En el verano de
1816 el poeta romántico Lord Byron y unos amigos disfrutaban de unos días en
Suiza; por la sucesión diaria de frío, lluvia, incluso nieve (de hecho este
periodo pasará a llamarse “el año sin verano”) que no animaba a salir al
exterior de la residencia, decidieron ver quien era capaz de escribir el mejor
relato de terror. Entre los presentes estaba Mary Wollstonecraft Shelley que empezó
aquí, y publicaría dos años después, su novela Frankenstein, el nuevo Prometeo, considerado el primer texto de
Ciencia Ficción. También el médico de Lord Byron basándose en el relato de
viaje de este por Transilvania comenzó a escribir Drácula.
En esas fechas y no
lejos de allí, en las Islas Británicas, los amaneceres y atardeceres eran
espectaculares. Y esto no pasaba desapercibido para J. M. W. Turner, se dedicaba
a pintar paisajes con estas atmósferas de colores brillantes y luz difuminada.
Se centrará tanto en el color y la luz que de sus paisajes poco a poco irán
desapareciendo las figuras e incluso los horizontes, llegando a realizarlos
solo con manchas de color; y tal vez sean estas las primeras pinturas
abstractas de la historia del arte, muchos años antes del primer cuadro
abstracto oficial.
Pero mejor será que
vayamos al origen de todos estos acontecimientos.
Entre los días 10 y
11 de abril de 1815, en Indonesia estalló el volcán Tambora, un volcán más del
cinturón de fuego del Pacífico. La cosa no habría sido más relevante de no ser
por su magnitud. El cráter resultado de la explosión midió 8 kilómetros de
diámetro por 1 kilómetro de profundidad, se calcula que envío a la atmósfera
entre 150 y 175 km3 de cenizas. Su efecto llegó hasta Europa, en
Francia las temperaturas descendieron hasta 3º C de media y las lluvias fueron
entre dos a tres veces la cantidad habitual. Como consecuencia, en algunos
lugares del centro de Europa como Suiza, no maduraron los frutos del
campo y por eso fue el “año sin verano”. Los efectos de la nube de cenizas
perduraron durante más tiempo, las finas partículas que había en la atmósfera
reflejaban los rayos solares cuando estos estaban bajos durante el amanecer y
el ocaso, lo que originaba el colorido intenso y llamativo que se repetía a lo
largo de muchos días.
J M W TURNER, Crepúsculo sobre el lago (detalle) |
Lo que en una parte
del mundo fue la destrucción y la muerte de miles de personas, en la otra parte
fue un fuerte impulso para el Romanticismo. Esta corriente estética sentía una
especial predilección por la naturaleza como tema, pero no una naturaleza amable
donde la especie humana pueda vivir cómodamente sino por una naturaleza que, podríamos
decir, extrema, que puede acabar con el hombre (respectivamente, los paisajes
de consenso y los paisajes retadores como los define el ecólogo González
Bernáldez). De ahí el concepto de “temor reverencial”, la naturaleza es
admirada, pero es una naturaleza que te puede destruir; esa es parte de la
fascinación que desarrolla el romanticismo, el que esta sea muy superior al
hombre. Por este motivo los temas tratados en la pintura de este movimiento serán
paisajes inhóspitos y deshabitados, el océano, la noche, la rocas lacerantes de
la alta montaña, la tormenta o incluso el volcán o las ruinas como metáfora de
un pasado glorioso pero que al final es engullido por la naturaleza.
J M W TURNER, El "Temerario" remolcado a su último atraque (detalle) |
Hay una pintura que
nos explica el porqué de esta fascinación su largo título: El «Temerario» remolcado a su
último atraque para el desguace, en ella nos muestra a un barco de guerra,
un velero, que es remolcado por un pequeño vapor, mientras el sol está casi en
el horizonte, una metáfora del ocaso de una época o el amanecer de otra; la
maquina sustituye a la fuerza de la naturaleza con la revolución industrial y
un grupo de artistas apasionados añoran la belleza de una naturaleza desatada
que ahora parece que va a estar dominada.
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