminas y agua, y además hacen
publicidad de él con el color y con su aroma, así también nos indican su estado
de madurez, pues a la planta no le interesa que lo consumamos antes de que las
semillas estén preparadas. Evidentemente nos estamos refiriendo a la fruta,
cuando no esta madura es de color verde y así colabora con la fotosíntesis de
la planta, además le falta sabor y puede ser jasca, áspera, por ser rica en
taninos que la hace poco palatable, la semilla aún no esta preparada ¿pero para
qué?.
Fruto del arañón o pacharán |
La
estrategia es bien atrevida, dentro del fruto que nos tienta están las
semillas, pepitas o pipos, como las queramos denominar. Al comernos el fruto
deberíamos comernos también las semillas, están deben evitar ser masticadas o
dañadas por los jugos digestivos para lo que son duras y poseen pieles
resistentes a los ácidos, (cutículas protectoras), y al final de la digestión
salir al exterior con los excrementos. De esta forma la planta consigue varias
cosas, hemos dispersados sus semillas pues es de suponer que en el tiempo de la
digestión nos hemos desplazado alejándonos de la planta madre, además al pasar
por nuestro sistema digestivo hemos eliminado muchos parásitos de la planta que
se encontraban en el fruto, y para colmo depositamos las semillas con abono,
nuestros propios excrementos. Esta relación es tan fuerte, que se dice de
muchas semillas que no germinan si no han pasado por un proceso digestivo, ya
que sus cutículas impiden la germinación.
La
mecánica es siempre la misma, y al igual que con el polen, la planta prefiere
elegir al transportista. En nuestras latitudes los transportistas preferidos
son las aves, pues tiene una serie de ventajas, la primera es su movilidad. El
volar les confiere una capacidad para abarcar un amplio territorio que no
poseen los mamíferos por ejemplo, además pueden llegar a cualquier lugar del
arbusto o incluso del árbol mientras que los animales terrestres o trepan o
esperan a que caigan los frutos al suelo. Otra ventaja notable es su sistema
digestivo, pues no mastican y su digestión es poco efectiva con lo que se
reduce el riesgo de estropear las semillas.
Semillas de muérdago depositadas (y pegadas) sobre una rama de pino |
Las
plantas por supuesto adaptan sus frutos a las necesidades de las aves, lo
primero la publicidad, los colores, el espectro visible de las aves es similar
al nuestro y el rojo que si ven, a diferencia de la mayoría insectos como las
abejas, es el color más visible por eso aunque hay frutos silvestres negros
como los del aligustre, azules como los pacharanes o blancos como los del muérdago,
dominan los de color rojo y hay muy pocos amarillos o naranjas que son colores
asociados a que el fruto aún no esta bien maduro. Como la mayoría de las aves
frugívoras son pájaros, el tamaño de los frutos no puede ser muy grande, para
que se lo traguen y no lo despedacen antes de comerlo. Y la relación con los
pájaros es fuerte, de los tejados donde descansan los tordos o en sus
dormideros los excrementos caen con las semillas y bajo ellos gemirán en
abundancia. Otras aves como lo zorzales se decantan por los frutos del
muérdago, que son muy pegajosos, de hecho es uno de los componentes de la liga
o besque con la que se cazaban pajarillos al pegarse a las ramillas impregnadas
en este producto, bueno pues los excrementos son tan pegajosos que el ave ha de
frotar su cloaca contra la rama de un árbol para poder librarse de ellos, esto
es lo que busca el muérdago, así queda depositada sobre la corteza en la cual
germinar e hincar sus raíces. De hecho la alimentación frugívora de estas aves se
comprueba al ver sus picos poco especializados, que son como unas pinzas para
coger frutos, sobre todo en comparación con especies granívoras como el gorrión
con sus fuertes pico trituradores.
Como siempre, muy interesante! Por cierto, un placer compartir excursión, aunque como siempre, voy con prisa. No te vi al marchar, así que ni pude despedirme ni disfrutar de tus explicaciones en Sabayés. Ya lo siento. Un cordial saludo y hasta la próxima!
ResponderEliminarNos veremos pronto, para el curso que viene comienzo con Peña Guara una actividad: Paseos por la Naturaleza, adivina de que va.
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