Vegetación colonizadora de una duna junto al Mediterráneo, Ammophila arenaria, Otanthus maritimus y Soldanella crucianella (Calistegia soldanella) |
Por si alguien no se había dado cuenta los territorios
retadores, aislados, solitarios, donde las condiciones ambientales crean
problemas para la vida, y esta se manifiesta con seres poco llamativos pero con
unos recursos y capacidades para sobrellevar la vida dignos de ser admirados,
simplemente me gustan, disfruto recorriéndolos y aprendiendo lo que me quieren
enseñar. Tal vez sea consecuencia de mi adolescencia cuando me inicie como
naturalista en las dunas costeras cerca de la gran ciudad; en verano y los
fines semana no era un lugar solitario pero el resto del tiempo sí, y la dureza
de la vida en el frente de dunas poco tiene que envidiar a los lugares más
inhóspitos: escasez de agua, suelo inexistente, sal, exceso de radiación solar,
el daño mecánico de la arena impulsada por el viento, etcétera. Simplemente un
lugar exótico donde aprender hasta donde puede llegar la vida, pero cerca de
casa.
Ahora con más años procuro no perder el espíritu y la
emoción de las primeras salidas solo al monte, llegando aún de noche cerrada y
estando muchas horas “perdido” en la naturaleza. Tal vez por eso procuro todos
los años escaparme al menos una noche al Pirineo, a unos de estos lugares
solitarios y agrestes, con mi mochila y mi tienda de campaña; de camino siempre
te encuentras a otros caminantes y el ir solo facilita el contacto, paras,
saludas y a veces estas un buen rato charlando como si los conocieras de toda
la vida y con la seguridad de que no coincidirás con ellos nunca más, no se si
es la altitud que te hace ser sincero, lo vulnerable (como creo te ven los
demás), o la seguridad (como te sientes) que te da el ir solo.
Roca sedimentaria metaforizada y plegada, una formación rocosa que merece una vista tranquila |
Cuando cuentas tus planes de dormir en tal sitio, la
siguiente pregunta es a que pico subirás al día siguiente, entonces explicas
que previamente has seleccionado que quieres contemplar: un vallecito poco
visitado, una determinada formación rocosa o unos árboles que se empeñan en
vivir en un ambiente hostil, pero el objetivo principal es dormir lo más
alejado posible la civilización (dentro de las posibilidades de mi estado
físico, que no es para hacer grandes hazañas), encontrar un lugar adecuado para
montar la tienda de campaña con buenas vistas donde disfrutar del atardecer
mientras tomas una infusión o un caldo, dormir plácidamente (o no) con los
ruidos de la naturaleza, y desayunar contemplando las primeras luces en la
montaña, dar un paseo cercano solo a ver que hay y disfrutar con los hallazgos,
recoger el campamento y bajar tranquilo, sosegado. Aunque tengo que reconocer
que una parte importante de la actividad es superar ese miedecillo que llevas
en la tripa, de saber que durante unas horas estarás completamente solo y
aislado, y que solo dependes de ti mismo; superar esa sensación es lo que te
hace sentirte bien.
Una habitación con vistas |
Reconozco que en estos lugares me siento feliz, tal vez
porque se que estoy de paso, solo por unas horas, voy preparado para las
eventualidades al menos para las más razonables y esperables, y me imagino con recursos
para salir de las menos razonables, aunque sea llorando y a rastras; tan seguro
me siento que la previsión de mal tiempo no es lo que más me preocupa (aunque
procuro evitarlos malos pronósticos), confiando en que la tienda de campaña
parara lo peor de la lluvia.
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