Albardín ( Lygeum spartum) en plena floración |
A veces en un mismo lugar y en una misma
época del año confluyen estrategias vitales no solo diferentes, sino opuestas,
y curiosamente el objetivo es el mismo, la reproducción.
Los yermos del somontano, esas zonas más o menos llanas con zonas de suelo desnudo
y cubiertas de escasa vegetación, lo que queda de antiguos carrascales
transformados en tomillares, albardinales o lastonares, están dominados por
pequeños arbustos o macollas de herbáceas, todas ellas plantas adaptadas a
veranos secos y a los incendios, lo que determina en parte su aspecto sobrio y
poco llamativo, incluso en primavera, durante la floración.
Flor de la orquídea de espejo, Ophrys ciliata |
Es el caso del albardín, cepellones de
hojas enrolladas y duras que recuerdan más a alambres que a otra cosa, hasta la
primavera, cuando florecen. Entonces nos tenemos que fijar para darnos cuenta
de las flores, son grandes pero destacan poco del resto de la planta, son como
capullos alargados del mismo verde apagado de las hojas, pero que nunca se
abrirán para mostrar su espiga, como gramínea que es, hasta que esta esté
totalmente madura y ya convertida en fruto; de su extremo colgarán los
estambres y los pistilos, “vergonzosa” flor que oculta el cuerpo y exhibe los
genitales. Pero no necesita más, pues el viento es el polinizador, una
estructura que facilite que el viento se lleve el polen y que después quede
retenido el los pistilos de otras flores de albardín.
Flor del albardín preparada para ser politizada por el viento, con los "genitales" al aire |
Esta estrategia, la de la polinización por
el viento, es arcaica pero funciona muy bien en zonas abiertas. La planta no
invierte mucho en la flor, pero sí en producir gran cantidad de polen, el
viento es un buen transportista pero no lleva una dirección fija, y la mayor
parte del polen que transporta nunca llegar a su objetivo.
Entre los pies del albardín en las primaveras buenas, en las que llueve lo
suficiente, aparecen desde los tubérculos que hay bajo en suelo unas dos o tres
hojas carnositas y pegadas al suelo, si la primavera sigue siendo buena crecerá
un vástago entre las hojas y en él se abrirán unas pocas flores. Estas plantas
evitan la sequía del verano y parte de los fríos del invierno perdiendo su
parte aérea y permaneciendo bajo el protector suelo en forma de tubérculo. Sus
flores serán el modelo más sofisticado que encontraremos en el yermo y en todo
el territorio, son las orquídeas de abejeta, y entre todas, la orquídea de
espejo es tal vez la más espectacular, no por su tamaño, pues estas flores no
pasan de los 2 centímetros, sino por el azul de su labelo que brilla como un espejo,
de ahí su nombre. Si la flor parece rebuscada con su parte brillante de borde
velludo, que recuerda a un insecto. Y esto no es una coincidencia, su método de
polinización sí que es lo más rebuscado de entre las flores, y no solo a nivel
local sino también planetario.
Flores de la orquídea de espejo preparas para ser polinizadas por el macho de abeja, 1 pollinos, 2 labelo que facilita el preciso y fogoso aterrizaje del insecto |
Muchas plantas son polinizadas por los
insectos, algunas son generalistas y cualquier insecto puede alimentarse de su
néctar y de paso, sin quererlo, polinizar la flor; otras seleccionarán a un
grupo concreto de polinizadores, así reducirán su inversión en néctar; algunas
solo permiten la polinización de por una especie concreta (ver la entrada del
26 de junio del 2014, Elegir al mensajero).
Las orquídeas de abejeta llegan a más y solo les interesa uno de los sexos de
una especie concreta de abeja salvaje. Su táctica no se basa en ofrecer comida
en forma de néctar, polen o la propia flor, su táctica es ofrecer sexo, que no
darlo, y por eso selecciona a los machos.
En el curso de la evolución estas orquídeas
han evolucionado para parecerse a un insecto, y aún más para los machos de
determinadas especies de abejas. Estas flores no solo se parecen a hembras
fértiles de su especie sino que tienen su tacto y, lo más importante, huelen
como ellas, o al menos es lo que creen, pues cuando los machos emergen después
de la metamorfosis, nunca han visto una hembra de su especie, pues ellas surgirán
más tarde, de manera que se guían por lo que su “instinto” les dicta. Y de eso
se aprovecha la planta, el insecto intentará copular con la flor y en la acción
se cargara con uno o dos paquetes de polen, los polinios. Es de imaginar que, frustrado,
el macho llegará un momento que se cansará de la flor y marchará hasta que
encuentre otra flor-hembra falsa, y volverá a intentar copular con ella y así
dejara su carga de polen, la planta habrá conseguido su objetivo, la
polinización y nuestro macho de abeja no.
La gran pregunta es, por qué la orquídea ha
montado este retorcida farsa para hacer lo que muchas plantas consiguen con
cualquier insecto, o solo con el viento como su vecino el albardín.
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