Los elementos que
conocemos los asociamos a unas características determinadas, pero cambian
radicalmente al variar las condiciones. Por ejemplo, el agua de un arroyo que
fluye entre nuestros dedos lo asociamos con un tacto suave e incluso delicado.
Esa misma agua del arroyo, durante una crecida, al llevar mayor velocidad, deja
de ser suave para ser una fuerza que nos empuja la mano especialmente si
juntamos los dedos.
Pero si después de
una tormenta que deja muchos litros de agua en poco tiempo, se nos ocurriera (espero
que no) meter la mano en el agua de ese arroyo, no solo tendríamos que superar
la fuerza que nos arrastra la mano, sino también soportar el golpeteo de todo
aquello que transporta la corriente como troncos, arena o piedras, algunas de tamaño
mucho mayor del que nos imaginamos.
Esto es lo que ha ocurrido el 8 de octubre
del 2013, en la población de Nocito después de una tormenta durante la que se calcula que cayeron unos
200 litros (la cifra es totalmente subjetiva) el río Guatizalema en su apacible
nacimiento se transformó, y la luz del puente que une las dos partes de la
población no fue suficiente para dejar pasar todo el agua que bajaba.
Río abajo, en el
barranco de La Pillera, que recoge el agua de la umbría de Guara, y muchos
montañeros lo conocen por tener que cruzarlo varias veces cuando quieren coger
la senda al pico de Guara, también se transformó. El agua circuló por el tramo
superior de La Pillera que siempre está seco, salió por el rebosadero de
Fuendeguaril e incluso bajó por el
barranco de Fuente Espátula. El barranco de Abellada o de Cuello que forma el
Charco Estañonero agrandó este, excavando hasta llegar a la roca madre; salvo
unas pocas piedras que se han calcificado al suelo del barranco todas la
piedras pasaderas por las cuales se cruzaba el
barranco han desaparecido, el agua tumbó pinos, arrancó sauces y dejó
las matas de yerba escoba aplastadas contra el suelo pues el agua ocupó todo el
cauce.
Matas de yerba escoba tumbadas por la corriente |
Como el agua discurre en gran parte del curso sobre la roca madre, la riada se ha llevado la grava que la ocultaba dejándola a la vista dicha roca, y
con la grava y arena transportados la ha pulido, ha eliminado la pátina de
color beige que la cubría, reconociéndose ahora bien los dos tipos de roca que
aquí se encuentran: la caliza con fósiles de numulites y la arenisca oscura en
la parte más baja; incluso ha hecho saltar fragmentos del borde de algunas de
estas rocas dejando unos claros desconchones.
Nuevo aspecto del lecho del río, caliza con numulites sin la pátina marrón |
Arenisca sin y con pátina, y desconchones |
El nuevo aspecto lo
iremos asimilando a la vez que nos empieza a pasar desapercibido, la corriente
ya más tranquila lo irá cubriendo de nuevo de sedimentos, la pátina volverá
sobre la roca, y nosotros volveremos cruzar por las piedras pasaderas que
alguien colocó, hasta una nueva tormenta. Mejor que no estemos ahí en el momento
de máximo caudal.
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