miércoles, 5 de marzo de 2014

LA DETERMINACIÓN DEL HAMBRE



Siempre que tengo la oportunidad me gusta explicar que la naturaleza para un mismo problema puede desarrollar varias estrategias, pero solo las más eficaces y rentables a nivel de coste de producción y mantenimiento son las que especies diferentes van a usar para el mismo fin.
Pongamos por ejemplo un vegetal, sin posibilidad de desplazarse debe soportar plantado en el mismo lugar los vaivenes de la meteorología, la competencia con otros vegetales y la depredación por parte de los animales.
Para defenderse de estos últimos puede optar por varias estrategias. Una de ellas es defender su cuerpo con espinas, de forma que, cuando el animal comprueba que su consumo es cuando menos problemático, decide buscar otro alimento menos reacio a ser consumido. 

Hojas de acebo, sin y con espinas en el borde 
A veces las espinas se encuentran solo en la hojas pues es una de las partes más vitales de la planta. Hay especies que tiene toda la hoja cubierta de espinas y otras que solo en el borde de la misma, pues esto parece suficiente para desalentar a muchos hambrientos. Así el acebo, la carrasca, la coscoja y el aladierno o carrasquilla, usan la misma defensa, a pesar de que solo la coscoja y la carrasca están emparentadas. Pero parece ser que esta defensa solo se utiliza contra herbívoros de gran tamaño que se alimentan desde el suelo, pues observando que, de las especies anteriores, las dos que pueden crecer lo suficiente como para tener porte arbóreo y que sus hojas queden lejos del alcance de los herbívoros, como son el acebo y la carrasca, dejan de incorporar espinas en las hojas de las ramas superiores; en la naturaleza cuenta mucho la economía, y no se  invierte en algo que ya no se necesita. Por eso coscojas y aladiernos mantienen siempre sus espinas, para intentar mantener lejos a los herbívoros, pues su desarrollo no suele pasar del de matorral.
Siempre que tengo la oportunidad, me gusta explicar que afortunadamente la naturaleza siempre nos recuerda que hay excepciones y las cosas no siempre son como nosotros las vemos y, de la misma forma que la planta se defiende, los herbívoros se preparan para contrarrestar la defensa vegetal.
Salvo en primavera cuando está recién brotada y con el máximo de alimento, las cabras suelen preferir como alimento los arbustos frente a la hierba. En los lugares donde domina la roca y no abundan el alimento, a veces también por la abundancia de plantas venenosas como el boj, la coscoja es un plato delicioso; y las espinas de las hojas se ve que causan poco efecto en la boca de las cabras, a menos por el aspecto redondeado con el que quedan estos arbustos después del paso del cabrerío. Si nos acercamos y observamos, vemos como son los tallos duros de sus ramas lo que de verdad protege a las hojas, quedando los arbustos como una muestra de arte topiario abstracto.
Matorral de coscoja ramoneado por las cabras, alrdedor el boj esta sin tocar
Siempre que tengo la oportunidad, me gusta explicar que en la naturaleza las cosas no son ni buenas ni malas si están en su medida adecuada. Hace tiempo que el doctor Pedro Monserrat, hablaba sobre una sarda que iba a ser desbrozada para la creación de pastos, hasta que se dieron cuenta que las cabras no solo se alimentaban bien de las coscojas sino que las mantenían bien recortadas, lo que permitía una gran cantidad de pasos, evitando que se convirtieran en un muro infranqueable de pinchos como ocurre en tantos sitios hoy día. Además, las cabras iban defecando por los lugares donde se alimentaban, y así, de forma involuntaria, abonaban con sus cagaletas el espacio libre que quedaba entre los matorrales, favoreciendo a la hierba que crecía en el espacio abierto a la luz. A su vez, en las frías noches, las coscojas sobre sus lustrosas hojas condensaban con facilidad el agua que hay en el aire húmedo, y regaban con su mojadura a las hierbas que crecían sus pies.
Además las sufridas coscojas, en lluvias torrenciales, evitaban la erosión y la perdida de fertilidad, primero recibiendo el impacto de las gotas de agua en su follaje y hojarasca, y después sujetando el suelo con sus poderosas raíces. Raíces que les permiten rebrotar después de los incendios, como adaptación al mundo Mediterráneo. Por si fuera poco protegen del exceso de sol a las carrascas recién nacidas de la bellota, por lo que también ayudan al restablecimiento del bosque.
Siempre que tengo la oportunidad, me gusta dejar que sea la naturaleza la que me cuente cosas de ella misma.

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