viernes, 27 de octubre de 2017

LOS ÁRBOLES NOS CUENTAN SU VIDA (yII)

Diferentes formas de pinos negros afectados por aludes
         Al igual que el viento hay otros elementos de la meteorología que en pequeña cantidad no nos parecen determinantes, un copo de nieve es ligero, pero la nieve acumulada en la copa de un árbol puede romper ramas y doblarlo, y la nieve deslizada en un alud puede partir los troncos e incluso desenraizarlos, y si no los mata los dejara postrados, el árbol intentará recuperarse pero siempre quedara la evidencia de la bajada del alud, aunque nadie los recuerde en esa zona, el árbol con su forma nos lo indicará y los anillos de su tronco podrán ponerle fecha.
         Con el agua pasa lo mismo los árboles se afanan en buscarla en el suelo, pero una riada los puede arrancar o tumbar, ante esto los colonizadores de la orilla tiene una estrategia y así los sauces ante la riada procuran oponer la mínima resistencia ante la fuerza del agua con hojas estrechas y tallos flexibles, cuando pase lo peor volverán a erguirse, aunque a veces incluso ellos se quedan tumbados pero entonces ofrecerán menos resistencia en la siguiente riada.
 
Sauce afecto por riadas (izquierda) y boj con heridas por las piedras transportadas por el agua (derecha)
         Algo que parece intangible como el paso del tiempo también deja su huella, los arboles jóvenes poseen mayor cantidad de follaje con ramas y yemas muchas veces indicando hacia el cielo, la cantidad de madera que poseen es reducida y las ramas muertas inexistentes. Los árboles viejos no necesitan ni siquiera ser altos, los que podemos encontrar habitan siempre en lugares lejanos, inaccesibles, donde no merecía la pena llegar con el hacha y suelen coincidir con lugares con condiciones limitantes, zonas rocosas de escaso suelo donde no es posible la agricultura ni la ganadería; estos árboles viejos suelen tener un aspecto cansado con ramas gruesas de escaso follaje, caídas, casi perpendiculares al suelo, a veces hasta se apoyan en él; sus troncos no son altos pero si gruesos pues aunque sus anillos de crecimiento sean estrechos acumulan muchos; y están llenos de cicatrices por el efecto de las tormentas. También conservan partes muertas, especialmente el ápice, es como si les costara un gran esfuerzo elevar la savia bruta a lo más alto, por lo que el ápice se seca, las copas aparecen aplanadas, más bajas, atrincheradas, como buscando refugio en el suelo, como anticipándose a su caída.

       Pero la perdida del tronco no significa la muerte del árbol, especialmente en las frondosas como carrascas, robles, hayas,…pueden rebrotar y lo hacen con decisión y energía, hasta doce troncos pueden salir del tocón de una carrasca, hay incluso rodales, pequeños bosquecillos que es posible que todos sean el mismo ejemplar, resultado de la perdida de los troncos muchas veces a lo largo e su vida, pero no de la vitalidad y las ganas de vivir.
 
Troncos de robles trasnochados, podados para la obtención de leña 
         Dicen que fue el burro es el que enseño a podar al hombre al comerse los pámpanos de una vid, el hombre ha podado para obtener madera, leña, o favorecer la fructificación, los árboles responden deteniendo el crecimiento en anchura del troco y se dedicándose a rebrotar el follaje de los muñones de las ramas cortadas.
Si los herbívoros se comen de forma continuada los brotes, impiden el crecimiento normal del follaje hasta donde alcanzan y quedan árboles bajos con formas curiosas, como si un jardinero dedicado al arte topiario anduviera suelto.
      Pero el gran competidor de los herbívoros es el fuego, por donde ha pasado el fuego los herbívoros se quedan sin alimento al menos en los primeros momentos después con el rebrote tendrán alimentos tiernos y nutritivos y con el tiempo las ramas y troncos secos se erguirán entre la nueva vegetación, hasta que caigan consumidos por la pudrición.

Así que tal vez árbol no nos diga a través de su aspecto quien es, pero si como vive.

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