Siempre
que tengo la oportunidad me gusta explicar que la naturaleza para un mismo
problema puede desarrollar varias estrategias, pero solo las más eficaces y
rentables a nivel de coste de producción y mantenimiento son las que especies
diferentes van a usar para el mismo fin.
Pongamos
por ejemplo un vegetal, sin posibilidad de desplazarse debe soportar plantado
en el mismo lugar los vaivenes de la meteorología, la competencia con otros
vegetales y la depredación por parte de los animales.
Para
defenderse de estos últimos puede optar por varias estrategias. Una de ellas es
defender su cuerpo con espinas, de forma que, cuando el animal comprueba que su
consumo es cuando menos problemático, decide buscar otro alimento menos reacio
a ser consumido.
Hojas de acebo, sin y con espinas en el borde |
A veces
las espinas se encuentran solo en la hojas pues es una de las partes más
vitales de la planta. Hay especies que tiene toda la hoja cubierta de espinas y
otras que solo en el borde de la misma, pues esto parece suficiente para
desalentar a muchos hambrientos. Así el acebo, la carrasca, la coscoja y el
aladierno o carrasquilla, usan la misma defensa, a pesar de que solo la coscoja
y la carrasca están emparentadas. Pero parece ser que esta defensa solo se
utiliza contra herbívoros de gran tamaño que se alimentan desde el suelo, pues
observando que, de las especies anteriores, las dos que pueden crecer lo
suficiente como para tener porte arbóreo y que sus hojas queden lejos del
alcance de los herbívoros, como son el acebo y la carrasca, dejan de incorporar
espinas en las hojas de las ramas superiores; en la naturaleza cuenta mucho la
economía, y no se invierte en algo que
ya no se necesita. Por eso coscojas y aladiernos mantienen siempre sus espinas,
para intentar mantener lejos a los herbívoros, pues su desarrollo no suele
pasar del de matorral.
Siempre
que tengo la oportunidad, me gusta explicar que afortunadamente la naturaleza
siempre nos recuerda que hay excepciones y las cosas no siempre son como
nosotros las vemos y, de la misma forma que la planta se defiende, los
herbívoros se preparan para contrarrestar la defensa vegetal.
Salvo
en primavera cuando está recién brotada y con el máximo de alimento, las cabras
suelen preferir como alimento los arbustos frente a la hierba. En los lugares
donde domina la roca y no abundan el alimento, a veces también por la
abundancia de plantas venenosas como el boj, la coscoja es un plato delicioso;
y las espinas de las hojas se ve que causan poco efecto en la boca de las
cabras, a menos por el aspecto redondeado con el que quedan estos arbustos
después del paso del cabrerío. Si nos acercamos y observamos, vemos como son
los tallos duros de sus ramas lo que de verdad protege a las hojas, quedando
los arbustos como una muestra de arte topiario abstracto.
Matorral de coscoja ramoneado por las cabras, alrdedor el boj esta sin tocar |
Siempre
que tengo la oportunidad, me gusta explicar que en la naturaleza las cosas no
son ni buenas ni malas si están en su medida adecuada. Hace tiempo que el
doctor Pedro Monserrat, hablaba sobre una sarda que iba a ser desbrozada para
la creación de pastos, hasta que se dieron cuenta que las cabras no solo se
alimentaban bien de las coscojas sino que las mantenían bien recortadas, lo que
permitía una gran cantidad de pasos, evitando que se convirtieran en un muro
infranqueable de pinchos como ocurre en tantos sitios hoy día. Además, las
cabras iban defecando por los lugares donde se alimentaban, y así, de forma
involuntaria, abonaban con sus cagaletas el espacio libre que quedaba entre los
matorrales, favoreciendo a la hierba que crecía en el espacio abierto a la luz.
A su vez, en las frías noches, las coscojas sobre sus lustrosas hojas
condensaban con facilidad el agua que hay en el aire húmedo, y regaban con su
mojadura a las hierbas que crecían sus pies.
Además
las sufridas coscojas, en lluvias torrenciales, evitaban la erosión y la
perdida de fertilidad, primero recibiendo el impacto de las gotas de agua en su
follaje y hojarasca, y después sujetando el suelo con sus poderosas raíces.
Raíces que les permiten rebrotar después de los incendios, como adaptación al
mundo Mediterráneo. Por si fuera poco protegen del exceso de sol a las
carrascas recién nacidas de la bellota, por lo que también ayudan al
restablecimiento del bosque.
Siempre
que tengo la oportunidad, me gusta dejar que sea la naturaleza la que me cuente
cosas de ella misma.
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