Cactus y plantas crasas en el jardín botánico de Ginebra, Suiza |
Sobrevivir en este medio esta claro que lo
hacen bien, pero reproducirse sexualmente para tener semillas viables es otra
cosa. Pueden estar tan aislados que el viento no sea una buena opción, harían
falta una cantidades descomunales de polen y este es caro de producir, la otra
solución es usar polinizadores animales, aunque no habituales en nuestros
entornos, son los murciélagos.
En ellos todo son ventajas, su gran tamaño
les permite recorridos mayores, su cuerpo cubierto de pelo facilita el transporte
de polen, y los estambres y los pistilos
están dispuestos para que polinicen sin darse cuenta, con un simple roce. Pero
aprovecharlos requiere de una serie de adaptaciones por parte de la planta, su
tamaño impone una flor grande, y el que no se posen en la planta, pues los
pinchos de los tallos del cactus de donde salen las flores y el que vuelen en
la oscuridad de la noche es un buen disuasorio para hacerlo, hace que las
flores se desarrollen lejos del tallo espinoso, además los murciélagos son
mamíferos y su consumo energético es alto por lo que la recompensa ha de ser
adecuada. Los murciélagos vuelan por la noche por lo que las flores se abren de
noche y así evitan el daño que les podrían causar el sol excesivo, pero sin
luz, y con plantas dispersas la búsqueda podría ser frustrante, las plantas han
de anunciarse y lo han de hacer bien. Y lo hacen con el olor que de noche es un
reclamo excelente, y si el olor esta bien diseñado llega lejos y es muy
atractivo, como los perfumes caros.
Cactus céreo, flor |
El efecto se ve cuando trasladamos al
cactus fuera de su territorio, a otro continente donde los murciélagos se alimentan
de insectos y no son polinizadores.
Después de una buena lluvia o riego si está
en un jardín, el cactus florece y emite su perfume a la espera de los
murciélagos, aunque por poco tiempo, sus flores pueden ser solo de una noche. Pero
en lugar de murciélagos al tardecer aparecen las abejas ya casi fuera de su
horario de trabajo, su fragancia les incita a un frenesí polinizador, con
varias abejas a la vez en cada flor se hace evidente que el diseño de la flor
no pensó en las abejas, intentan entrar volando por el tubo floral se golpean
con las paredes y lo intentan de nuevo andando torpemente sobre la alfombra de
largos estambres, antes de salir ya hay más abejas intentándolo y estorbándose
unas a otras, la imagen es más del primer día de rebajas en unos grandes almacenes
que de la eficacia y rapidez a que nos tienen acostumbrados; mientras el resto
de flores, que sí están diseñadas para las abejas, son ignoradas, sus encantos
no tiene nada que ver con la emoción que producen “las nuevas” flores.
Abejas en tropel en una flor de cactus céreo |
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