Aspecto de un rincón umbrio de un barranco, todo lo que se eleva del suelo esta cubierto de musgo, que crece así para evitar ser tapado por la hojarasca |
En la novela de Arthur Conan Doyle los
exploradores van en busca de un “mundo perdido” donde la naturaleza es única, totalmente
diferente a la de los alrededores porque ha quedado asilada en lo alto de una
meseta inaccesible por las paredes de roca que la rodean. La novela El mundo perdido es un relato imaginario
que se desarrolla en un lejano y exótico territorio, (aunque recuerda a los
tepuis de Venezuela), pero nosotros podemos encontrar cerca de nosotros enclaves
de naturaleza única con especies de orígenes lejanos representantes de antiguos
climas, pero con dos diferencias, aquí las paredes de roca aíslan un mundo
hacia abajo, y en lugar de ser una fantasía son reales. Los barrancos crean
para nosotros mundos perdidos en el interior de las redondeadas sierras prepirenaicas
exteriores.
Nos vamos a imaginar que bajamos al fondo
de un barranco ideal con la mayor pate de tipos de vegetación que podemos
encontrar. Si entramos por la vertiente orientada al sur tendremos una vegetación
de tipo mediterráneo con plantas adaptadas a la sequía veraniega y en gran
parte a los incendios, el fuego las destruye pero rebrotan desde las raíces,
como la coscoja, el boj o la misma carrasca; o desde las semillas que
sobreviven al fuego como las jaras y los pinos. Aunque el bosque no se acabará
de regenerar hasta pasado un siglo, y si los incendios se repiten con demasiada
frecuencia imposibilitarán su vuelta por la pérdida de suelo manteniéndose el
matorral de forma casi permanente. En las zonas más resguardadas, al pie de
cantiles y por encima de las nieblas invernales, encontramos la vegetación más
friolera, lo que queda de las selvas de laureles que ocuparon esta zona durante
la era Terciaria cuando el clima de la zona era subtropical y por lo tanto más
cálido y húmedo que en la actualidad, ahora representadas por madroños,
lentiscos, cornicabras, olivaretes y una enredadera: la zarzaparrilla.
Contraste de vegetación entre la solana (arriba) y la umbría (abajo) en La Pillera, |
Por el contrario, frente a nosotros, en la
orilla opuesta, orientada al norte, la vegetación es más espesa, no solo recibe
menos los rayos de sol en invierno y por lo tanto hay menor evaporación, sino
que coincide con la vertiente donde chocan los vientos cargados de nubes que
traen las precipitaciones, y aunque no llegue a llover empapan las vegetación
con la condensación, por eso encontraremos robles, quejigos y pinos silvestres
como respuesta a la mayor humedad.
El barranco del Vero separando Quinzans de la Peña Bobin, la erosión ha suavizado los relieves de la sierra, los barrancos han cortado la roca creando relieves abruptos. |
Como el barranco es bastante
estrecho en la parte más baja, cerca del curso fluvial no llegan bien los rayos
solares, a lo que se suma el aire frío y húmedo que es más pesado y la humedad
del agua, por lo que aparecen árboles con grandes necesidades de humedad como
las hayas. Los pisos de vegetación se han invertido, las especies de zonas
secas que solemos encontrar en la base de la montaña se encuentran en las
crestas soleadas y venteadas, con menor humedad en el suelo por ser rocosas; mientras
que las especies que encontramos en las zonas altas donde aumentan las
precipitaciones por la altitud ahora las encontramos en el fondo del valle. En
pequeños rincones muy umbríos encontramos bosquecillos de grandes bojes, con
sus troncos y el suelo completamente cubiertos de musgo, que cuando están
húmedos su verde intenso nos evocan a un paisaje de cuento.
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