Vista de la Vallebaja desde su cabecera, al izquierda la mole del Picón-Peña del Mediodía y la derecha las crestas de la Valleclusa |
-Julián, esos árboles que hay en los pacos
(umbría) del la Peña Mediodía, que son? (era una pregunta envenenada, yo ya
sabia que eran hayas, además las situadas más al sur en la sierra, el lugar
como comprobé que todo el mundo conocía pero que parecía que nadie había ido).
-¿Los de faballar?,
fabas, hayas les decís vosotros, antes cuando de pastor llegábamos hasta
ellas con el rebaño.
-Y las utilizabais para algo?
- No esos árboles “mueren de pie”.
Veis por lo que no hay que
preguntar, “morir de pie” quiere decir que nadie las cortaba, estaban demasiado
lejos para acarrear la madera, además de que el haya era poco valorada por la
zona, el roble era semejante y más accesible. Si morían de viejas, entonces es
posible que hubiera hayas grandes y viejas, había que ir a verlas.
Pero si cuando Julián era pastor y el monte
estaba recorrido por sendas y caminos, estaban a desmano, ahora con la perdida
de los caminos por la recuperación de la cubierta vegetal aunque sea en forma
de matorral, ni cuento lo que significa intentar llegar a ellas. Habría sido lo
mejor olvidarlas pero el problema es que están en un lugar recóndito pero no
escondido, pues la cara sur de la Peña Mediodía la veo a diario desde mi
ciudad, lo cual es un recordatorio en plan Pepito Grillo de: tienes que ir a
ver los árboles que mueren de pie, están ahí esperándote…..así que para ahí
voy.
-Previo, desde la pista a la
presa de Santa María se ven las hayas, es el camino más visible solo hay que
bajar hasta el río, cruzarlo y campo a través remontar por el escarpe del
Saltadero y recorrer la Vallebaja; ni lo intento, una descripción de los
primeros y seguramente los únicos que descendieron ese barranco describen la
zona como tipo selva y en mi caso cuesta arriba.
-Primer intento desde el
este, ya me ha costado llegar hasta aquí andando por el erizón profundo en
algunos tramos me hundo hasta la rodilla, es tan pesado como andar con nieve
pero en lugar de mojarte te pinchas, de hecho piensas que con raquetas tal vez
se fuera mejor, me conformare con verlas de lejos.
-Segundo intento por el sur,
la senda según asciende se va perdiendo poco a poco cuando llevo un rato
sumergido en las coscojas decido darme la vuelta harto de enganchones,
pinchazos y no tener muy claro donde estoy.
La cara oculta de la peña con el hayedo a sus piés |
-Tercer intento desde el
noroeste, hasta el collado es fácil hay camino, después hay que abandonarlo
para llegar a la cresta divisoria de la Valleclusa. La vista de la umbría de la
peña con las hayas y del resto de lugares conocidos desde esta perspectiva merece
la pena el esfuerzo, un chute de ilusión esto ya esta…. Desde aquí el próximo
día parece sencillo legar las hayas.
-Cuarto intento, hasta donde
llegue le otro día sencillo, pero el nuevo territorio se complica, lo de cruzar
el barranco y llegar a las primeras hayas se puso difícil, pero mucho menos que
la vuelta; esta vez no iba solo y tomamos la que luego supimos la peor decisión
posible a la hora de elegir lo que iba a ser el camino de vuelta. Pero claro
eso no lo sabíamos cuando contemplábamos, por fin, lo que significaba un árbol
muerto en pie; aunque había hayas jóvenes, esta es una especie que se va
expandiendo por la zona siempre en lugares umbríos, seguramente la falta de
ganadería que ya no se comen las plántulas ni los chirpiales, pero también
había árboles maduros, aunque los esperaba aún más grandes (unos tres metros de
perímetro) y los muertos en píe.
El
árbol al morir en pie lo primero pierde es la hoja, después las ramas secas se
vuelven frágiles y el viento y las tormentas las van tirando, mientras entran
en acción hongos e insectos xilófagos las ramas principales también se
debilitan y acaban cayendo, queda solo el tronco sin ramas en pie, al final
este también caerá; aunque no se cuanto tiempo durara este proceso, varios
años, muchos años hasta que los escasos nutrientes de la madera vuelven al suelo
bosque a estar a disposición de las plantas.
-Quinto intento entre tanto
han limpiado la senda desde el sur (ver segundo intento), al menos hasta al peña,
el hayedo es otro tema. Yo continuo por un rampa rocosa bajo la pared de la
peña pero me lleva a lo alto de un escarpe vistas magníficas pero sin salida. Comerte
un bocadillo en lugares así, cerca de todo, pero en mitad de la nada no es lo
más de la gastronomía, pero si de la felicidad.
-Sexto intento, vuelvo otra
vez por el sur pero esta vez acompañado, antes de llegar a la pared hay que
desviarse en dirección a un collado hacia el oeste por el terreno habitual:
algo de roca, pedreras y ramas donde engancharse, todo a través de una fuerte
pendiente, pero llegamos al collado ya casi completamente cubierto de erizón, y
con restos de una caseta. Desde aquí de nuevo pegados a la pared buscando la
zona más umbría. Encontramos una curiosa mezcla de carrascal con hayas. Otra
pedrera nos sitúa sobre un vallecito colgado, es el mundo pedido todo lo que
hay es grande tejos, acebos, moixeras,
hasta las yedras de las paredes tienen tallos como un muslo, de hecho una de
ellas es la sabina que veían los de Santolarieta para ubicar el medio día
solar, de ahí el nombre de la peña, el resto denomina a esta peña el Picón.
Aspecto de lo que queda de un árbol muerto en pié, el tocón podrido |
Gracias a Álvaro y a José Ángel por compartir
arañazos y felicidad en estos territorios olvidados.
Ver también:
http://territorioinquieto.blogspot.com.es/2016/07/el-haya-para-cuando-no-haya.html
Precioso artículo, Miguel. Es como estar allí ... pero sin pincharse.
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