Umbría de Guara: 1 Bosque estoico, 2 Reino mineral , 3 Bosque de sol y fuego, 4 Bosque de los bosques |
Este no es un ejercicio poético en el que
intercambiamos los órganos de los sentidos con sus sensaciones, algo así como
que vemos calidez, oímos algo ácido o degustamos el rojo. Aquí simplemente esta
ladera que vemos es una sinfonía, pero sin sonido.
Los árboles son las notas sueltas diversas de especies,
más de veinte, muy diferentes de aspecto y de requerimientos que van desde las
propias del mediterráneo seco y soleado, como la carrasca, hasta las de la
montaña neblinosa y muy húmeda, como los abetos. Este batiburrillo vegetal
recuerda a un jardinero apasionado por los árboles pero mal organizado, que
crea, en el mejor de los casos, un bello desorden pero al fin y al cabo no es
si no un caos floral.
De igual forma que las notas se organizan en el pentagrama
y se dan sentido unas a otras, y así nos pueden trasmitir en algunos
momentos alegría o en otros tristeza,
mientras nos cuentan una historia o simplemente nos distraen y hacen disfrutar,
en esta selva el tamaño de los árboles impone el tempo musical y con el resto de las plantas se organizan en la
ladera según un plan bien establecido, nos cuenta su historia, qué hacen ahí, y cada parte tiene su personalidad pero en armonía con las colindantes,por eso también nos hace disfrutar con la contemplación de esta selva de bosques.
1ª parte, allegro.
El bosque estoico. En la lejanía destaca esta ladera por su parte superior
suave y tendida pero cambiante, blanca en invierno y con una ceja oscura si no
está oculta por las nubes, es el pinar de pino negro que vive donde otros
árboles no pueden en estas condiciones de frío, y no le va mal al pino negro
como atestiguan los pimpollos que trepan por el escarpe alejándose de sus
progenitores acompañados de otras plantas amantes de la montaña, y algunas
que también están presentes en los Alpes
o en la lejana tundra ártica.
Avanzadillas del "Bosque de los bosques" ascienden por el "Reino mineral" en dirección al "Bosque estoico" |
2ª parte, moderato.
El dominio mineral. Allí donde la roca no deja lugar a los árboles la
vegetación se aclara pero la vida no desaparece, son los roquedos y la glera.
Esta es una gigantesca pedrera que ocupa casi toda la ladera, matorrales,
árboles y después el bosque la van ocupando poco a poco. Aunque los aludes y la
caída de piedras les obligan a retroceder, en un continuo pero lento muy lento
vaivén; años de avance y, en un instante, un alud despeja de nuevo parte de la
glera, y los caídos se acumulan al pie como ofrendas de esta vida. Pero aquí lo
más singular son las plantas especialistas en vivir en la glera móvil, plantas
diminutas de aspecto frágil que logran vivir entre las piedras dormidas que en
cualquier momento pueden despertar y ponerse en movimiento cortando sus tallos
o desenraizándolas; pero tranquilos, lo superarán, de hecho algunas de ellas no
solo llevan desde la era Terciaria en estas condiciones, sino que fuera de aquí
no saben vivir.
3ª parte, allegro.
El bosque de sol y fuego. El barranco de La Pillera es la línea que marca la
divisoria no solo de las vertientes sino de dos mundos. Al otro lado y justo
frente a la umbría pasamos al dominio del sol y de la sequedad, un isla
mediterránea entre robledales y pinares eurosiberianos. La altura y la orientación
de las laderas es la justa para que en invierno los rayos de sol no toquen la
umbría mientras que esta solana es caldeada incluso en el solsticio invernal.
Con un suelo escaso por lo rocoso es el dominio de la carrasca y algún arbusto
un tanto friolero. Como en tantos lugares la abundancia de plantas amantes del
fuego explica que las sabinas negras medren en los escarpes rocosos lejos de
las llamas del fuego, una añoranza al pie de sierra y los somontanos.
El sol otoñal ya no calienta al "Bosque de los bosques", mientras si lo hace con el "bosque de sol y fuego" |
4º parte, allegrísimo. El bosque de los bosques. La
sombra que arrojan los árboles es tal que impide el crecimiento normal de otras
plantas, aquí solo medran plantas de sombra y, a veces, ni siquiera ellas
pueden vivir con tanta poca luz, por lo que el suelo del bosque aparece
extrañamente vacío, mientras, la bóveda forestal esta a reventar de
follaje. Aquí la diversidad de especies
arbóreas es máxima, su mezcla, a veces, parece la broma del jardinero
desorganizado, un abeto desataca con la oscura pirámide de su copa sobre los
pinos silvestres y el matiz del verde primaveral de las hayas, levantamos la
mirada y encontramos a una carrasca creciendo ladera arriba, los pisos de
vegetación alterados. Pero todo tiene su explicación, el abeto tiene hundidas
las raíces en una zona de suelo profundo que almacena el agua de las
precipitaciones, la carrasca en cambio crece sobre la roca caliza y a esta
nunca se le dio bien el guardar el agua; aunque las precipitaciones son las
mismas la humedad del suelo es totalmente diferente y eso es lo que cuenta para
las plantas. Ahora que no hay ganado por la zona, que se coma los hayucos y los
brinzales, el haya reclama su lugar y cada vez es más abundante para sorpresa
de los que la creíamos un árbol del pasado.
Al igual que las notas
sueltas se transforman en música, los arboles se transforman en bosque; esta
selva no es sonora pero es una obra musical cuando el sonido de los colores nos
embriaga el paladar.
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