Recepes de carrasca recuperando sus antiguos dominios |
En
la naturaleza, cuando dos especies de seres vivos compiten por un mismo recurso
no se lo reparten sino que suele acabar prevaleciendo una y expulsando a la otra. En
los bosques una sola especie de árbol suele acabar dominando la comunidad (vegetación
clímax) y relegando a otras especies a un papel secundario como acompañantes
(cortejo florístico) bajo su vuelo o en los lugares menos favorables, o en la recuperación después de un acontecimiento como un incendio, etcétera
(vegetación secundaria). De hecho nombramos esa comunidad por su especie
dominante como: carrascal, robledal, pinar, hayedo, abetal,… y mucho más
raramente por su conjunto: bosque mixto, bosque de ribera.
Puede
suceder, y sucede, que una acción externa, por ejemplo la actuación humana, modifique
este dominio, así los bosques clímax desaparecieron por tala y/o incendio de
manera que la vegetación subordinada con mayor capacidad de recuperación o de menor
valor para los humanos tomó el dominio y se enseñoreó del terreno durante un
largo periodo.
Enebro (izquierda) languideciendo bajo la sombra de carrascas y bojes |
En
extensa zonas el carrascal se taló por su madera, sus rebrotes se usaron para
leña y para hacer carbón, y su follaje como alimento del rebaño, algo parecido
ocurrió con el boj que fue el combustible principal de muchos hogares durante
largos periodos e incluso se recogió para venderlo a los hornos de pan y de
cerámica de la ciudad de Huesca (al igual que se ocurrió con la coscoja y las aligas).
De
esta manera algunos arbustos que necesitan el sol directo, pero que no son
comidos por el ganado, ni usados para el carboneo y muy poco como leña, como
son enebros y sabinas, experimentaron un gran crecimiento por falta de
competencia a lo largo de muchos años, y pasaron de ser arbustos a arbolillos
de 3 ó 4 metros de altura.
Pero
desde mediados del siglo pasado, la despoblación de las zonas rurales, la
reducción de la ganadería, y el uso de combustibles fósiles en lugar de madera
y leña ha propiciado que carrascas y bojes se recuperen, y reclamen lo que
consideran que es suyo, la luz del sol.
Así,
aunque las carrascas no han recuperado todo su porte; sí han recuperado lo
suficiente para ir dejando a la sombra, con la ayuda del boj, a los arbolillos
de enebros y sabinas, seguramente muchos de ellos centenarios, que languidecen por falta de sol directo y
poco a poco van perdiendo el follaje y la vitalidad hasta que mueren a la
sombra.
La
pregunta es qué naturaleza queremos conservar, la espontánea para cada momento,
o vamos a rescatar estos “monumentos” surgidos de la influencia humana, bien de
forma accidental como estos enebros y sabinas o fruto de una planificación
previa como prados y árboles trasmochos.
Texto y fotografías: Miguel Ortega Martínez
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