Pino negro, Pinus uncinata en la zona de aludes del valle de Literola, Benasque |
Como resulta evidente, para que haya
árboles deformados por aludes de nieve lo primero es que la zona donde se
encuentren sea proclive a estos, aunque se produzcan de forma muy espaciada en
el tiempo; y ahí es donde el estudio de los anillos de crecimiento de los
árboles (dendrocronología) nos ayudan a datar aludes de los que no hay un
registro escrito.
Los árboles afectados por los aludes de
mayor tamaño y más longevos, se encuentran en la periferia de la zona de aludes,
sufren sus efectos pero de forma atenuada. En el centro del canal de aludes no
hay árboles o, en todo caso, son de tamaño pequeño, pues periódicamente son
eliminados por su paso.
La capacidad de rebrotar de cepa de las
frondosas parece una característica deseable en estos árboles, pero la situación
en altura hace que sea el pino negro la especie más afectada, su incapacidad de
rebrote se compensa con su capacidad para malvivir, alguien dijo que era el árbol que era capaz de
sufrir más sin llegar nuca a morir, dado los ásperos enclaves de alta montaña
que llega a poblar.
El efecto del impacto de la nieve del alud
sobre los árboles va desde romper solamente ramas secundarias a ser capaz de
tumbar de raíz árboles centenarios de más un metro de diámetro, pasando por
romper troncos que ya tienen una forma tumbada por haber superado la fuerza de
los aludes en anteriores ocasiones. Si somos observadores podemos encontrar una
explicación para alguna de las formas de estos árboles.
Si el árbol tumbado es muy joven y aún no
esta completamente lignificado, por lo que conserva cierta flexibilidad, el
tronco se erguirá de nuevo para alcanzar la vertical, sino recibe un nuevo
percance el árbol adulto será de tronco vertical pero con una característica
curva en la base del mismo en contacto con el suelo (1). Hay laderas donde
estos árboles son la mayoría, aunque no todos sean del mismo año.
Si el árbol ya esta lignificado el alud lo
inclinara, (2a) pudiendo llegar a tocar el suelo aunque sea pendiente abajo,
como efecto secundario aunque no menos importante será la perdida de ramas
donde ha impactado el alud y el daño a las raíces, mayor cuanto más inclinado
esté el tronco y matando al árbol en la mayoría de estos casos, el efecto es
tal que las raíces al ser arrancadas levantan y remueven el suelo (2b).
El
árbol así tumbado puede seguir vivo y quedar en contacto con el suelo (3a) o no,
dependiendo seguramente de si había nieve compacta o ramas que amortiguaran el
empuje de la nieve (3b). De todas formas si los aludes se repiten
periódicamente estos árboles suelen sobrevivir pues su forma ofrece poca
resistencia al paso de la nieve, y /o dada su escasa altura sobre el suelo en
ese momento pueden estar medio enterrados en nieve compacta; siendo las ramas y
el ápice del tronco los que al tender a crecer en vertical los que sufren repetidas
roturas. El resultado son troncos tumbados con escasas ramas, con el follaje
horizontal si los aludes son frecuentes, “aerodinámico” aunque no es el viento
quien da forma sino la nieve de los aludes.
Si el árbol tiene la suerte de crecer
protegido por un relieve, una roca (4a) o rodeado de nieve compacta en el
momento del alud (4b), este se desliza por encima de la protección de manera
que dobla o rompe las zonas que crecían por encima, dando lugar a un árbol de
tronco recto pero corto, de fronda en forma de bandera que disminuye según lo
hace la protección.
La protección también puede ser el propio
tronco si el impacto de la nieve no es excesivo, de forma que el árbol pierde
las ramas a barlovento y conserva las de sotavento del alud (5).
Un efecto del choque de la nieve con el
tronco que no llega a matar al árbol pero sí lo daña profundamente es que este
se raja longitudinalmente y paralelo al suelo como consecuencia del impacto, la
raja puede se visible desde el exterior (6), en algunas se puede mirar a través
ellas o solo quedar marcadas en el exterior como una línea de sutura en la
corteza.
Por último hay que tener en cuenta que en
cada ejemplar de árbol puede haber daños de varios aludes o de perturbaciones
diferentes (viento, rayo, caída de piedras, actividad de los animales, etc.) lo
que hace que cada ejemplar sea único.
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