martes, 24 de diciembre de 2013

DORONDÓN



     Estoy sentado sobre el suelo disfrutando de los últimos momentos de sol del día, mientras la luz ilumina rasante un mar de nubes con todas las texturas del blanco, palpitante se mueve como si fueran olas pero lentas, muy lentas: chocan, se rompen, salpican y envuelven las peñas de san Miguel, para retroceder y empezar de nuevo otra vez, con delicadeza, con dulzura sin ni siquiera mojar la roca.
     Ante espectáculos así, me siento como en una sala de cine donde se proyectan las grandes obras de la cinematografía, y a pesar de estar yo solo en la sala, el operador cumple con su trabajo con el mismo celo como si la sala estuviera abarrotada de publico; y disfruto del espectáculo sabiendo que si yo no estuviera y la sala estuviera totalmente vacía el operador continuaría realizando su trabajo pues lo importante no son los espectadores sino saber que la magia se produce de nuevo, aunque nadie lo vea, pero de forma que si alguien llega, aunque sea de forma accidental, pueda disfrutar de este espectáculo, de la naturaleza.
     Sobre el mar de nubes un par de buitres vuelan de peña a peña, seguramente poco convencidos del posadero que habían elegido para pasar la noche, y a pesar de la menguante luz lo hacen tranquilos dando grandes aletazos, como si la decisión fuera tan importante que se tiene que tomar despacio; mientras, las grallas se desplazan en grupo, inquietas, con su algarabía habitual que rompe el silencio del atardecer, sumergiéndose en los girones de nubes para luego volver a aparecer y poco apoco ir silenciándose. De pronto, aparece sobre el blanco vapor de las nubes la incisiva silueta de un halcón, con el vuelo decidido de quien tiene claras las cosas, ¿a donde irá a estas horas?.



     La niebla en contacto con superficies frías, como la vegetación o las rocas, las moja al precipitarse en gotas de agua, entonces decimos que la nieva es meona.
     Pero como las temperaturas pueden ser de varios grados bajo cero esta mojadura se hiela formando escarcha o rosada. Puesto que a lo largo de varios días es posible que no se superen los cero grados, pues continúa la inversión térmica y además la niebla no deja pasar los rayos del sol, que son los que podrían calentar la superficie del suelo y derretir la escarcha esta se va acumulando día tras día formando grandes cristales blancos rodeados por el blanco de la niebla. A estas formaciones en algunos lugares se las denomina dorondón. Cuentan de ramas de arboles rotas por el peso de la escarcha acumulada en ellas por la niebla dorondonera.

Dorondón sobre una tela de araña


     Al final, después de varios días, el aire empieza a moverse, la niebla se levanta, las capas de aire se mezclan, hace frío pero al menos se nota el calor del sol y su luz intensa nos anima al menos durante el día, que dentro de poco comenzará a alargar hacia la primavera, aunque antes tenga que pasar el invierno.

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