jueves, 15 de septiembre de 2016

LA TRAICIÓN DE LA MEMORIA

Dibujo y fotografia de sendas arañas cangrejo con presas. A la derecha sobre la inflorescencia den orobanche con un abejorro
Recuerdo que era un día luminoso a orillas del Mediterráneo, como tantos días en los que deambulaba por aquellas dunas. Recuerdo lo que era ese lugar para mí, el mejor lugar de aventuras del mundo, o al menos el mejor lugar al que yo podía acceder.
La brisa marina mecía los tallos del barrón y de todas aquellas plantas que osaban a vivir en un medio tan hostil: salinidad, suelo en movimiento, demasiado calor en verano, y de entre todas estas plantas destaca la azucena marina con su hojas en forma de cinta y sus grandes flores blancas, las más grandes de la zona; de una de ellas a lo lejos se veía algo diferente como una mota oscura en la corola blanca, según me acerque pude ver que se trataba de un gran moscardón que colgaba del borde de la flor, pero lo hacia de la cabeza balanceándose con sus patas plegadas y como dormido. O mejor dicho muerto cuando me dí cuenta de una pequeña araña blanca que aferrada a la flor y lo sujetaba mordiéndolo del cuello, (o lo que sea que une sus grandes ojos con el tórax).
Flores de la azucena marítima, Pancratium maritimun
Hasta ese momento no había reparado en las arañas que hay en las flores, pues ver seguro que las había visto aunque sin darme cuenta de ello. Se las agrupa con el nombre común de arañas cangrejo por los dos tamaños de patas que tiene, los dos pares posteriores son cortos y le sirven para aferrarse fuertemente a las flores, y los dos pares delanteros son más largos de dimensiones normales para una araña y con ellos sujeta a las presas pues no hace telas, al menos para cazar. Curiosamente estas arañas son de colores un tanto inhabituales entre los cazadores que quieren pasar inadvertidos: blanco, amarillo, rosa, colores que en otro lugar los delataría pero que en una flor que es donde cazan los camufla perfectamente; así pueden cazar insectos al acecho esperando a cuando van a libar en las flores. Pero solo el que posean un veneno bastante eficaz y que lo inyecten en una zona vital, explica el que puedan ser capaces de capturar piezas que les superan en tamaño, de otra forma sin tela escaparían.
Esta imagen siempre la he recordado y desde entonces siempre he esperado volver a ver a un araña cangrejo sujetando a una presa cuatro o cinco veces mayor que ella.
Hasta que por fin la encontré y si la primera imagen, la del recuerdo, era digámoslo así de una estética clásica con las formas puras sin adornos y los colores reducidos prácticamente al blanco y a un pardo oscuro casi negro. La que estaba viendo ahora era la versión barroca, la araña de color blanco y rosa con pintas amarillas estaba en el racimo de flores de un orobanche que aunque no destaca por su color si por la complejidad de sus flores; la araña había atrapado a un abejorro, (Bombus sp.) con su peludo cuerpo oscuro cruzado por líneas amarillas y una blanca.

El lugar del recuerdo una duna luminosa junto al Mediterráneo
Pero en mi recuerdo el tamaño de la presa seguía siendo más impresionante. Busque la libreta de notas porque recordaba haber hecho un dibujo y ahí estaba, el recuerdo era mayor que lo acontecido. Incluso he vuelto después de muchos años a la zona de dunas luminosas escenario de maravillosas aventuras y….. ahora ya no es lo mismo, el lugar incluso esta mejor conservado pero yo ya no soy la misma persona (entre otras cosas han pasado treinta años). Aún así el recuerdo del día luminoso, con la azucena balanceada por la brisa sigue siendo uno de mis favoritos de esa época, y el culpable que me vaya mirando todas la flores; por lo que siempre estaré agradecido a esas dunas del Mediterráneo, aunque ahora prefiera ir a otros lugares.

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