El Arroyo de la Valcuerna cubierto por un bosque galería de tamarices, sin hoja durante el invierno |
Algunos territorios áridos y semiáridos se
hallan atravesados por cursos de agua permanente, como ocurre con la zona
central de valle del Ebro, aunque en este caso el agua queda demasiado lejos pues
un gran talud separa el río de las llanuras de los Monegros, que quedan por
encima, y que solo son atravesadas por un único cauce de aguas permanentes, el
Arroyo de la Valcuerna.
La Salineta de Bujaraloz, el agua teñida de anaranjado por los microbios salinos, la costra de sal en la orilla y la orla de plantas halófilas. |
Queda la posibilidad de los pozos para
acceder al agua de freáticos profundos, aguas fósiles en casos como en el Sahara
que llevan miles de años bajo el suelo. En el caso de Monegros hay pozos pero
normalmente, cuando entramos en la zona de yesos, el agua del subsuelo se carga
de sales, siendo en el mejor de los casos solo apta para uso ganadero pero no
como agua de boca. Cuando el agua de estos freáticos aparece de forma natural
en la superficie lo hace en depresiones de origen kárstico que forman lagunas,
pero aquí el agua es ya demasiado salada para el ganado y para la mayoría de
las plantas. Solo plantas muy especializas logran colonizar las orillas de las
mismas (halófilas). Para hacernos una idea de la salobridad del agua solo
tenemos que ver que en algunas de ellas se extraía sal para su comercialización
o al menos uso local como en las lagunas de La Playa y La Salineta.
Balsa para agua de boca de la sierra de Lanaja |
Así que solo nos queda el agua de lluvia,
la más escasa e irregular en este territorio. El Valle del Ebro esta rodeado de
montañas: Pirineos, Sistema Ibérico y Costero Catalana, cualquier frente de
nubes antes de llegar tiene que sobrepasar las cotas de estas montañas y
normalmente descargan en la ladera de barlovento, después son “nubes llovidas”
que no dejan precipitaciones, en especial en la zona central del valle, en los
Monegros. Esta situación es antigua pues se da desde la misma formación de este
valle en la Era Terciaria, de manera que cuando el ahora desierto del Sahara
tenía ríos con agua, tal ya como atestiguan las pinturas del Tassili N´Ajjer o
del desierto Líbico (ver la pintura rupestre de los nadadores y la película El
Paciente Inglés), esta zona ya era seca, lo que hace que haya formas de vida en
este territorio que sean también muy antiguas y diferentes de las que ocupan
los territorios colindantes.
Pero a pesar de las condiciones ambientales
de sequedad no solo hay vida sino que ha habido población humana desde antiguo,
aprovechando la escasa agua de lluvia.
Balsa ganadera |
Y lo han hecho recogiendo el agua que
escurría por el suelo después de los aguaceros, la escorrentía. El agua caída
en las lastras, se guiaba mediante pequeñas acequias, aguaderas, hasta el lugar
de almacenamiento en las balsas. Esta acción era favorecida por suelos muy
desnudos, arcillosos, encarados y con una capa de líquenes cubriéndolos que los
hacia poco permeables, (mientras que los hormigueros, las galerías de las
lombrices y ahora el laboreo favorecen la infiltración del agua), por lo que el
agua resbalaba por ellos fácilmente y a pesar de los escasos desniveles siempre
se encaminaba hacia las zonas más deprimidas que era donde se situaban las
balsas. Antes de llegar a ella se situaba la contrabalsa, una depresión en la
que se reducía la velocidad del agua y así depositaba al menos los materiales
más gruesos que transportaba, reduciendo la colmatación de la balsa y
aumentando así su vida útil. Las balsas ganaderas eran de bordes tendidos
rodeadas de un “cráter” con los sedimentos que se sacaban de ella de vez en
cuando. Las balsa de agua de boca eran de donde se abastecían los habitantes de
esta comarca, normalmente de obra de mampuesto o de sillería y con los accesos
cerrados a los animales para que no emporcaran el agua, por la costumbre que
tiene el ganado de meterse en el agua para beber, enturbiándola e incluso defecando
en ella.
En algunos lugares como Lanaja el agua de
las balsas para consumo humano se trataba como si fuera vino, pues se recogía de
una vez al año, en invierno durante la mengua, se transportaba con el tonel de
agua montado ya en su propio carro y se almacenada en los aljibes de las
casas, de ahí se iba sacando según se
necesitaba dejándola más a mano en las tinajas de la cocina, si el agua estaba
turbia se aclaraba introduciendo en ella una bolsita con alúmina y el sabor a
barro se quitaba introduciendo unos cantos rodados en el fondo de las tinajas.
Me contaba una señora del Prepirineo que
casó con un monegrino y marchó al pueblo del marido a vivir, que le echaron en
cara que gastaba demasiada agua para fregar, el secreto era no tanto la
cantidad de agua sino el como se usaba, y así en Lanaja llegaron a vivir,
dependiendo del agua de balsa, hasta 2158 habitantes en 1940 mientras que en
2014, ya con agua corriente y regadíos, la cifra era de 1324 habitantes, por lo
que el agua, aunque escasa, no fue el mayor factor limitante de la zona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario