Escarcha sobre las hojas del boj |
Las plantas también se preparan
para el invierno y no tanto por el frío como por la falta de alimento, pues
cuando el agua se hiela ellas no pueden alimentarse, ni hidratarse por lo que,
ya que no pueden migrar, tienen que preparase para resistir al invierno con
diversas estrategias.
Hay plantas que evitan el
frío sencillamente no estando, muchas plantas anuales ajustan su ciclo, al
igual que otras lo hacían con la sequedad, para pasar esta época en una forma
resistente como son las semillas, así ni el frío ni la sequedad podrá con
ellas.
Otras se esconden, mejor
dicho esconden sus partes más valiosas como las yemas o el tallo en un refugio
bien aislado del frío como es el propio suelo, la parte aérea se seca y
desaparece, y bajo el suelo quedan tallos especiales como los bulbos y los
rizomas, a partir de los cuales podrán volver a germinar cuando mejoren las
condiciones. A veces basta con que las yemas sobresalgan poco del suelo, de
forma que la hojarasca o la nieve las oculte del hielo, esto es lo que hacen
las plantas rastreras y de roseta.
Los arbustos de zonas
frías cuentan con el recurso, aunque parezca absurdo, de la nieve como
protección. La nieve esta fría, pues se encuentra en torno a los cero grados,
pero como es un buen aislante térmico por la gran cantidad de aire que queda
atrapado entre los cristales de hielo que la forman, la temperatura baja poco
más de esta cifra. La nieve no solo las protege del frío sino del efecto del
viento que hacen bajar aún más la temperatura, y que además puede transportar
cristales de hielo con un efecto abrasivo sobre la “piel” de las plantas. Pero
para que la nieve sea efectiva estas plantas no pueden tener mucho desarrollo
en altura, y así garantizar que en invierno se quedaran cubiertas por ella,
esta es la estrategia de arbustos característicos de alta montaña como el
rododendro o los sauces rastreros.
Hasta ahora hemos visto
los recursos de plantas de pequeño porte que podían quedar ocultas por el
suelo, la hojarasca o la nieve. Pero para desarrollos mayores, las plantas si
que han de poseer estrategias que las defienda de los efectos del frío, del
viento y del hielo. Una de ellas es desprenderse de la partes que puedan ser
afectadas por el frío, así en lugar de invertir recursos en proteger partes
delicadas como las hojas, si la planta no va a poder alimentarse y tiene que
vivir de las reservas tampoco las va a necesitar, por lo que puede desprenderse
de ellas, es la estrategia de las plantas caducifolias. Si la planta se
desprende de la hojas para no invertir recursos en ellas, no hace lo mismo con
las yemas de donde empezaran a brotar las hojas en primavera, las protege con
fuertes escamas y concentra azucares y otras sustancias en ellas, para evitar
que se congelen a pesar de la bajas temperaturas.
Siempre se ha dicho que el
hielo quema las plantas, pero si están secas es porque se han deshidratado. El
frío al congelar el agua impide que las plantas la puedan absorberla del suelo,
la planta no solo no puede alimentarse sino que tampoco puede reponer al agua
que pierde. Si las hojas se hielan, se forman cristales de hielo en el agua que
hay en el interior de sus células y rompen las paredes de estas, por estas
heridas las hojas van a ir deshidratándose hasta que se secan.
Las plantas que
verdaderamente afrontan el frío han de evitar que sus tejidos y en especial sus
hojas se congelen. Los pueden proteger con fuertes cutículas o incluir en su
plasma celular sustancias que dificulten la formación de hielo, aunque la
temperatura baje de cero grados. La planta ha de hacer una fuerte inversión en
esta protección pero a cambio obtienen una serie de ventajas, las hojas duran
más de una temporada, cuando llega el buen tiempo pueden comenzar antes a
realizar la función clorofílica no teniendo que esperar a echar hojas, y además
son capaces de aprovechar los días cálidos del invierno. La estrategia es efectiva,
en especial en zona mediterránea pues las adaptaciones para la sequedad también
funcionan para el frío, y es fácil que en invierno halla días calidos, en
especial en las solanas.
Por eso la hoja perenne de las coníferas domina en
los lugares más fríos del planeta, tanto la alta montaña como en la taiga, los
bosques más cercanos al polo, aquí no hay suficientes días cálidos como para
permitir empezar de cero cada primavera, las hojas duran varios años, reducidas
a agujas retienen mal la nieve con lo que reducen el riesgo de rotura de ramas
por el peso de la misma, su fuerte cutícula (piel) y la disposición de los
estomas evitan la deshidratación, además tanto su sabia como su sistema
circulatorio están mejor preparados para resistir el frío, aún así un frío
temprano puede “quemar “ las acículas más jóvenes.
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