Pino negro, Pinus uncinata, de porte inclinado como consecuencia de los aludes, peña Blanca, Benasque |
La senda avanza por el pinar de pinos
negros, árboles de troncos rectos y follaje oscuro, de sombra fresca que
alivian el calor que sentimos al realizar este camino de alta montaña. De ponto
la luz del verano lo vuelve a inundar todo, hay menos árboles y parece que un jardinero aficionado a los
bonsáis y al arte topiario se halla dedicado a trabajara algunos de estos
árboles con formas inquietantes, troncos tumbados, ramas retorcidas, frondes
asimétricos, formas torturadas de aspecto sufriente más propias de genero de
terror que de un agradable paseo en un soleado día, pero el jardinero no ha
sido otro que la nieve del invierno en forma de un alud.
Las zonas con tendencia a los aludes
aparecen en las laderas boscosas como calvas de forma alargada que sigue la
máxima pendiente y se ensanchan hacia la base, ya que la periodicidad de los
aludes impide el establecimiento continuado de árboles. Bueno algunos árboles
sí soportan los aludes al menos durante un tiempo o con ciertas concesiones,
normalmente son pinos negros de pequeño tamaño que quedan bajo la nieve
consolidada sobre la que se desliza el alud, o su tozudez les permite
recuperarse después aunque visiblemente transformados con el tronco de
inclinado o tumbado contra el suelo y la pérdida de parte de las ramas.
Aunque fieles a su programación de crecer
en dirección a la luz, los ápices de su troncos y las nuevas ramas se yerguen
verticales desde el suelo hasta que el siguiente alud los poda de nuevo, quedando
árboles rastreros de troncos pegados al suelo, a veces rajados
longitudinalmente como consecuencia del impacto de la nieve, con una maraña de
ramas en lugar de copa, pero son árboles vivos al fin y al cabo. Hay árboles
que tienen más suerte, han crecido al amparo de una roca, pero cada vez que
baja un alud troncha las ramas que osan levantarse por encima de la protección.
No solo cambia el aspecto del árbol también
la estructura del tronco, pues este necesita depositar más madera y más densa
en la mitad inferior del tronco (en las coníferas) para contrarrestar las
tensiones de su nueva posición horizontal, quedando de esta manera el corazón
del árbol fuera del centro del mismo. Esta anormalidad es la que nos permitirá,
contando los anillos de crecimiento, el poder datar la fecha del alud que lo
tumbó. El tamaño de los anillos nos indicará también que después de un alud hay
una perdida de ramas, por lo que el crecimiento secundario del tronco se
ralentiza durante varios años, pues con menor follaje el árbol realiza menos la
fotosíntesis con la que se nutre y puede crecer, además las reservas
almacenadas se usan en el desarrollo de nuevas hojas, por lo que los anillos
que corresponden a estos años son muy estrechos.
Efecto del alud del Salvaguardia, agosto del 2014 |
Junto a estos árboles expresionistas de
troncos rotos, tumbados y retorcidos, se alzan los troncos rectos de los
árboles que han crecido fueran del canal de aludes, erguidos, orgullosos y
desafiantes hasta que un año de grandes nevadas o en el que el viento ha
depositado la nieve en otra zona y el alud no se desliza por donde siempre y lo
hace por una nueva trazada, se lleva a los árboles altivos de troncos rectos
que hasta el momento habían sido simples espectadores. La fuerza es tal que
tumba árboles centenarios y arranca, al levantar parte de su raíces, grandes
trozos de suelo que quedan como heridas abiertas, pero no por mucho, la
reconstrucción comienza ese mismo verano con el banco de semillas de plantas
oportunistas que almacena el propio suelo y que no podían desarrollarse con la
sombra de los árboles.
Los veranos con calor y agua de lluvia les
dieron la vida poco a poco a los árboles, un solo invierno de nieve y frío se
la quitó a toda velocidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario